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De voz grave y frágil apariencia, el Martin McGuinness que anunció su renuncia al gobierno de Irlanda del Norte el pasado 9 de enero era una figura diferente a la del fornido y corpulento comandante del IRA que el público conocía.

La transformación de McGuinness durante las últimas décadas, de un miembro de una organización terrorista hasta llegar a ser el segundo político más importante de esa región, ejemplifica el cambio que Irlanda del Norte ha sufrido. Ahora, su renuncia al cargo –y tal vez su retiro permanente de la política– ha creado una crisis en un momento en que esas latitudes enfrentan otras graves amenazas a su estabilidad.

La partida de McGuinness, miembro del Sinn Fein, fue provocada por lo que él llamó "el más grosero y crudo fanatismo" del Partido Unionista Democrático (DUP, por sus siglas en inglés), con el cual el Sinn Fein comparte el poder. En un año como primer ministro, la líder del DUP Arlene Foster ha demostrado ser dura como una piedra, lo que, según los nacionalistas, se traduce en poca flexibilidad en sus tratos con McGuinness y otros.

La gota que colmó el vaso llegó cuando se supo que, una iniciativa de energía verde organizada por ella como ministra de Empresas, Comercio e Inversión, en el 2012, demandaría una cuantiosa suma de dinero. Las empresas recibieron grandes subsidios para mantener encendidas las calderas a leña –incluso para calentar los cuartos vacíos– en lo que se ha denominado el caso de "dinero por cenizas" o "quemar para ganar". El plan podría costar a la región 600 millones de dólares.

Inicialmente, Foster dijo que no se podía esperar que ella escudriñara "todos y cada uno de los detalles" de los asuntos bajo su jurisdicción. Luego, sin embargo, admitió que hubo "varios errores". Incluso aceptó que una investigación debe continuar, pero sostiene que no obró mal y, por lo tanto, no necesita renunciar como primer ministro.

En cuanto a la avalancha de críticas que recibió, descartó gran parte de ella.

"Hay mucho de personal", dijo Foster. "... mucho de él, tristemente, es misoginia también", añadió.

Los votantes pronto tendrán la oportunidad de emitir su propio veredicto. La renuncia de McGuinness como primer ministro adjunto detuvo bruscamente la administración conjunta de Belfast, ya que sus reglas exigen que sea dirigida por un unionista y un republicano. El gobierno británico está manteniendo conversaciones para reparar las cosas entre el Sinn Fein y el DUP. Si esos esfuerzos fracasan, como la mayoría cree que ocurrirá, una nueva elección tendrá que llevarse a cabo.

Tal sufragio sería "brutal", dijo Foster. Tanto el DUP, como el Sinn Fein, enfrentarían desafíos de partidos por parte de partidos menores de la oposición. Los viejos hábitos de voto no terminan fácilmente en Irlanda del Norte y el DUP, así como el Sinn Fein, serían los favoritos para emerger nuevamente como las fuerzas principales. El número de escaños en la Asamblea en Stormont debería reducirse de 108 a 90, en un ejercicio financiero de ahorro de costos y los partidos pequeños probablemente sufrirán más con esa reducción.

Cualquiera que sea el resultado de cualquier elección o investigación, los republicanos ya están insistiendo en que no estarán de acuerdo con un retorno a la política del año pasado, la cual dicen expuso la oposición de Foster a la regla de "paridad de estima" en el que se supone las partes deben apoyarse mutuamente. En los últimos años ha habido signos de profunda desilusión con la Asamblea en las fortalezas republicanas de Belfast y del sur de Armagh. Aunque los líderes del Sinn Fein, entre ellos McGuinness, han estado dispuestos a seguir intentando en la Asamblea, muchos en la base han concluido que Stormont es una pérdida de tiempo.

Un momento clave llegó en diciembre, cuando uno de los ministros de Foster recortó 60 mil dólares en fondos para enseñar el idioma irlandés, lo que los republicanos consideran un asunto intocable. Un cortísimo correo electrónico a los profesores anunció: "Debido a los ahorros por eficiencia, el departamento no ofrecerá el plan de becas Liofa en el 2017. Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo".

El 12 de enero se dejó sin efecto tal medida, pero para entonces el daño ya había sido hecho.

Mientras el gobierno de Londres trabaja para estabilizar el arreglo político de Irlanda del Norte con una mano, lo sacude con la otra. La votación de junio del 2016 en Gran Bretaña para abandonar la Unión Europea -en la cual los irlandeses del norte votaron para permanecer- presenta varios problemas.

El Acuerdo del Viernes Santo de 1998, que estableció el gobierno descentralizado de Irlanda del Norte, fue firmado bajo la asunción de una membresía compartida entre el Reino Unido e Irlanda del Norte de la Unión Europea. La Corte Suprema está estudiando si la Asamblea de Irlanda del Norte debe ser consultada antes de que el gobierno pueda activar el Artículo 50, la ruta legal al Brexit. Si el tribunal falla a favor, las elecciones en Irlanda del Norte podrían retrasar el proceso.

Tampoco nadie en Londres todavía tiene una buena respuesta a la pregunta de qué pasará con la frontera abierta con Irlanda, en caso de que el Reino Unido opte por la libre circulación de personas hacia y desde la Unión Europea. Una frontera más dura, incluidos los controles de personas y bienes, podría afectar tanto la economía de Irlanda del Norte como su solución política.

Este sería un mal momento para perder a McGuinness de la política. Él no dirá lo que explica su repentina mala salud, ni si se presentará a las próximas elecciones. Durante 10 años como primer ministro adjunto, su autoridad y carisma han sido valiosos para asegurar a los republicanos que vale la pena mantener a Stormont funcionando.

También ha construido puentes con los unionistas. Hablando con la reina el año pasado, le preguntó por su salud y se la oyó decir: "Bueno, todavía estoy viva de todos modos".

Su relación amistosa con la reina, cuyo primo segundo fue asesinado hace cuatro décadas por el IRA, muestra hasta dónde han llegado las cosas y cuánto está en juego.