Sería bueno pedir a los Reyes Magos que dejen una Constitución subrayada en los artículos que se refieren a la Reforma y la Enmienda de la Constitución 289 y 290, respectivamente, a los legisladores, juristas, periodistas, políticos, politólogos y opinólogos que están dictaminando con autoridad de jueces supremos que la Enmienda es inconstitucional, para ver si lo encuentran y pueden convencer a todos los lectores de la Constitución que no han podido encontrarlo.

El artículo que citan los "constitucionalistas", que es inapelable, es el 229, de la Duración del mandato, que es claro, contundente e inapelable; El presidente y el vicepresidente "no podrán ser reelectos en ningún caso".

Lástima para los que leyeron la Constitución sólo hasta el artículo 229, tal vez por pereza, por ignorancia, porque es "demasiado larga" o por conveniencia electoralista.

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Por si no se enteraron o no quisieron enterarse, la Constitución prosigue y establece con claridad las posibilidades de reformarla o enmendarla y las condiciones para hacerlo.

Están en el Título IV "De la Reforma y de la Enmienda de la Constitución". Hasta ahora ninguno de los "jueces supremos" autoproclamados ha citado el artículo en que dice que la reforma no puede hacerse por enmienda, aunque la Constitución cita expresamente las condiciones para hacer reforma y enmienda, transcurridos tres años "de promulgada la Constitución". Han transcurrido bastantes años más.

Y especifica con precisión en qué casos no puede aplicarse la enmienda: "para aquellas disposiciones que afecten al modo de elección, la composición, la duración de mandatos o las atribuciones de cualquiera de los poderes del Estado, o las disposiciones de los capítulos I, II, III y IV del título II, de la parte I". Nadie ha citado aún entre esas limitaciones la que establece que no puede haber reelección. La contundencia de que podría haber reelección "transcurridos tres años de promulgada esta Constitución". Es prácticamente el último título constitucional, ya que después vienen "las disposiciones finales y transitorias". Es decir, pensando ya en el futuro.

Una vez más, el debate está centrado en el electoralismo y no en el constitucionalismo, pero con el disfraz de ética para amparar la inmoralidad de la mentira.

De hecho, la enmienda se aplicó para corregir el "error de la Constituyente de dejar sin derecho a voto a los paraguayos residentes en el exterior; pese a que el tema estaba directamente relacionado "al modo de elección", que es una de las limitaciones a la enmienda, se debatió con más altura, se cambió el artículo constitucional y se devolvió a los paraguayos en el exterior su derecho al voto; de más está decir que no hubo juicio político ni sanción para los legisladores que decidieron dar curso a la enmienda, como está previsto en la Constitución. Parece que políticamente vamos empeorando.

De eso hace ya unos cuantos años, suficientes para que la desmemoria paraguaya actúe y los pescadores en río revuelto se aprovechen del olvido. Incluso algunos de los legisladores que hoy votaron en contra, votaron entonces a favor, ya que fue aprobada por unanimidad en ambas cámaras.

Es obvio que el debate se inició en forma politiquera, no política, fuertemente cuando el ex presidente Duarte pretendió relanzarse y se efectuó una tremenda campaña engañosamente ética, es decir, inmoral, "contra la reelección" que llevó al ex presidente Lugo, con la sotana como uniforme, a encabezar una marcha multitudinaria, en la que participó como apolítico, es decir, como cura, en aras de la moral, con el juramento a los líderes políticos de que él no tenía intenciones políticas. Desde allí, con la sotana puesta, se convirtió en el candidato y luego en presidente.

Una vez más, el debate está centrado en el electoralismo y no en el constitucionalismo, pero con el disfraz de ética para amparar la inmoralidad de la mentira.

En este largo receso vacacional que se toman legisladores y partidos, sería conveniente bajar del "púlpito", de profetas dueños de la palabra de Dios o de auto-consagrados en Corte Suprema, y de plantearse el debate en términos de si es más conveniente una u otra vía para cambiar la Constitución, y armonizar el debate con el respeto debido a la opinión de los demás y, sobre todo, a la letra de la Constitución.

Hasta ahora, esta es una película de cowboys, de buenos autoproclamados que condenan a "los malos" también consagrados por ellos mismos, no un debate nacional entre ciudadanos con el mismo derecho y el mismo debido respeto que consagra la Constitución Nacional.

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