Por Augusto Dos Santos

Periodista

La visita de personas relevantes a la celda de un jefe narco no es una anécdota sino la reafirmación de la inserción de este poder en la política, la economía y la cultura.

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¿Cuánta presencia podría tener el narcotráfico en el financiamiento de campañas nacionales?

El poder narco consigue lo que en términos de secuestros se describe como el "síndrome de Estocolmo", congela a su sociedad damnificada e incluso gana su temerosa simpatía. Quizás a esto responda que con absoluta naturalidad y a veces con más asiduidad que los propios encargados de la lucha antidrogas, los abogados de narcos están presentes en los espacios mediáticos.

Desde los '80 en adelante, el fenómeno del narcotráfico ha empezado a cambiar el mapa folclórico y cultural latinoamericano. Primero narcotraficantes, luego sencillamente "narcos" los grandes operadores del negocio del tráfico de estupefacientes pasaron a convertirse en personajes de leyenda viva, dueños de regiones, dueños de voluntades oficiales y privadas, confrontados nada menos que con las políticas de seguridad del país más poderoso del mundo, los Estados Unidos.

El libro de Jaime Massardo y Alberto Suárez, "América Latina, Mosaico Cultural" (París-2005) contiene un dato patético: "Si se le pidiera hoy en día a un transeúnte en París, Boston, Tokio o Lagos citar a un colombiano conocido, es probable que pensaría en Pablo Escobar antes que en el premio Nobel Gabriel García Márquez. Esta repentina notoriedad mundial de los comerciantes latinoamericanos de sustancias psicotrópicas ilegales, de las 'mafias' del 'narcotráfico', es en gran parte el resultado de los importantes cambios políticos y económicos que han sucedido en América Latina durante los últimos veinte años".

NINGÚN DEBATE EN EL CONGRESO

La reciente detención en Asunción de referentes del poderoso Cartel de Sinaloa ha sido un triunfo de la política antidrogas del Gobierno pero al mismo tiempo un dato tan inquietante como cuando se detecta un cáncer temprano. Es temprano, pero es cáncer.

Para que se tenga una idea sobre este poderoso cartel, vale citar que, según la DEA, en México conviven ocho carteles de la droga que son representativamente importantes. De tales organizaciones criminales, el narco de Sinaloa representa el 76 por ciento de la droga que ingresa a los Estados Unidos, proveniente de su vecino país.

Estos son datos suficientes para pensar en el futuro que nos espera si la clase política no se sienta a dialogar sobre medidas que contrarresten este riesgo, esencialmente con el control al financiamiento de la política.

Durante los últimos tres años la vida del Congreso estuvo centrada en su versus con el Poder Ejecutivo y nunca destinó un debate profundo al problema narco que amenaza como una serpiente a la democracia paraguaya. Inocencia de unos, irresponsabilidad de otros termina siendo un todo funcional.

Sea como fuera, preocupa a las autoridades y al Gobierno de los Estados Unidos esta novedad y actualmente se destinan importantes esfuerzos para conocer hasta dónde Sinaloa pudo haber accedido con sus tentáculos.

Los carteles de la droga no tienen problemas con gobiernos que no ejercen resistencia y pueden pasar desapercibidos, sin provocar turbulencias, pero cuando los procesos de intercepción –como en este caso– molestan pueden ser protagonistas de hechos importantes que provoquen incluso conmoción en la gobernabilidad.

EL EPP Y LA MARIHUANA

De acuerdo con los reportes de la base de datos de la ONU, el Paraguay es el segundo país mayor productor de marihuana en América Latina, después de México, que es el primero. No tenemos mayores informaciones acerca del volumen de producción de cannabis de México, pero se trata de un país que tiene 15 veces más habitantes que Paraguay y que es casi 5 veces mayor en superficie geográfica.

La Secretaría Antidrogas (Senad) cree que la producción anual de marihuana picada y prensada, que es como se la comercializa, anda por las 30.000 toneladas. Supone que la superficie cultivada oscila entre las 4.000 y 6.000 hectáreas, principalmente en los departamentos de Amambay, Concepción, San Pedro, Canindeyú y Alto Paraná. Casualmente, cuatro de esos cinco departamentos son limítrofes con el Brasil, que es el principal comprador de la marihuana paraguaya según todas las evidencias.

El valor comercial de la marihuana que produce al año el Paraguay es nada más y nada menos que 2.700 millones de dólares, al precio de 90.000 dólares la tonelada. Es decir, 200 millones de dólares más que el valor factura de toda la soja exportada por nuestro país en el 2013.

¿Cómo es posible que, con todos estos datos, principalmente el que certifica la radicación de grandes cultivos en la zona donde funciona el EPP, se pueda creer que tal organización vive de su ideología justiciera? Todo lleva a suponer que en realidad vive de proteger el narco-negocio de la región.

UNA VECINDAD QUE NOS CONDENA

El Brasil es el principal comprador de la marihuana paraguaya, según técnicos de la Senad, pues lleva el 80%. Por algo los departamentos donde tradicionalmente se cultiva la droga son limítrofes o cercanos a ese país. El segundo comprador más importante es la Argentina, a donde va a parar el 10% de lo que sale del país, y el 10% restante va a Chile y a otros países.

Centrados en la región, debemos ser estrictos en considerar que si existe un norte paraguayo narco-activo, si existen ajusticiamientos con ametralladoras .50, de guerra (mientras nuestra Policía los persigue con pistola), si un zar narco está preso en una celda de Asunción, es por una sencilla razón: somos vecinos del país que consume y baraja las grandes cartas del financiamiento y distribución de la mercadería ilícita: el Brasil.

Nada de lo que ocurre en el Norte del Paraguay ocurriría si el destino de la ruta de la droga no fuera Brasil.

Lo que habría que preguntarse a continuación es: ¿se comprometerá Brasil como se comprometió alguna vez y hasta ahora el Gobierno de los Estados Unidos con el acompañamiento de la lucha antidroga en los países de origen?

El Brasil no puede seguir observando los acontecimientos del Paraguay, generados con financiamiento de su país, con delincuentes de su país y con drogas destinadas a su país, con la actitud de un cura que administra los pecados ajenos.

Hablemos con la verdad: la escala del potencial de fuego narco es ostensiblemente superior a las posibilidades de la Policía Nacional. Solo en dos camionetas. La de los asesinos y la del asesinado en Pedro Juan Caballero había más poder de fuego que en todos los destacamentos policiales juntos del Amambay. Entonces. ¿Qué podemos esperar de la Policía más que el temor de enfrentarlos?

Brasil debe asumir su real responsabilidad en este asunto. Y Paraguay debe instalarse con mayor amor propio, separando de sus responsabilidades las responsabilidades foráneas.

Sería interesante que –a continuación– el Brasil colabore con el Paraguay con el financiamiento de la lucha antidrogas, tal como otro gran "consumidor" los Estados Unidos lo hace, porque en las condiciones actuales es difícil que con el arsenal y la tecnología propias de nuestro país se pueda provocar el fin de esta batalla.

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