- Por Pablo Noé
- Director periodístico La Nación TV
- pnoe@lanacion.com.py
La esperanza de construir un país mejor debe estar centrada en fortalecer la cultura ciudadana, que es la fuerza real de cambio en toda sociedad. Así se evitan grandes decepciones que se generan al esperar algo de personas incorrectas. Muchas veces, enceguecidos por las luces mediáticas, quedamos obnubilados desviando la atención hacia otras cuestiones que aparecen como los grandes temas que deben marcar nuestra agenda cotidiana. Así olvidamos los pequeños detalles de nuestro día a día, que dicen, no solo mucho, sino demasiado de cómo somos en verdad.
Una de las cuestiones que parecen intrascendentes, pero que demuestran mucho, es la infraestructura vial del Paraguay, en comparación a los vecinos, que demuestran estar en otro nivel. Al ver los caminos de Brasil y Argentina, por citar los países limítrofes más visitados, podemos entender la notable diferencia que existe con nuestras vías.
Nuestros preparativos para vacacionar allí también exhiben la manera en la que configuramos nuestra conducta. Intentamos cumplir a rajatabla con la legislación afuera, porque sabemos que aquí podemos recurrir a artimañas que nos permitan completar sin mayores trámites que algún que otro recurso para refrigerar a los agentes de tránsito.
De estos dos puntos podemos destacar la manera en la que fracasamos socialmente en aspectos fundamentales. Por un lado, el déficit en infraestructura es producto de las eternas peleas politiqueras que solamente generan atraso, un grave perjuicio para todos los ciudadanos. No conseguimos llegar a acuerdos mínimos de necesidades básicas, que sean satisfechas por encima de la coyuntura política. Fracasamos en establecer los temas que son cruciales, que no deben sufrir de los avatares de las peleas intestinas de los grupos que se disputan el ejercicio del poder.
Los ciudadanos tampoco elevamos la vara cuando nos adecuamos a la realidad de sociedades en donde sabemos que la ley se respeta, y aplicamos la ley del ñembotavy para nuestro andar cotidiano. Para que tenga más fuerza nuestro pedido a las autoridades, debemos entender que nosotros somos los primeros en adecuarnos a las normas que rigen nuestra convivencia.
Los ciudadanos tampoco elevamos la vara cuando nos adecuamos a la realidad de sociedades en donde sabemos que la ley se respeta, y aplicamos la ley del ñembotavy para nuestro andar cotidiano. Para que tenga más fuerza nuestro pedido a las autoridades, debemos entender que nosotros somos los primeros en adecuarnos a las normas que rigen nuestra convivencia.
Por eso, cuando se habla de temas que parecen tan alejados a la cotidianeidad de la gente, que ya de por sí está tristemente acostumbrada vivir en el "peichante", las mismas no ofrecen una respuesta contundente. Al hablar de la violación de la Constitución, por citar el tema del momento, la discusión se reduce a los principales actores políticos y parece no entusiasmar a las personas. Más todavía cuando las prioridades de la gente, como la infraestructura, la educación, la salud, el acceso al empleo, la seguridad, son eternamente postergadas por la clase política que vive en su mundo paralelo en donde su objetivo central es alcanzar el poder para beneficiarse del mismo.
La falsedad de las firmas, en donde muertos, personas que viven afuera, y extranjeros hayan engrosado la lista de los que solicitan una enmienda para la reelección en este contexto se plantea como una de las manchas más del tigre, acostumbrado a deambular por sinuosos caminos alejados de las preferencias de un pueblo que necesita otro tipo de tratamiento a sus intereses, pero que espera callado una transformación que no va a llegar en la medida que no exija otro tipo de gestión de sus recursos.
Para consolidar un país en serio, el proceso debe iniciarse con la participación de la gente, que interpele a los dirigentes para que comiencen a mirar sus necesidades y no quedarse en la anécdota intrascendente. Es una tarea fundamental en una sociedad cuya democracia trajo libertad de expresión y posibilidad de elegir autoridades, pero que sigue insuficiente a la hora de dar calidad de vida a sus ciudadanos.