• Por Antonio Carmona
  • Periodista

Si hubiera que dar el premio de la comunicación del año que se va, sin dudar, habría que dárselo al Dr. Aníbal Filártiga por el sensacional e impactante aviso que instaló en el arbolito de Navidad; generalmente inservibles hasta como adornos:

"Usen casco carajo"

Simple, contundente, impactante… Tanto que desencadenó una ola de comentarios más grande casi que el tema de la reelección

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Aníbal nos dijo en forma directa: "Usen el cerebro, carajo, para proteger el cerebro"; una verdadera lección de síntesis, de lógica inapelable; algo que nos cuesta mucho a los paraguayos.

El impacto fue más contundente que todas las imágenes televisivas, fotos, comentarios, llamados a la cordura, amenazas de sanciones que nunca se cumplen, y demás mensajes que se habían lanzado con lógica inapelable, pero, más que escaso, con nulo resultado.

No hay nada más contundente en comunicación, como diría Roa Bastos, que la palabra se haga realidad. Y así se hizo. La palabra golpeó a la sociedad y la hizo reaccionar.

La difusión comunicacional positiva llegó incluso a la donación de cascos a motociclistas, gran despliegue en redes, diarios populares, radios y televisión, desbordando todo lo imaginable. El sueño del pibe, diría un publicista.

No pudieron, sin embargo, faltar, como jagua carrerahápe, los ofendidos por el uso de "palabras groseras". Que me disculpen los mojigatos; como decía un maestro de la lengua: las palabras están para ser usadas; no hay buenas ni malas palabras, sino palabras bien o mal usadas. En este caso, primó el buen uso del lenguaje.

Y paso a concentrarme en el título de este comentario:

"Me van a tener que disculpar únicamente", en buen paraguayo, los maestros de la Academia Española de la lengua: para lo único que no se usa la palabra carajo, tan usada como desprestigiada por grosera, es para nombrar el "miembro viril", significado inicial y principal que le otorga el Diccionario. Hace un frío del carajo o un calor del carajo, una de las más utilizadas expresiones que tienen como eje la palabra en cuestión no tiene nada que ver con el sexo. Mucho menos, la más típica interjección: ¡"Andate al carajo"!, casi tan usual como "¡andate a la puta!", que no tienen nada que ver con el sexo, más bien todo lo contrario, con el odio.

En fin, el puritanismo anacrónico es ridículo para intentar desprestigiar una palabra que es de uso cotidiano, desde el lenguaje coloquial hasta la alta literatura.

Y vayamos al buen uso del lenguaje y su fin principal que es la comunicación. El mensaje del Hospital del Trauma sirvió para conmocionar a una sociedad que estaba incomunicada en uno de los temas más graves que vive, los accidentes de los motoristas, el alto costo en vidas humanas, en capacidades humanas y en tratamientos hospitalarios que podrían ser evitables. Un derroche de vidas, salud y gastos y desgastes médicos, absolutamente evitable, con responsabilidad y campañas preventivas.

Emergencias, que es desde donde salió el grito desesperado, porque es donde ven y viven y sufren cotidianamente el drama, no debería desencantarse de la palabra carajo, sino, por el contrario, encantarse por el impacto y mandar el mismo mensaje a los vendedores de motos, que las entregan como caramelos; a los intendentes, que no controlan los registros ni el tránsito, a los motoristas que son los más inconscientes e irresponsables en este suicidio vehicular cotidiano en que se juegan su vida y, más lamentablemente todavía, la de los suyos, menores que apenas la están comenzando, en muchos casos.

Hagan más grande y visible el "árbol de la vida". Alarguen el mensaje, por lo que nos queda de Navidad y arbolito:

¡Usen casco, carajo; usen las leyes, carajo, y usen el cerebro carajo!

Dejanos tu comentario