Es bueno preocuparse por la falta de seriedad política en el país y las firmas recogidas a los apurones por dirigentes colorados para respaldar posiciones, problema que, aunque algunos no quieran darse cuenta, no es nuevo, sino que pasó con la firmata luguista de hace tan pocos años como para haberlo olvidado, o lo de los votos de los muertos, que hasta decidieron la elección de un vicepresidente liberal que luego fue presidente de la República; compra de cédulas, de votos, arreos y otras tradiciones –la más alevosa el robo de una elección confesada, y no es guerra entre partidos como podría suponerse, dado que en ese caso se le robó la elección a un candidato colorado, Luis María Argaña, para dársela a otro candidato colorado, Juan Carlos Wasmosy– fueron prácticas comunes durante los tiempos del caudillismo, establecidas luego como norma durante el estronismo, es decir que viene desde lejos, pero que resucitaron poco a poco en la transición, primero tímidamente para ir afianzándose como vicios encubiertos dentro del esquema democrático, de este esquema democrático que hoy se va destapando gracias a la aplicación de una legislación fundamental de la democracia, que vino postergándose lastimosamente por décadas: la obligación a la transparencia pública.
Hemos mantenido las formas de la democracia y sustentado las libertades en este proceso, pero hemos ocultado la administración pública, porque los partidos han sostenido el sistema de prebendarismo del pasado en vez de depurar las lacras del pasado, que eran monopolio del Partido Colorado-estronista y los sucesivos "geniolitos"; los liberales que se plegaban a la bonanza del poder se democratizaron y pasaron a compartir los partidos tradicionales, en principio, el clientelismo, la suma de afiliados sin control y sin educación.
El mismo Roa Bastos, a su retorno al país, se había espantado cuando presentó a políticos opositores, con los que había compartido y departido en el exilio, un programa de educación cívica y política como prioridad, y recibió como respuesta que eso no era lo urgente ni lo principal, sino la toma del poder.
Y tomaron el poder, los unos y los otros, por porciones, mayores y menores, es decir, se repartió la torta.
Al contrario de lo que se planteó en la alianza Lugo-liberal y partidos menores, el objetivo no era promover un cambio renovador, sino llegar al poder para disfrutar de la porción de cada parte.
Hemos mantenido las formas de la democracia y sustentado las libertades en este proceso, pero hemos ocultado la administración pública, porque los partidos han sostenido el sistema de prebendarismo del pasado en vez de depurar las lacras del pasado, que eran monopolio del Partido Colorado-estronista.
Este proceso pasó a significar una mejora en la democracia, a convertirse en una repartija de la prebenda política, ajustada a la institucionalidad válida de las elecciones, salvo cuanto también se la ha violado.
La aplicación legal de la transparencia nos ha dejado ver que las prebendas, los usos y abusos de la cosa pública, los planilleros, los derroches del presupuesto público, son compartidos por todos los partidos que han podido llegar a tener una porción de poder.
Y, más grave aún, que no han habido políticas partidarias ideológicas ni programáticas, sino casos cada vez más frecuentes y descarados de transfuguismo político.
La demostración más triste es el Presupuesto Nacional, ley fundamental que siguió con la estructura prebendaría dictatorial, en que muchos legisladores negociaban y negocian los presupuestos a cambio de porciones de cargos ministeriales e institucionales. Se ha empezado a depurar en estos años y, sobre todo, en este último tire y afloje entre el Ejecutivo y el Congreso.
Y es probablemente lo más sano que puede pasarle al país, que se transparente, que se limpie no solo de "bocaditos", que no generan mucha protesta porque son el mínimo del gasto, sino de gastos suntuosos, de innecesarios autos de lujo a costa del dinero público… y tantos otros despilfarros en viajes injustificados a destinos turísticos que tienen algún cursillo como disculpa.
Sería bueno que la dirigencia política se percate de que hay que abolir definitivamente el prebendarismo estronista, porque la democracia, además de participación popular y cultura cívica, necesita de trasparencia. Es decir, que el pueblo que debe ejercer "el poder público" esté informado de cómo se administra esa nación para tener la información suficiente para saber por quién votar.