Sasabe, México. AFP.
La árida frontera entre México y Estados Unidos está sembrada en sus más de 3.000 km de puestos oficiales de control que, con cientos de agentes, cámaras, helicópteros, y drones silenciosos vigilan la zona. Pero los migrantes, atemorizados por la amenaza que hizo Trump de construir un nuevo muro infranqueable, se las ingenian para encontrar recovecos.
En la fronteriza Sásabe, se observan manchas blanquecinas sobre una de las columnas de metal oxidado de la valla limítrofe. A pocos metros, yace sobre la arena una botella negra con agua.
Las manchas indican que "tal vez alguien trepó y cruzó por aquí", dice a la AFP Sergio Flores, líder de un grupo de rescate de migrantes que el gobierno mexicano desplegó en la zona. La botella fue pintada de negro para que no refleje destellos solares que puedan ser divisados por los agentes, una astucia "frecuente" entre los migrantes, explica.
En el cercano Caborca, otro de los muchos pueblos fronterizos de Sonora (noroeste) por donde pasan los migrantes, un puñado de hondureños atiza una fogata hecha con basura en medio de la gélida madrugada.
Huyendo de las pandillas y el desempleo, todos atravesaron México sobre el lomo de "La Bestia", un tren de carga asediado por policías y mafiosos, con tal de llegar a terreno estadounidense antes de que el magnate Trump asuma el 20 de enero.