• Por Antonio Carmona

La frase, en afirmativo y con énfasis, "!siempre habrá un 13 de enero!", la acuñó Luis María Argaña, pichado tras ser desplazado de la posibilidad de ser presidente en los albores de la transición, como esperaba tras el derrocamiento de Stroessner, tras el golpe de San Blas. Si bien su liderazgo fue fuerte durante ese proceso, por el contrario, le robaron las elecciones los propios colorados –con confesión pública de la parte que las robó– y luego fue asesinado.

Se puede decir que fue "el último caudillo" de los tiempos idos, después de La Candelaria, ymaguareicha. Al viejo estilo.

Argaña hacía referencia al 13 de enero de 1947, cuando los colorados llegaron a un acuerdo con Morínigo e integraron el gobierno, compartido con los militares, desplazando a los otros partidos políticos que activaban con entusiasmo democrático en lo que se denominó "La primavera democrática", un período breve de la trágica historia política nacional, en que todos los partidos, con el retorno de los líderes exiliados, activaban con entusiasmo.

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La elección del nombre de "primavera" tal vez le traicionó a la historia ya que suele ser la excepción y no la regla en Paraguay –como dicen que decía Cecilio Báez, hay sólo dos estaciones, el verano y la del ferrocarril–, la primavera que hacía soñar con la patria que cantó Carlos Miguel Giménez, "un paraíso sin guerra entre hermanos", terminó en todo lo contrario, no gracias a ese13 de enero, que se decretó la tragedia, sino a todo un proceso político en que faltó el diálogo y sobraron los cabildeos.

En una extraña paradoja de la historia, que nos enseña que no hay que jugar a convertirse en jueces y apañar las leyes y romper las reglas de los procesos históricos, Higinio Morínigo heredó la Constitución totalitaria de los jóvenes liberales que instauraron a Estigarribia como presidente con poderes absolutos, pensando en que el héroe del Chaco no defraudaría al país; la Constitución totalitaria impuesta cayó en manos de un militar con menos inteligencia, grandeza y espíritu democrático que el Mariscal del Chaco.

En aquel 13 de enero, Morínigo formó gobierno con los colorados y con los militares, lo que no quería decir que el Partido Colorado llegara al poder, aunque sí algunos dirigentes colorados.

Argaña debería haber enunciado más bien "siempre habrá un agosto del 87", cuando el viejo Juan Ramón Chaves y otros dirigentes colorados, el llamado Tradicionalismo, rompió armas contra el único líder y su sucesor, "un Stroessner por otro Stroessner" y se hizo añicos la "unidad granítica".

Nunca hubo un 13 de enero, ni en el 47 ni después, cuando Argaña lo reivindicó, en el sentido de que la ANR asumió el gobierno. Gobernó Morínigo, fueron efímeros los posteriores gobiernos colorados, y terminó la historia con la entronización de Stroessner. La triste historia del caudillismo. Los principales dirigentes colorados terminaron también en el exilio, igual que los de los demás partidos.

  • Nunca hubo un 13 de enero, ni en el 47 ni después, cuando Argaña lo reivindicó, en el sentido de que la ANR asumió el gobierno. Gobernó Morínigo, fueron efímeros los posteriores gobiernos colorados, y terminó la historia con la entronización de Stroessner. La triste historia del caudillismo. Los principales dirigentes colorados terminaron también en el exilio, igual que los de los demás partidos.

La transición ha tenido varios intentos de "golpe", algunos; desde el "robo de las elecciones internas a Argaña" encabezados por Lino Oviedo" el shake a Wasmosy, o el bombardeo del Congreso, y hasta un trágico "marzo paraguayo", con el apoyo de algunos medios a los golpistas, hasta el "fujimorazo" lanzado desde el Palacio de López, con los cancilleres bolivarianos, encabezados por el hoy impresentable Maduro, con anuencia del ex presidente Lugo.

Pero han pasado casi tres décadas de democracia, con bastantes tropezones, pero con un proceso que se afirma y que hasta ha conseguido reconocimiento y prestigio internacional, incluso del más miedoso de los evaluadores, el capital, que invierte cada vez más en el país.

Es hora de que pensemos que nunca hubo y que no habrá un 13 de enero. Con todos sus defectos que, hay que reconocerlo, en materia política, son más que sus virtudes, pero ha instalado desde transformación legal y constitucional un nuevo orden democrático. La transición se ha afianzado y no hay lugar para los golpes. Y mucho menos para hacer politiquería anunciando posibles golpes. Es hora de que asumamos y nos comportemos como lo que somos tras estas décadas de convivencia democrática.

Lo único que hay que aprender de la historia es que no hay que apañar las leyes ni falsificarlas, ni hacer chicanas para cambiar el curso de la historia. Hay que respetar la Constitución, no tergiversarla, especulando con los intereses electoralistas.

Será justicia.

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