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De The Economist

En algunos aspectos, Steve Mnuchin es un candidato típico para el puesto de secretario del Tesoro de Estados Unidos. Como dos de sus últimos siete predecesores, y como su padre y su hermano, ascendió en las filas de Goldman Sachs, un banco de inversión. En la década del 2000, trabajó brevemente para el inversionista George Soros, quien, en vísperas de la elección, destacó junto al director ejecutivo de Goldman Sachs Lloyd Blankfein como blanco del ataque de Donald Trump contra la "estructura de poder mundial". Cuando surgió la noticia de la nominación de Mnuchin, él habló con sobriedad a CNBC de la necesidad de reformar el código fiscal.

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En otras formas, sin embargo, Mnuchin es un candidato poco convencional. En los últimos años ha cambiado mayormente las finanzas por las películas. Su compañía de entretenimiento, en asociación primero con Twentieth Century Fox y luego con Warner Bros, ha producido éxitos de taquilla que incluyen a "Avatar" (2009) y "Gravity" (2013). En su esfuerzo más reciente, "Rules Don't Apply", el drama romántico de Warren Beatty sobre el Hollywood de los años 50, Mnuchin incluso hace una breve aparición especial; aunque eso no fue suficiente para impedir que la cinta fracasara en el fin de semana de Acción de Gracias.

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A principios de 2016, la prometida de Mnuchin, la actriz británica Louise Linton, cobró cierta notoriedad por escribir un libro, ahora retirado de la venta, sobre su año sabático en Zambia. En él, ella cuenta relatos de conflictos rebeldes, la temporada del monzón y arañas de 30 centímetros. Zambia no tiene ninguna de estas cosas.

Mnuchin ha hecho algo de tiempo para las finanzas en la costa oeste. En el 2009, él y otros compraron Indy Mac, un banco californiano quebrado. Rebautizado One West, el banco se lanzó con demasiado celo contra los deudores hipotecarios atrasados en sus pagos, según sus críticos, lo que condujo a varias demandas judiciales.

Si el Senado confirma su designación, Mnuchin enfrentará tres importantes desafíos en el cargo.

El primero será aclarar la política fiscal de Trump. Durante la campaña, Trump propuso recortes de impuestos que, según la Fundación Fiscal, un grupo de análisis de inclinación derechista, daría al 1 por ciento superior de los asalariados una reducción de impuestos con valor, en promedio, de entre 12 y 20 por ciento de sus ingresos. Sin embargo, Mnuchin dijo a CNBC que no habría reducción neta de impuestos para las personas con los salarios más altos. Antes de la elección, Trump criticó el plan de su oponente para un banco de infraestructura "controlado por políticos y burócratas" y propuso usar créditos fiscales para alentar más bien la inversión privada. Sin embargo, a mediados de noviembre Mnuchin sugirió que el gobierno entrante está analizando iniciar un banco de infraestructura después de todo.

El segundo desafío será cumplir las promesas de Trump sobre el comercio. Se piensa que Mnuchin comparte los instintos proteccionistas de su jefe. Él determinará la política comercial junto con Wilbur Ross, el nominado de Trump para secretario de Comercio. Ross, un multimillonario inversionista en empresas en bancarrota, es un crítico abierto de los recientes acuerdos comerciales. En el Departamento de Comercio, supervisará la ejecución comercial, como la imposición de aranceles. En la Tesorería, Mnuchin tendrá responsabilidades como declarar a China un manipulador monetario.

El último desafío trascendental será defender la agenda de crecimiento de Trump. Al anunciar las nominaciones, el equipo de transición reiteró la promesa de crear más de 25 millones de empleos durante la próxima década; 18 millones más de lo que se pronostica actualmente. La aritmética sugiere que esta promesa es fantasiosa: aun cuando la participación en la fuerza laboral de las personas entre 35 y 54 años volviera a su nivel más alto, solo aparecerán 4,3 millones de nuevos trabajadores para el 2024.

Para alcanzar su meta de crecimiento económico de entre 3,5 y 4 por ciento, el nuevo equipo de Trump debe esperar más bien un aumento sin precedente de la productividad, quizá impulsado por la desregulación. Voces más sobrias dicen que un crecimiento de 2,5 por ciento o, cuando mucho, 3 por ciento, debería ser la meta.

Suponiendo que Mnuchin pueda lograr eso, tendrá que encontrar una manera de venderlo como una promesa cumplida.

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