Andrew E. Kramer

MOSCÚ.

El gobierno ruso anunció que venderá casi el 20 por ciento de su compañía estatal de petróleo, Rosneft. Las compradoras son la firma suiza de comercio de materias primas Glencore y el fondo soberano de Qatar.

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El acuerdo desafía las expectativas de que ningún inversionista se atrevería a comprar una participación en el activo ruso, dadas las sanciones occidentales contra el gobierno del presidente Vladimir V. Putin.

Pero la aparición de dinero extranjero sugiere que los inversionistas están reevaluando las sanciones después de la elección de Donald J. Trump, quien ha defendido el calentamiento de las relaciones con las autoridades en Moscú y está considerando al presidente de Exxon Mobil, Rex W. Tillerson, como candidato a secretario de Estado.

Tillerson criticó las sanciones como perjudiciales para las empresas después de que detuvieron una inversión conjunta de Exxon con Rosneft para perforar petróleo en el mar de Kara, en el sector ruso del Océano Ártico.

El acuerdo dará a Moscú 11.300 millones de dólares para ayudar a contrarrestar su cada vez mayor déficit presupuestario, mientras Rusia combate dos guerras, en Siria y Ucrania, y ha luchado para cumplir con los pagos de pensiones y las salarios del sector público.

El acuerdo surgió como un giro sorpresivo en la privatización de Rosneft. Con vencimientos que coinciden con el fin de año próximo, no se habían presentado compradores por la participación del 19,5 por ciento en la compañía petrolera pública más grande del mundo, teniendo en cuenta la producción y las reservas. La aparente falta de oferentes se interpretó como un signo pesimista del interés de los inversores en Rusia.

Durante la mayor parte del año, el gobierno ruso había planeado vender acciones a la propia empresa estatal mayoritaria, lo que difícilmente habría calificado como una verdadera privatización.

Cabe recordar que, en el 2014, Estados Unidos decidió imponer sanciones a Rosneft y a otras empresas rusas en respuesta a la intervención de Rusia en la guerra en el este de Ucrania.

Las sanciones limitan los préstamos a largo plazo y la transferencia de tecnología estadounidense para la perforación de yacimientos en el mar y para extraer petróleo de esquisto.

El acuerdo conlleva otros riesgos también. Tanto Glencore como el fondo de Qatar, que es la Autoridad de Inversiones de Qatar, tienen amplias inversiones en mercados emergentes. El fondo de Qatar es también un inversionista en Glencore.

El precio anunciado valuó a Rosneft en 58.000 millones de dólares, algo menos que el valor de las acciones de la empresa en la bolsa de valores en Moscú el miércoles pasado, que era poco menos de 59.000 millones de dólares.

Tanto el precio de mercado de las acciones como el precio de venta de la participación de 19,5 por ciento anunciada son una relativa ganga, lo que indica el afán del gobierno ruso de lograr un acuerdo para apuntalar sus finanzas.

Rosneft bombea diariamente 4,7 millones de barriles de petróleo y la energía equivalente en gas natural, en comparación con 4,3 millones de Exxon. A modo de paralelismo, el valor de mercado de Exxon fue de US$ 364 mil millones durante las operaciones del miércoles en la bolsa, seis veces el valor de Rosneft.

Los dos compradores tomarán partes iguales de la participación, dijo el presidente ejecutivo de la compañía, Igor I. Sechin, a Putin en una reunión televisada.

Putin lo calificó de "el mayor acuerdo de privatización, la mayor venta y adquisición en el sector global de petróleo y gas del 2016".

En una declaración, Glencore dijo que estaba en "la etapa final de las negociaciones" sobre el acuerdo. La compañía dijo que contribuiría la compra con 300 millones de euros, o 323 millones de dólares, de sus acciones, con el resto de la financiación procedente del fondo de Qatar y financiación bancaria. Bajo estos términos, Glencore tendría acceso a un adicional de 220.000 barriles diarios de petróleo de Rosneft para comercializar.

Sechin atribuyó el mérito del acuerdo a Putin. "Teniendo en cuenta las circunstancias económicas muy difíciles y los plazos extremadamente estrictos para este tipo de proyecto" –dijo Sechin–, "puedo informarles que hemos podido conseguir este acuerdo gracias a su contribución personal".

La venta completa una larga trayectoria para los activos energéticos rusos, que viene desde la privatización a la nacionalización y nuevamente a la privatización, con el momento desfavorable para los ciudadanos rusos que son los propietarios mayoritarios de la compañía.

Bajo Putin, el gobierno ruso tomó los campos petroleros y de gas que habían sido privatizados en el primer período possoviético por compañías como Yukos y TNK, y los reunió bajo una gigantesca compañía estatal, argumentando que el gobierno debería dirigir la política de estos estratégicos bienes.

El gobierno efectivamente nacionalizó a Yukos mediante demandas por impuestos no pagados después de que su fundador, el magnate petrolero Mikhail B. Khodorkovsky, fuera encarcelado por cargos de fraude con connotaciones políticas.

Rosneft compró los activos de TNK y de su socio extranjero, BP, por cerca de US$ 60 mil millones en el 2013, cuando los precios del petróleo estaban todavía flotantes. Ahora el gobierno está vendiendo acciones en el deprimido mercado global del petróleo por una fracción de lo que pagó hace tres años.

La holding estatal Rosneftegaz es la mayor accionista, con un 69,5 por ciento, que bajará al 50 por ciento después de la venta a Glencore y al fondo de Qatar. Una agencia estatal de propiedades tiene una participación con derecho a voto para retener el control estatal mayoritario.

BP, el gigante petrolero británico, posee un 19,75 por ciento, y el resto se cotiza en la Bolsa de Londres y en Moscú.

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