Por Esteban Aguirre / @panzolomeo
Esa noche en particular había dado la espalda a las estrellas, mi escritorio espolvoreado con pintura de otros tiempos ya no miraba a la noche, se concentraba en el interior de una habitación gobernada por la armónica de un blues. Un blues al cual Ella Speed prestaba particular atención, debatiendo entre la veracidad del instrumente del Sr. Snooky Pryor, "¡Eso parece una trompeta!" alegaba gritando por encima de aquel Boogie Twist, el cual se hacia lugar dentro de una habitación que debatía el silencio de una ciudad que te conoce.
Acababa de llegar de un pequeño viaje en donde un bonaerense taxi amigo me había regalado una historia. Una historia marinada con una gastronómica experiencia y algo de dulce blues. Charlaba con Ella sobre el paseo que nos había tocado vivir.
Jorge ?–hincha de Argentino Jrs., 2 esposas, 2 hijos con cada una, 14 años de experiencia matrimonial equitativamente divididos, entusiasta del choripan de "Lo de Charly"—?nos conducía rumbo a su restaurante preferido. Al lado mío mirando los carteles pasar se encontraba Gustavo, un trovador de lo conocido con saudade a lo "por conocer". Varias cervezas del tipo "litro" nos conducían en búsqueda de ese "pega meterle algo antes de apolillar" llamado desayuno de martes.
Nuestro Bourdain de la noche conducía el "tacho" rumbo a "Lo de Charly" conocida parrillada callejera bonaerense, afamada por el arte de "entrepanear" cortes cárnicos elevados a una perfección de cocción de tambores y parrillas amalgamadas en brasas de carbón y leña.
"¡El chori no pierde ante nada!" vociferaba Jorge mientras subía el volumen del cover de "Sympathy for the Devil" inmortalizado por Blood Sweat and Tears que de cierta forma –muy especifica– vaticinaba con líricas una noche de sabroso devenir:
Please allow me to introduce myself
I'm a man of wealth and taste
Palabras no menores que nos presentaban a un emblemático padre de 2 familias con un plato por compartir, "No enserio les digo chicos, ¡el chori está pa tatuarse!" reforzaba el Dr. J mientras nos acercábamos a la tierra de Charly.
If you meet me, have some courtesy,
Have some sympathy,
and some taste;
Use all your well-learned politesse,
Or I'll lay your soul to waste
La radio bajaba sus palabras con un "Chicos llegamos, he ahí "Lo de Charly". Debo admitir el regocijo del alma al escuchar el dulce sonido de "Marche, un choripan, morcipan, vacipan (así es, vació entre panes) y… disculpe señor la bondiola de cerdo se llama (risas)… bondipan?!". Un mozo llamado Ángel (muy pero muy serio): "No pibe, se llama… El Bondi, y es un pedido para caballeros como ustedes" lo suficientemente vendedor para decir "Marche uno Angel de Charly".
Los literal 5 minutos que tardaron en estar las heroicas "pecsis" sobre la mesa fue todo lo que Charly y su Angel tardaron en depositar 2 bandejas de bendición carnívora sobre la mesa, las cuales costarían en cualquier lugar de (me animo a decir) Argentina, un proverbial "vagón de guita" (esa noche los choris y etcs costaron 35 pesos llamados mangos).
Sobre la mesa una morcilla dulzona encontraba lecho entre un pan crocante de parrilla con "tripa fresca" como narraba Jorge mientras se encontraba frente a frente con aquel publicitado choripan.
Mientras terminaba de amigarme con los primeros pecaminosos bocados de un poco de esto y otro de aquello bastaría escuchar "Un poco de chimi y un toque de Savora" (sugerencia de Ángel) para adornar el primer bocado de "El Bondi" regalo que una noche de charla y cerveza con Gustavo me brindarían como recompensa de la correcta espera al llamado gastronómico que a veces (menos que más) la invisibilidad de una ciudad que no te conoce te regala.
"¡Marche un bondi che!" – el Ángel de Charly.