• Por Josefina Bauer
  • Socia del Club de Ejecutivos

Me contaron esta historia de un joven monje que entró a un monasterio uniéndose a una orden que requería silencio total. Luego de 5 años el abad se acercó al monje y le dijo: Puedes decir dos palabras. Tras escoger sus palabras cuidadosamente, el monje dijo: "Cama dura", con preocupación el abad respondió que lamentaba que la cama fuera dura y que verían de cambiarla.

Nuevamente pasaron otros 5 años cuando el abad se acercó al joven monje pidiéndole dos nuevas palabras, a lo cual éste respondió: "Comida fría" … Al decimoquinto año, el abad volvió a pedirle dos palabras más y el monje respondió "Yo renuncio". El abad dijo "Probablemente sea lo mejor, no has hecho más que quejarte desde que llegaste aquí".

Me dejó pensando profundamente esta historia en el poder que tenemos los seres humanos en concentrarnos en las cosas que no nos gustan de las situaciones que vivimos.

Muy pocas son las veces en que alabamos lo que salió bien, que hacemos un comentario de lo bueno del otro, que le decimos a los demás todo lo que nos gusta. Damos por hecho que las cosas deben estar bien, que es un derecho adquirido que los demás hagan lo que esperamos. Entonces casi nunca lo reconocemos.

Sin embargo, quejarnos y mencionar todo lo que no nos gusta es tan simple, tan fácil y nos sale tan bien.

Hay un proverbio oriental que dice: "Si tu mal tiene remedio ¿para qué te quejas?, y si no lo tiene ¿por qué te quejas?"

¿Qué ganamos cuando nos quejamos? ¡Absolutamente nada! Ganamos cuando hacemos, cuando transformamos las realidades que nos incomodan o no nos gustan, pero haciendo un comentario negativo lo único que ganamos es perder el tiempo y aburrir a los demás.

  • Si no te gusta ser una quejona o un quejón, empezá a escuchar tus conversaciones y cada uno de tus comentarios.

Cuanto más viejos nos ponemos mayor es la cantidad quejas que vamos acumulando… Ahora por ejemplo en todos los saludos cotidianos está el comentario "qué terrible el calor que hace" ¿Por qué lo mencionamos? ¡Es enero y estamos en Paraguay! ¿Para qué decimos eso? ¿Qué ganamos con esa frase? ¿Qué pasa si nos concentramos en todo lo lindo del calor en vez de buscarle el lado negativo? Con calor podemos tomar o comer cosas frescas, hacer más deportes, disfrutar de alguna pileta… Hoy vi a un señor durmiendo la siesta en el banco de una plaza y dormía con una sonrisa en la cara ¡¡Qué maravilla, poder descansar al aire libre!!

Son las pequeñas cosas las que marcan esa diferencia. Es poder concentrarse en lo bueno que tenemos para tener más de lo lindo, en vez de quejarnos por lo que nos falta. Nos guste o no, ¡siempre nos faltarán cosas!

Entonces, si no te gusta algo, cámbialo y si no podes cambiarlo, cambia tu actitud, míralo desde otro punto de vista, encontrale la vuelta para que no te moleste, pero

¡deja de quejarte!

William George Ward decía: "El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas". ¿Y si empezamos a ajustar las velas de nuestras vidas?, ¿Si hacemos pequeños cambios en nuestra cotidianeidad para quejarnos menos?

El primer paso es tomar conciencia de nuestras quejas… Los quejones ni siquiera se dan cuenta que lo hace, ya es su modus operandi. Si no te gusta ser una quejona o un quejón, empezá a escuchar tus conversaciones y cada uno de tus comentarios.

Dicen que en 21 días se forma un nuevo hábito. ¿Qué pasa si nos auto-observamos durante estos días y cuando iniciamos una queja, pasamos el comentario a algo positivo? ¿Qué sucede si elegimos callarnos en vez de quejarnos y sacamos lo mejor de la situación que nos toca vivir?

Así que el reto es no quejarse por 21 días. ¿Se animan?

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