Carolina Vanni
Enviada Especial
Cumplir una promesa o llegar a Caacupé para pedir algo a la Virgen no es simplemente caminar. Los peregrinos ofrecen caminar desde distintos puntos: Ypacaraí, Piribebuy, Kurusu Paregrino, Pablito Róga, cruce a San Bernardino y otros más valientes, desde otros puntos más lejanos.
La peregrinación hacia la Basílica y Santuario Nacional de la Virgen de Caacupé conlleva un sacrificio, ya que en el andar no solo se padece del cansancio, sino además sed y muchas veces hambre. Otros más devotos y agradecidos rezan el rosario durante el trayecto, agradeciendo a la Virgen.
"Mucha gente dice que caminar es simplemente venir y andar. Pero en realidad, el peregrinaje es más que eso: es venir con fe, devoción, venciendo el hambre, cansancio, lluvia, calor, sed, con tal de llegar junto a la Virgen y dar gracias", dijo Griselda Arámbulo, una peregrina que llegó desde Altos.
Tras llegar a la explanada y escuchar la misa, sea de día o de noche, el siguiente paso es encender una vela, y de ser posible entrar hasta el Camerino de la Virgen, para estar lo más cerca de la Santa. "La fila es larga, pero vale la pena para estar cerca de ella", aseguró don Crispín Centurión, de 50 años, en un portuñol bien entendible. El hombre es oriundo de Hernandarias y llegó pedaleando hasta la Basílica, una aventura que la cumplió en una semana.
Pero hacer todo esto obliga a los peregrinos estar mucho tiempo de pie, agudizando de esta forma el cansancio que ya se traía con el peregrinaje. Luego de completar la promesa, los peregrinos solo buscan un espacio libre donde tender una sábana, el piri, la toalla o lo que fuere a fin descansar el cuerpo, estirar las piernas y reponer las fuerzas.
Cristian Duttra, oriundo de Hernandarias, también pedaleó para llegar con sus compañeros hasta la Basílica. "Le pedí que me ayude con mis estudios, para seguir y poder terminar", dijo al tiempo de indicar que durante mucho tiempo no pudo seguir la carrera que había elegido: Administración de empresas.
Aunque caminó solo desde la Cruz del desvío a Piribebuy, doña Ceferina García, oriunda de la cuidad de Caaguazú, dijo que no solo pagó su promesa con la Virgen de Caacupé, sino que, además, alivianó sus pecados. "Pedí por mi familia, por mis hijos, y también por mi salud. No solo cumplí mi promesa de caminar desde el desvío a Piribebuy, sino me siento más liviana y le llevo a la Virgen conmigo. Ahora ya la vamos a tener en mi casa", manifestó la mujer que por quinta vez, llegó hasta la Basílica.
"Me quedan dos años más que tengo que caminar, pero por las dudas ya le llevo a la Virgen con nosotros, así, si no podemos venir, igual le hacemos la fiesta en mi barrio, un karu guasu para agradecerle por todo", aseguró.
Llegar desde el norte del país, de Loreto, Concepción, no es nada fácil, ya sea por la distancia o por la falta de recursos. Sin embargo, la joven Jessica Emategui (19 años), hizo el mayor esfuerzo porque desde hace mucho que quería visitar a la Virgen, en especial porque ella cumplió su parte. "Es la primera vez que vengo. Me costó mucho, porque es cansador el viaje y luego tener que caminar, pero promesa es promesa y se tiene que cumplir, así que me puse al día con la Virgen", dijo al recordar que cuando terminó la secundaria ya le había prometido una visita, pero que por cuestiones de dinero no pudo llegar antes, debido a que sus padres son de escasos recursos.
Historia de este tipo hay miles, de diferentes puntos del país, pero con uno mismo sentido de religiosidad: honrar la Virgen de los Milagros de Caacupé.