Al igual que en el 2016, las condiciones extremas del tiempo alteraron los planes y obligaron a encontrar el equilibrio entre la exigencia extrema y la seguridad de los pilotos. Y como advirtió el director deportivo, Marc Coma, este año se volvió a las fuentes, con menos caminos de rally y más navegación. Los competidores, en su gran mayoría, celebraron la decisión; la carrera no fue tan lineal y la búsqueda de los waypoints tornó más imprevisible el resultado de cada etapa.
En motos, la marca austriaca KTM extendió a 16 años seguidos su serie de festejos mediante sus virtudes y errores ajenos. Los 50.000 fanáticos que lo despidieron en Asunción, los 100.000 en Bolivia y los casi 150.000 que lo recibieron en Buenos Aires, marcaron el gran arraigo que el Dakar tiene en Sudamérica.