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Un mexicano a quien Donald Trump no deportaría con tanta facilidad es Joaquín Guzmán, más conocido como "El Chapo". El 19 de enero pasado, el último día completo de gobierno de Barack Obama, las autoridades mexicanas subieron a Guzmán, jefe de la pandilla de narcotraficantes de Sinaloa, a un avión y lo pusieron rumbo a Nueva York. Será juzgado por cargos que van desde lavado de dinero hasta asesinato, cargos estos a los que se ha declarado inocente. Si es condenado, probablemente pasará el resto de su vida en una cárcel estadounidense.
La extradición de Guzmán es un gambito de apertura en la diplomacia de México con Trump, el presidente más antimexicano desde James Polk, que llevó a cabo la guerra entre México y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Obama obtiene el crédito porque todavía era presidente cuando ocurrió la extradición, pero el envío de Guzmán a Estados Unidos es una señal de que México está preparado para cooperar con la Administración Trump, pero también para tomar represalias si es maltratado.
Trump puede perjudicar a México al romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) con México y Canadá o, si a través de una renegociación, restringe el comercio. El 25 de enero, Trump firmó una orden ejecutiva para comenzar a construir una "barrera física" en la frontera sur de Estados Unidos y prometió –de nuevo– que México pagaría por el muro.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, se ha resistido a las provocaciones de Trump, pero el 26 de enero desistió de una visita a Washington, prevista para el 31 de este mes. Su país no ofrecerá a Trump "ni confrontación ni sumisión", según declaró el 23 de enero, añadiendo que, en su lugar, buscará el "diálogo y la negociación" en una amplia gama de temas, incluyendo el comercio, la migración y la seguridad.
El subtexto de la declaración de Peña es que México puede devolver el golpe. Puede ser vulnerable en el comercio, pero puede causar problemas para los Estados Unidos en áreas como la migración y la aplicación de la ley.
Si México deja de cooperar en lo referente a temas de seguridad, los Estados Unidos lo notarán enseguida. El número de extradiciones de México a Estados Unidos pasó de cuatro, en 1995, a 115 en el 2012. Peña, quien se convirtió en presidente en el 2012, desaceleró el flujo al principio, de acuerdo con la ideología nacionalista de su Partido Revolucionario Institucional, pero la ha aumentado de nuevo. Hubo 79 extradiciones en el 2016, frente a 54 tres años antes. El traslado de Guzmán, que escapó dos veces de las cárceles mexicanas, una vez por un túnel, sugiere que hay potencial para más.
La policía federal de México intercambia información con la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos y la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Eso a menudo conduce a la captura de narcotraficantes en México. La captura de Guzmán es un buen ejemplo. Supuestamente, oficiales del Servicio de Marshals de los Estados Unidos se mimetizaron como marines mexicanos para unirse a la caza de narcotraficantes. Una ley mexicana, promulgada el año pasado, permite a los oficiales estadounidenses de control fronterizo inspeccionar camiones en el lado sur de la frontera. Las agencias de inteligencia estadounidenses y mexicanas monitorean conjuntamente las amenazas terroristas.
Bajo la Iniciativa Mérida, Estados Unidos otorga a México US$ 139 millones al año para combatir pandillas, fortalecer el estado de derecho y mejorar la seguridad fronteriza. El dinero va en parte a la reforma del sistema judicial mexicano y en parte a la provisión de más de 400 perros rastreadores de drogas.
Ambos países tienen un claro interés en mantener esta cooperación. Kimberly Breier, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, sugirió que ese interés podría incluso profundizarse bajo Trump, quien da todas las señales de querer mantener las drogas fuera de los Estados Unidos.
Sin embargo, el ambiente en México es más pesimista. La relación de seguridad prosperará solo si Trump busca una renegociación "suave" del Nafta, dijo Raúl Benítez Manaut de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Hasta ahora, sin embargo, Trump todavía no mostró su lado más suave como presidente.