Por Milia Gayoso-Manzur

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Confieso que hace años, su vida hasta me parecía atractiva. Joven y millonario, casado entonces con la glamourosa Ivanna, aparecía en revistas del corazón como Hola, mostrando su mejor pinta y sus Rolex dorados como sus cabellos.

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Tiempo después estaba siempre acompañado por beldades, ya que su organización producía las elecciones de Miss Universo. Luego, un día, vaya a saber qué clase de vinchuca le picó, los millones, el poder, las joyas, las mujeres bellas, los edificios, yates, etc., dejaron de ser suficientes y quiso convertirse en el presidente del país más poderoso del mundo. Sí, hablo de don Trump, Donald para los íntimos.

Puso manos a la obra y contra todas las predicciones, ganó con su discurso de odio, lleno de xenofobia, sexismo, antisemita, homofóbica, etc. Y, cosa de no creer, dicen que su "caballito de batalla" durante su campaña fue la promesa de hacer un muro con México. ¿Un muro metafórico? No señor, un muro de verdad, de cemento y varillas de hierro o algo parecido.

Todavía me cuesta creer que le hayan votado destilando tanta violencia. ¿Qué atrajo de su discurso? ¿Sus promesas de devolver el poder a su país? Pero según mi poco entendimiento en política y economía, Estados Unidos sigue siendo el mismo gigante de siempre, incluso, un poco más "humanizado" con Barack Obama. Como ejemplo tenemos la apertura de las relaciones con Cuba y el mejor trato para los inmigrantes.

Inmigrantes, he aquí la piedra en el carísimo zapato del presidente. Y seguramente también es la molestia de quienes lo votaron, de otra manera no se explica que haya recibido tanto apoyo para ganar, y ahora se disponga a cumplir sus horribles promesas. Incluso, anuncia represalias contra las ciudades que amparen a los ilegales. Dentro de poco, ni él mismo va a encontrar la salida en este horrible laberinto que está creando.

Ya firmó la orden ejecutiva del muro entre su país y México, que trae consigo miles de cuestiones, como el hecho de que le va a hacer pagar al vecino el costo de semejante obra. Dijo que sea como sea va a tener que pagarlo. No le importa que salga del erario público o que Don Francisco deba realizar una Teletón para recaudar fondos.

Pero a Donald Trump no solo le molestan los mexicanos: le molestan todos los inmigrantes, y no ve cuánto han aportado al crecimiento de su gran país. Así como ocurre en países europeos, los inmigrantes latinos, africanos, asiáticos, etc. son quienes han realizado los trabajos más duros para ayudar a levantar el país, desde labores de construcción (puentes, carreteras, edificios altísimos, etc.), pasando por los trabajos domésticos (que por lo general la mujer de clase media para arriba no quiere realizar), el cuidado de niños y ancianos, el trabajo artesanal, el de maquila, etc.

¿Quién les va a pintar las paredes allá a tantísimos metros? ¿Quién lavará los cristales colgado en un andamio en las alturas? ¿Quién cuidará de sus niños y sus adultos mayores? ¿Quién barrerá sus parques, lavará sus veredas, carpirá sus jardines? ¿Quién cambiará las sábanas en sus hoteles 5 estrellas?

No creo que Melania se encargue de sus tareas domésticas, ni que pode sus rosas o lave sus exquisitas blusas de Carolina Herrera y mucho menos que le planche las camisas inmaculadas al marido. Con seguridad, tiene a alguna latina hacendosa a su servicio, otra que le tiña el cabello y le haga las manos, y un batallón atendiendo todas sus necesidades.

Las decisiones que vaya tomando el señor presidente con respecto a los inmigrantes preocupan a las millones de personas que viven y trabajan en aquel país, entre ellos a miles de paraguayos que no han podido acceder al Green Card.

Si inicia una poda de los indocumentados, se podría generar una tragedia en miles de familias, ya que por ley pueden expulsar a los ilegales y retener a los hijos menores que hayan nacido en Estados Unidos, separándolos de sus padres. Parece una película de terror, pero ocurre en tiempo real, con permiso de sus votantes.

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