Más allá de las diferencias y las polémicas doctrinarias e ideológicas que concentran buena parte del debate político, es siempre oportuno insistir en la necesidad de levantar banderas comunes, resaltar cada vez que se pueda esas "causas nacionales" que no deberían distinguir en partidos, movimientos o colores. Son asuntos en los que existe un acuerdo básico a nivel de actores sociales y políticos. El principal de estos temas elementales atañe a la impostergable necesidad de apostar a una educación de calidad en nuestras escuelas y colegios. De nada servirán las políticas económicas mejor planificadas ni las reformas institucionales más avanzadas si no se asientan en una sociedad educada y cultivada, con ciudadanos provistos de los instrumentos intelectuales y técnicos para comprender, dirigir y transformar la nación en la que viven.

Al contemplar la vasta y compleja realidad de la educación paraguaya, dos temas saltan a la vista por su enorme trascendencia y merecen un tratamiento especial y cuidadoso. El primero de ellos tiene que ver con la formación docente. Los maestros son los actores protagónicos del proceso educativo. Cualquier cambio o mejora que se intente introducir en las escuelas, colegios y universidades de nuestro país debe asentarse en un sólido y sostenido trabajo con los docentes. La labor al frente del aula, el trabajo con los niños y jóvenes, la misión de transmitir información y valores éticos a las nuevas generaciones no son un trabajo como otro cualquiera, como el que pudiera hacer un oficinista o un funcionario común. No solo es necesario invertir en tecnología, llevando los avances de la ciencia al alcance de todos los escolares paraguayos, sino que es urgente darle una atención especial y prioritaria a la capacitación de los maestros.

Es crucial avanzar hacia un gran acuerdo nacional sobre la educación, en el que se incluyan los partidos políticos, los gremios empresariales, las universidades y organizaciones de la sociedad civil. Este acuerdo debe partir de la evidente necesidad de separar la educación de las peleas sectarias de la política y colocarla en su lugar: una prioridad nacional.

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En lo que concierne a la formación de los maestros, es preciso impulsar un verdadero giro copernicano, un radical cambio de perspectiva y de enfoque. Las autoridades educativas deben admitir que los caminos que se han seguido hasta el momento en este campo no han conducido a los resultados que se esperaban. Año tras año, las pruebas de conocimiento y de aptitudes pedagógicas que les son aplicadas a los docentes indican que no se consiguió el más mínimo progreso y que de los centros de formación y los talleres periódicos no salen profesores mejor preparados. Se trata más de la continuidad de una rutina ineficaz y mediocre que solo sirve a corto plazo para justificar presupuestos o jornadas sin clases. El Ministerio de Educación debe someter a una evaluación profunda y genuina de los métodos empleados hasta ahora en la formación de los docentes y plantear los cambios que exigen la modernidad y las necesidades actuales del país.

El segundo punto planteado al inicio se vincula también con lo anteriormente expuesto. Los niños y jóvenes paraguayos tienen una dramática incapacidad en materias instrumentales básicas, como la matemática, las ciencias y el castellano. Estas no son asignaturas comunes. Constituyen la piedra angular sobre la cual se levanta el edificio de toda la educación, desde la escuela hasta la universidad. Sin el dominio de estas materias es extraordinariamente difícil, sino imposible, avanzar en el conocimiento en otros campos.

Es crucial avanzar hacia un gran acuerdo nacional sobre la educación, en el que se incluyan los partidos políticos, los gremios empresariales, las universidades y organizaciones de la sociedad civil. Este acuerdo debe partir de la evidente necesidad de separar la educación de las peleas sectarias de la política y colocarla en su lugar: una prioridad nacional. Sin una educación de calidad, vinculada al desarrollo tecnológico, el Paraguay estará condenado a la pobreza, el atraso y la ignorancia.

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