Para que una nación se convierta en próspera, pujante y previsible, parte del desarrollo de esta evolución comprende además de la voluntad política de los gobiernos, la seguridad jurídica que otorga un Estado.
Este aspecto, entendido como ese rasgo de las normas que generan certeza y confianza del ciudadano –en especial del que invierte–, sobre la justa administración de las leyes, es vital para que un país sea considerado mínimamente viable o potencialmente atractivo.
Uno de los grandes reclamos que han hecho los inversionistas –extranjeros y compatriotas– durante décadas a los sucesivos gobiernos del Paraguay ha sido el de otorgar seguridad a las inversiones que realizan, especialmente en lo que respecta al aspecto jurídico.
En los últimos años, el Paraguay ha experimentado un impresionante boom en el ámbito de la construcción, a raíz de haberse convertido en un receptor de millonarias inversiones que le han cambiado el rostro a las urbes del país. Porque ese cambio no se limita solo a la capital del país, ciudades como Encarnación o Ciudad del Este han devenido en polos tan apetecibles como la ciudad de Asunción.
Parte de las millonarias inversiones que han llegado al país en los últimos años tiene como destino el departamento de San Pedro, una de las regiones que eran consideradas hasta hace unos años como entre las más pobre del país. Este departamento, poco a poco, está cambiando esa condición con el avance de obras viales, con el repunte de ciudades emergentes como Santa Rosa del Aguaray, que se han transformado en un verdadero polo, así como a fondos que han mejorado su infraestructura. San Pedro ya no está asociada a términos como "atraso", "olvido" o "conflicto".
Contrariamente a la dinámica que venía dándose en el nuevo milenio, nuestro país ha empezado a cambiar la visión que tienen de él los inversores extranjeros. Ha pasado de ser un país endeble a nivel jurídico a ser uno robustecido en esa materia y con instituciones gubernamentales que no solo conocen su estrategia, sino que la aplican.
Como un ejemplo de esta nueva dinámica que vive este departamento, en la ciudad de Guayaybí, la Industria Paraguaya de Alcoholes (Inpasa) inició esta semana uno de sus más grandes proyectos con la construcción de una planta productora de alcohol, la segunda que posee esta compañía.
Para entender la magnitud de la obra, solo en levantarla se requerirá la contratación de 800 obreros y su coste final está comprendido por encima de los 80 millones de dólares. Un proyecto de gran envergadura, sin dudas, y que una vez que esté operativa atraerá la mano de obra de cientos de ciudadanos de este departamento.
Este tipo de inversiones, sumadas a otras que van llegando, dan cuenta del gran atractivo que ha representado el Paraguay en los últimos años, merced también a una eficiente política económica impulsada desde el Gobierno.
Paraguay es un país que necesita de la inversión para poder generar más y mejores fuentes de empleo, y que esta –a su vez– implique que se paguen más impuestos conforme a la ley.
Los números oficiales muestran este repunte en la inversión. Así, de enero de este año hasta lo que va de diciembre del 2016, el Ministerio de Hacienda aprobó un total de 104 proyectos de inversiones privadas por un valor que asciende a más de 187 millones de dólares, bajo los beneficios y alcances de la Ley 60/90 "De Inversiones", que desde su creación ha significado un importante canal de negocios.
Contrariamente a la dinámica que venía dándose en el nuevo milenio, nuestro país ha empezado a cambiar la visión que tienen de él los inversores extranjeros. Ha pasado de ser un país endeble a nivel jurídico a ser uno robustecido en esa materia y con instituciones gubernamentales que no solo conocen su estrategia, sino que la aplican.
En definitivas, el Paraguay ha logrado afianzar su imagen en el exterior, donde su transformación ha ido evolucionando hasta convertirlo en un país serio.