© 2016 Economist Newspaper Ltd.

Distribuido por The New York Times Syndicate

Media hora de despertarse el 10 de octubre del 2005, Thomas Schelling recibió cuatro llamadas telefónicas. La primera fue del secretario del Comité del Nobel, con noticias de que él y Robert Aumann habían ganado conjuntamente el premio de economía de ese año. Durante la cuarta llamada, cuando se le preguntó cómo se sentía ser el ganador del Nobel, él respondió: "Bueno, un tanto abrumado".

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Por supuesto, solo estaba diciendo la verdad. También confesó sentirse confundido acerca de qué parte de su trabajo había ganado el premio.

En su trabajo, Schelling –que murió el 13 de diciembre pasado a los 95 años– sentó fundamentos en gran medida no reconocidos para futuros economistas de la conducta. En su pensamiento, las estrategias de autocontrol implican trazar líneas de batalla entre antagonismos.

El premio también podría haber sido por su trabajo sobre la segregación, mostrando cómo las suaves preferencias individuales podrían llevar a resultados extremos de grupo. Incluso si a la gente no le importa vivir en una comunidad mixta, pero tienen solo una ligera inclinación a vivir cerca de otros como ellos, eso podría conducir a una profunda segregación racial.

Cuando Schelling llegó a Suecia en diciembre del 2005, ya había entendido qué le otorgaban el Nobel. Su discurso de aceptación observó que "el evento más espectacular del último medio siglo es uno que no ocurrió. Hemos disfrutado de 60 años sin que las armas nucleares estallaran su ira ... qué logro impresionante o, si no es un logro, ¡qué impresionante buena fortuna!" Si logro fuese la palabra, el crédito era en parte suyo.

Como muchos de su generación, Schelling fue arrastrado al estudio de la economía por los horrores de la depresión en los años '30. Sin embargo, cuando terminó su doctorado en 1.948, la agenda había cambiado. Con las heridas de la Segunda Guerra Mundial todavía frescas, la prioridad era evitar una tercera.

Se adentró en el gobierno, obteniendo experiencia directa de negociaciones, como las que dieron lugar a la OTAN. Luego, en la década de 1950, empezó a publicar su trabajo académico sobre la negociación, usando su prosa cristalina para formalizar los conceptos que los negociadores dotados conocían instintivamente y evitando lo que Richard Zeckhauser, un colega, llamó "The Journal of Advanced Economic Gobbledygook" (Diario de galimatías de economía avanzada).

Los conflictos que Schelling abordó trascendieron el caso de dos partes que peleaban por una porción más grande de una torta. La riqueza de su tema residía en la verdad de que "en los asuntos internacionales hay una dependencia mutua, así como una oposición". Como, ni los Estados Unidos, ni la Unión Soviética, querían ser envueltos en el aciago hongo de una nube nuclear, había lugar para la estrategia militar apoyada en el buen juicio y no en las armas. En 1960 expuso sus ideas en un libro titulado "La estrategia del conflicto", que mostraba cómo las ventajas de la cooperación podían superar el antagonismo, incluso sin un acuerdo formal.

"Cada vez que alguien habla de la disuasión, están influenciados por Schelling", dijo Lawrence Freedman, autor de "Strategy: A History" (Oxford University Press, 2013).

Esta disuasión puede adoptar varias formas. Contra lo que dicta la intuición, limitando las opciones se pueden fortalecer las oportunidades, convenciendo al enemigo de la propia seriedad. Aplicando esta idea a la estrategia nuclear, Schelling vio que era importante persuadir al adversario de que, en caso de un ataque nuclear, habría un contraataque. La existencia de armas que tomarían represalias automáticamente si el país fuera atacado podría disuadir la agresión nuclear en primer lugar, por lo que defender esas armas era la mejor manera de defender vidas civiles. Lo importante era evitar una situación en la que uno de los dos atacara para compensar un primer golpe desatado por el otro.

Schelling también promovió la importancia de la reputación como un elemento de disuasión útil. El presidente Richard Nixon entendió esto con lo que él llamó su "teoría del loco", la idea de hacer que el enemigo vietnamita del Norte creyera que él era capaz de cualquier cosa, incluyendo presionar el botón nuclear. Sin embargo, el comportamiento consistente puede tener un efecto tan disuasivo como la imprevisibilidad errática: Si tus adversarios creen que mantendrás tu palabra, entonces tu palabra puede dar forma a sus acciones. El peligro de este enfoque, entre tanto, es que podría conducir a la perseverancia con una estúpida estrategia, simplemente para mantener el prestigio.

A menudo Schelling fue referido como un teórico del juego, a pesar de que él no se definía así. Sus métodos lo diferenciaban. Las mentes matemáticas habían demostrado con elegancia que los juegos de Schelling siempre tendrían soluciones. Siempre habría al menos un conjunto de estrategias en las que cada lado estaba jugando su mejor respuesta posible a la otra. Al reducir el número de opciones, sin embargo, el enfoque matemático arrojaría más suposiciones y ecuaciones al problema. Schelling, por el contrario, pensó que, como no se podía deducir lógicamente si una broma dada haría reír a la gente, era ridículo deducir lo que la gente podría pensar en una guerra nuclear solo pensándolo lógicamente.

Schelling buscó ayuda en el mundo real y argumentó que las normas compartidas eran la respuesta. Cuando pidió a sus estudiantes que escogieran un lugar de reunión en Nueva York, sin coordinación, la mayoría se acomodaría en el reloj de la Grand Central Terminal. En su conferencia de premio, Schelling utilizó esta idea para ayudar a explicar por qué las armas nucleares no se habían utilizado en el campo de batalla durante tanto tiempo: su uso era un tabú, por lo que el mundo podría establecerse en un punto focal.

En esa ajetreada mañana del 10 de octubre, cuando fue presionado por el tercer periodista de la mañana, Schelling se abstuvo de aconsejar a los jóvenes.

"No necesariamente trataría de convencer a alguien ... para convertirse en economista", dijo.

En vez de ser confinado por cualquier disciplina académica, él lideró mediante el ejemplo, abordando algunos de los problemas más preocupantes y más difíciles de manejar del mundo.

Dejanos tu comentario