© 2016 Economist Newspaper Ltd.

La seguridad y el orden siempre han sido la prioridad del presidente Abdel-Fattah al-Sisi, el autoproclamado protector de Egipto. Desde que derrocó a un gobierno islámico democráticamente elegido, pero que era muy impopular en el 2013, Sisi, un ex general, trató de estabilizar el país con leyes draconianas y reprimiendo a la disidencia. Sin su mano firme –sostienen sus partidarios–, Egipto estaría como sus vecinos: teñidos con sangre.

Un problema con este argumento es que Egipto se ve cada vez más volátil. El 9 de diciembre, en la ciudad de Kafr al-Sheikh, la detonación de una bomba cuyo blanco fue un vehículo policial mató a un civil y dejó heridos a tres policías. El mismo día, otra bomba mató a seis policías en el camino hacia las pirámides de El Cairo, rompiendo meses de relativa calma en la capital. Dos días más tarde, otro explosivo destruyó la catedral copta de El Cairo durante una misa dominical, matando al menos a 25 fieles, en su mayoría mujeres y niños.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Como responsables de estos hechos fueron sindicados los islamistas descontentos y ellos decidieron asumir algún crédito por los ataques. Un sombrío grupo llamado Movimiento Hasm (Firmeza) reivindicó la responsabilidad por la bomba cerca de las pirámides. El grupo ya organizó varios ataques en venganza por la sangrienta represión desatada por Sisi contra la Hermandad Musulmana, el grupo islamista que lideraba al gobierno depuesto en el 2013 y que afirma ser pacífico.

El Estado islámico en Irak y Siria se ha atribuido la responsabilidad del ataque a la mencionada catedral, pero el Ministerio del Interior dijo que los líderes de la Hermandad en el exilio fueron quienes lo habían dirigido, enviando al atacante a entrenarse con jihadistas vinculados a ISIS en la parte norte de la península del Sinaí.

No está bien claro cuánta coordinación hay entre los militantes situados en el Sinaí, en su mayoría procedentes de los beduinos locales, y grupos como el movimiento Hasm, que son activos en Egipto propiamente dicho. Durante varios años, el ejército ha intentado vencer a la insurgencia en el Sinaí, adoptando tácticas de tierra arrasada, pero esto no ha disuadido a los rebeldes, que han llevado a cabo varios cientos de ataques en la zona desde el 2012. El mes pasado, con la explosión de un coche bomba fueron asesinados ocho soldados y, en octubre, se reivindicaron el homicidio de un general egipcio.

Los insurgentes más activos han proclamado su lealtad a ISIS y han declarado su región como una "provincia" del pretendido califato yihadista.

Al reivindicar la autoría del atentado en la catedral copta, ISIS deja en claro que continuará su "guerra contra los apóstatas". Los coptos cristianos de Egipto, que representan alrededor del 10% de la población del país, son un objetivo común. Durante mucho tiempo han enfrentado la persecución de la mayoría musulmana. Muchos han apoyado a Sisi, creyendo que los protegería, incluso cuando los islamistas atacaron decenas de iglesias y hogares coptos después de su golpe. Sin embargo, sus gestos, como asistir brevemente a una misa de Navidad, han hecho poco para aliviar la tensión y hay señales de que el apoyo copto al presidente se está desvaneciendo.

"La gente demanda la caída del régimen", gritaban los manifestantes reunidos frente a la catedral después del ataque y los conductores de televisión vistos como partidarios del presidente fueron rechazados por la multitud.

Estos son tiempos difíciles para Sisi, que también se enfrenta a una economía moribunda. Egipto se ha esforzado por atraer inversores y turistas que huyeron después de la revolución del 2011. El descenso del valor de la libra egipcia y la inflación, que está en un máximo de ocho años, han causado mucho sufrimiento a la gente. Después de años de retraso, el gobierno finalmente ha comenzado a implementar algunas reformas económicas, asegurando así un préstamo de US$ 12 mil millones del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, estas reformas, que incluyen dejar fluctuar libremente la moneda y recortar subsidios, probablemente agraven a corto plazo el dolor de los egipcios.

El riesgo es que Sisi responda a la presión de todas las maneras equivocadas, por ejemplo, reprimiendo con más fuerza a la disidencia y retrasando o renunciando a las reformas económicas. El parlamento, que apoya al presidente, ya ha pedido cambios en el código penal que restringirían las libertades civiles. El Ministerio de Relaciones Exteriores ha utilizado la violencia como excusa para atacar a las ONGs.

El gobierno parece decidido a aumentar los problemas en el futuro.

Dejanos tu comentario