• Por Aldo Benítez Eugenio Aranda
  • Fotos: Pánfilo Leguizamón y Osvaldo Escobar
  • Más allá de cifras millonarias y de la competencia en sí, el Rally Dakar 2017 revolucionó al país en apenas unos días y dejó esa magia única del deporte, capaz de juntar por minutos la vida de deportistas de élite mundial con la de humildes pero luchadoras familias.

Anatolia Paredes, vecina de San Miguel, una aislada compañía de Loma Grande, en Cordillera, cuenta a puro entusiasmo que los corredores del Dakar pasaron prácticamente a una cuadra de su casa. En la zona, el camino de enripiado y tierra se hace intransitable cuando llueve, y los días secos, el polvo es como una pintura que adorna el paisaje, mezclando su color rojizo con el verde de los árboles y plantas.

Anatolia Paredes, que lleva viviendo más de cuarenta años en el lugar, ignora quién es Sebastian Loeb, el multicampeón piloto francés y una leyenda dentro del automovilismo, pero puede decir que vio a Loeb pasar frente a su casa, manejando su máquina. Sin embargo, lo que Anatolia Paredes no puede decir hasta ahora es que haya visto pasar un ómnibus del transporte público frente a su vivienda.

La familia de doña Anatolia Paredes, con el graffiti del Dakar por la pared de su vivienda.[/caption]

En la casa de Anatolia, una de sus hijas pintó el símbolo del Dakar 2017 como un graffiti, con un aerosol de color verde. "Por suerte vinieron por acá, porque significó vender mucho. Nosotros vendimos hielo, agua mineral, gaseosas, tortas, de todo un poco, fue muy provechoso para nosotros", dice la mujer, a quien sorprendimos lavando ropa junto a sus hijas. Para Anatolia y su familia, el paso de las máquinas que alborotó la tranquilidad de estas compañías cordilleranas, fue mucho más que una competencia mundial. Y esta aseveración resulta de la simpleza con que responde: "Heta la hente, oike la plata" (hubo mucho público y eso generó ingresos).

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Solamente la magia del deporte, y en este caso del Rally Dakar, es capaz de cruzar por un momento la vida de destacados deportistas de élite mundial, con humildes familias anónimas, y en este caso, el de Paraguay. Porque ya desde Asunción empezó a gestarse esta otra cara de la historia del Dakar que va más allá de los números, de los cálculos de ganancias que deja o de cuánto es lo que se podrá redituar en beneficios económicos.

Los lunes tienen esa mala fama de no caer bien para nadie. Y menos, si se trata del primero del mes de enero. Y menos aún, si tenemos en cuenta que cae después de un día feriado, como fue lo que ocurrió este 2017. Para David Talavera, un joven que ese día se disponía a desayunar en su copetín predilecto del centro asunceno, parecía que este lunes 2 de enero se presentaba todavía peor cuando al llegar a dicho local, encontró copado por pilotos del Dakar, que todavía estaban por Asunción.

David, frustrado, decidió tomar una foto y compartió con sus amigos. Uno de ellos, Richard Fugarrazo identificó que se trataba del equipo del multicampeón francés Loeb, a quien se lo ve comiendo una empanada. Richard decidió levantarlo al Facebook y en un momento, la foto se compartió ciento de veces. Para David, aquello que parecía un desayuno frustrado, terminó siendo una gran lección. Encontrarse en un modesto copetín con la sencillez y humildad de unas estrellas del deporte que parecían disfrutar de ese momento. Así señaló David a canal 2.

ATYRÁ, EL TRAYECTO, LA GENTE

Las familias de estas compañías entre Atyrá y Nueva Colombia tienen a diario su propio rally.[/caption]

El trayecto que correspondió a la primera etapa del histórico Dakar 2017 incluyó a Atyrá, Loma Grande y Nueva Colombia. Fueron apenas 39 kilómetros pasando por caminos casi imposibles, sorteando arroyos, tierra roja, piedras. Con máquinas preparadas como los cuaciclones, los grandes camiones y las motos, estos competidores que están acostumbrados a terrenos hostiles, lograron hacer el recorrido en menos de una hora. Los vecinos de estas compañías generalmente logran salir de estas picadas en hora y media o dos, dependiendo del tiempo. Para ellos, todos los días son de rally.

Para los ciudadanos atyreños, el Dakar se trató de un evento histórico y positivo. Por ejemplo, don Alejandro Villamayor es dueño de un conocido local gastronómico ubicado en el centro mismo de Atyrá, que se llama Villa Bar. Don Villa –como se lo conoce– cuenta a La Nación que se vio obligado incluso a abrir su puesto el pasado 1 de enero, debido a la cantidad de visitantes que tenían en esos días. "Yo nunca abrí el primero de enero, pero había gente ya una semana antes. Vinieron muchos turistas, de distintas partes del mundo", expresa don Villa.

El plato más disfrutado por los visitantes fue la especialidad de la casa de don Villa; el bife koygua, además de las comidas típicas de nuestro país. "Todo el barrio se benefició con esto, porque muchos vendían cosas. Algunos usaban sus patios para estacionamiento, o alquilaban piezas para la gente que ya vino días antes", señala don Villa.

En efecto, en Atyrá, además de los hoteles que tuvieron ocupación casi total de sus dependencias, los pequeños hospedajes de la zona céntrica y alrededores también tuvieron mucha demanda. Celsa González, dueña de la posada La Abuela, ubicada en el centro de la ciudad, dice que fue impresionante ver la cantidad de gente que ya estaba el 1 de enero esperando la largada oficial que tenía que hacerse el día siguiente.

A lo largo de los 39 kilómetros del tramo de la competencia, las familias que

durante todo el año se la tienen que ingeniar para salir o entrar a sus casas, encontraron esta vuelta la oportunidad de una inyección para la economía familiar desde el patio mismo de sus viviendas. El hielo era lo más preciado en medio de tanto polvo y el sofocante calor. Tanto competidores como miembros de sus equipos de logística daban lo que sea por obtener un pedazo del agua congelada.

Al costado de este dificultoso trayecto, las casas que se ven son típicas de la campiña paraguaya. Una construcción de material, tal vez algún pozo artesano para sacar agua, amplio patio y árboles que dan una nutrida sombra alrededor de la vivienda. En la zona de Monte Alto, Simona de Guzman, una amable abuela que acogió a varios pilotos que participaban de la competencia a la sombra de su casa. Como el calor era agobiante, muchos pilotos buscaban sombra en momentos de descanso. Así muchos de ellos conocieron a las familias que viven en estas olvidadas compañías de Atyrá y Loma Grande.

INTENDENTE: TODO UN ÉXITO

Intendente de Atyrá, Juan Carlos Matto.[/caption]

Para el intendente de Atyrá, Juan Carlos Matto, el evento fue todo un éxito y deja cosas positivas para todos. Asegura, en ese sentido, que solamente Atyrá recibió en menos de una semana cerca de 50.000 turistas atraídos por la competencia. Para Matto, más allá de que estos números arrojaron una serie de beneficios como compra para artesanos, alquiler de posadas, hotel, y una parte gastronómica que se vio casi rebosada, lo mejor es que la ciudad dejó una imagen positiva para los visitantes. "Estoy seguro que de esta cantidad de gente, al menos un mínimo porcentaje va a volver, y eso ya significa mucho. Significa posicionarnos como una ciudad que sea atractiva todo el año y no solamente con el Dakar", expresa.

En su escritorio, Juan Carlos Matto tiene un termo de dos litros forrado con la inscripción Dakar 2017 – Paraguay, envuelto como para un regalo. "Le quería regalar a Evo Morales, pero no tuve tiempo de hablar con él personalmente. Voy a enviarlo a la Embajada", expresa. Según los comentarios que le hicieron quienes trabajan en la artesanía, cuero y derivados, la venta fue muy buena para un gran sector, asegura Matto. Para que la visita de 50 mil personas no termine dejando un basural en las calles, la municipalidad local convocó a voluntarios que durante el evento automovilístico repartió bolsas para basura. El día después, Atyrá sigo siendo Atyrá.

Sentada en su sillón de madera, doña Julia Ortiz recibe a La Nación en su casa del barrio San Cayetano, aquí en Nueva Colombia, donde fue el punto de llegada de las máquinas del Dakar y terminó la etapa 1. Doña Julia dice que le sorprendió la cantidad de automóviles y camiones y que nunca había visto tanta gente. Doña Julia cuenta que todos quienes llegaban a su casa le pedían agua. "Como nos avisaron que iban a venir esta gente, preparé agua bien fría en mi cántaro. Pero fue simpático que muchos tenían miedo de tomar agua del cántaro, entonces les daba agua de la canilla", dice en guaraní.

Detrás de ella, justamente, está su cántaro con el vaso de aluminio con el que servía a la gente. Doña Julia invita al equipo de La Nación a beber de ella, ya que los extranjeros no confiaban mucho en el cántaro y preferían beber las embotelladas. Cuenta doña Julia que vendió algo de agua mineral, pero que tuvo mayor ingreso con la venta de hielo. "Vendí muchísimo hielo, porque esta gente venía con mucha sed y calor", recuerda. Sin embargo, dice que por suerte, todo duró apenas un día, ya que las máquinas eran muy ruidosas y eso molestaba a los animales que tienen. Y eso, para ella, finalmente es la mejor ganancia.

El Rally Dakar 2017 pasó por Paraguay. Sirvió para mostrar al mundo la hospitalidad paraguaya, la fuerza competitiva de los competidores paraguayos y también para demostrar que hay cientos de familias compatriotas que hace rato vienen peleándola por su propia rally.

Otra foto emblemática del Dakar paraguayo. Dos gallinas se muestran imperturbables cerca de uno de los corredores[/caption]

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