Por Richard E. Ferreira-Candia

Periodista, analista y docente

@RFerreiraC

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El 2017 será un año de mucha crispación en el entorno político, que pondrá a prueba de nuevo a la denominada élite política paraguaya, una en permanente deuda con la sociedad por la irresponsabilidad manifiesta de quienes hacen prevalecer intereses personales o grupales antes que las necesidades reales. Ya en el inicio del año se siente un alto grado de violencia verbal en una supuesta defensa de posturas, que es preludio de un inevitable clima electoral tenso y agresivo que se encamina a un callejón sin salida.

Las posturas políticas de los sectores enfrentados –varias de ellas sustentadas en interpretaciones de la Constitución Nacional para un sentido o para otro– son en gran parte maquinaciones engranadas en objetivos electorales fijados para el 2018. En un ambiente político en el que el cambio de postura es tan sencillo como cambiar un botón, es difícil creer en los discursos generados por una casta política convertida en una élite de poder o de contrapoder, dependiendo de dónde estén ubicados, que afirma tener la verdad, la absoluta verdad. Nadie cree en nadie. Esa es la verdad. Y ellos mismos lo saben.

En nuestro primer encuentro en el 2017, con el comandante comentábamos el difícil inicio del año en el plano político. El ambiente está cada vez más agresivo y no se observa algún signo para que la situación mejore; lo que puede suceder más adelante, es impredecible. Con las dos tazas de café negro, sin azúcar, en el altillo del Café Literario, recordábamos también una vieja conversación en la que nos preguntábamos si siempre habrá una élite política. La respuesta, sin lugar a dudas, fue que sí.

En aquella ocasión –hace algunas semanas– habíamos mencionado al periodista y politólogo español Michael Neudecker, que en resumidas cuentas señalaba que aumentan los mensajes contra los políticos por integrar grupos cerrados de privilegiados que actúan al margen de la voluntad de los intereses de la mayoría. ¿Es eso cierto? Y si es así, ¿es inevitable?, se preguntaba Neudecker, en un interesante artículo titulado ¿Siempre habrá una élite?, "La clase política" de Gaetano Mosca.

El calor es insoportable, pero ya teníamos en la mesa las dos tazas de café. El comandante pidió una botella de agua tónica. Se secó la frente con una servilleta y recordó que el artículo hacía referencia a lo que hace más de un siglo describió el politólogo, sociólogo y jurista italiano Gaetano Mosca (1858-1941), quien afirmó que existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. Neudecker explicaba que para definir al tipo de persona gobernante se forjó el concepto de "clase política" y Mosca ya advirtió a sus críticos que, "aun admitiendo que el descontento de las masas llegara a destronar a la clase dirigente, aparecería necesariamente en el seno de la masa misma otra minoría organizada que pasaría a desempeñar el oficio de dicha clase". Es decir –acotó el comandante– estaremos en manos de una élite/clase que seguirá determinando aspectos que hacen a la sociedad. La cuestión está en qué tipo es la que tenemos o podemos tener. –Eso habíamos señalado en aquella ocasión– le indiqué, a lo que respondió que más que nunca, la gente tiene ahora la difícil tarea de determinar si creer o no en alguna élite, porque desde los distintos bandos se dan discursos que parecen convincentes.

Aunque parezca un poco iluso –agregó el comandante– siempre habrá una clase política que pondrá en primer lugar el interés general, pero mayormente está aquella élite que usa la política para lograr o mantener el poder para beneficio propio. Es bueno recordar lo que ya habíamos apuntado en alguna ocasión, añadió y repitió una frase como de memoria: Siempre hay buenos y malos, pero, particularmente, en el tema político, determinar quiénes son los buenos y quiénes son los malos, se convierte en una tarea sumamente difícil para la sociedad, sobre todo cuando se entrecruzan discursos y campañas de todo tipo. Como ahora, como será todo el 2017, enfaticé.

Tomó un largo sorbo del agua tónica y citando a Mosca sostuvo luego: la clase política va de la mano de los cambios que se van produciendo, y si no es capaz de adaptarse, declina inexorablemente cuando ya no puede ejercer las cualidades mediante las que llegaron al poder. Siguió diciendo que en ese caso, los individuos que conforman la clase dominante rápidamente serían sustituidos por otros que muestren "nuevas ambiciones, nuevas codicias, nuevas energías", en un proceso que Mosca llama "la renovación molecular de la clase política". –Una renovación, sin embargo, no garantiza mejores actuaciones, puede ser más de lo mismo, o peor, nadie sabe– expresó.

El comandante terminó con lo que quedaba en la botella, hizo una breve pausa para disfrutar de la frescura de la bebida y apuntó: En medio de esta denominación de la élite/clase política, la sociedad solo tiene una herramienta para determinar a quién creer (si desea creer): el control. Debe hacer un seguimiento de cada discurso, de las acciones que emprenda cada sector, cada político, cada candidato. En un ambiente político/electoral en el que el cinismo es carta de presentación obligatoria, todos los políticos, absolutamente todos, están inmersos en permanentes maquinaciones políticas para presentarse como blancas palomitas. Lo bueno es que la gente ya lo sabe. Eso.

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