Por Esteban Aguirre
@panzolomeo
Lidera el que inspira. Suelo tratar de convencerme a mí mismo en tiempos de sobredosis de redes sociales con la frase "Viví una vida instagrameable, no instagrameés tu vida", no te pierdas en el medio y el liderazgo será un proceso natural, porque simplemente vivirás una vida ejemplar en esta era de exceso de obturadores, flashes y mensajes de texto. Si estás haciendo algo significa que alguien lo está narrando y si esa narrativa inspira a otros a hacer lo mismo –a seguir un camino similar, un camino que inspira– estás dejando el legado del liderazgo, ya que estás habilitando a otros a hacer lo mismo.
Hace unos años me tope con el modelo de "Equipazo - Liderazgo en Equipo", una palabra y concepto amablemente compartido y cocreado entre Andrés Silva y Jorge Talavera y el gran equipo de Okara. Siendo un fanático del juego de palabras y la creación de nuevos significados con lúdicos movimientos de letras, siempre tuve la idea de que solo con leer el título de ese taller ya había entendido de qué se trataba, felizmente estaba equivocado y pude aprender en el proceso de escuchar para entender y no para responder.
Que el líder es aquel que llega al encuentro libre de prejuicios y con claridad de tener la amable paciencia de entender que todos estamos aprendiendo al mismo tiempo. El líder orienta la información para beneficio de todos. Interconexión de nociones.
Si bien es un recuerdo reciente, pero considero que si el primer módulo de Dende (Desarrollo en Democracia, curso que recientemente culminé) me regalaba la experiencia de tener un mano a mano con el maestro Luis Szarán, de igual manera sus palabras iban a llegar a esta reflexión. "Somos nuestra propia trampa o nuestra propia inspiración, depende de nosotros", ahí es donde yace el miedo de genuinamente levantar la cabeza en este país que aún está en búsqueda del hueso perdido del que alguna vez hablo Helio Vera.
Solemos olvidar que muchas veces es necesario analizar sobre lo que tenemos que pensar y no cómo debemos hacerlo. Ese como viene redefiniendo la historia del Paraguay desde hace mucho tiempo, en el fondo ese Paraguay existe mucho tiempo antes de guerras y partidos confrontados. Existe dentro de una realidad existente en todos los ámbitos y genera –no una sino– "la oportunidad que no es cuestión de partidos, sino de personas" como alguna vez mencionó María Fukuoka.
"Sí la verdad es todo lo que vos creás", ¿Por qué no creer en un país mejor?, ¿por qué no creer que un liderazgo compartido?, de egos saludables colaborando en un espacio egofriendly, entendiendo que somos parte de una evolución que nos puede llevar a un mejor momento. Un momento en donde la felicidad es –como debe ser– compartida. Con la idea de cocrear en mente comparto una reflexión sobre liderazgo que alguna vez escuché. Un hilo conductor que mejor define esta idea de salir adelante en el ombligo de Latinoamérica.
"El camino del triunfo está rodeado de sacrificios, de esfuerzos desmedidos, de resignaciones, los peldaños en la escalera hacia la victoria llevan muchos nombres, pero los más valiosos curiosamente son las derrotas.
Perder no es otra cosa más que ganar aprendizaje, y es el aprendizaje la materia prima que permite cosechar el éxito. Triunfos y derrotas son vistas como fuerzas antagónicas, pero en realidad una necesita de la otra. Es esta dicotomía, este cruce del bien y del mal el que provoca el desequilibrio necesario. El que empuja a conquistar hazañas, a seducir multitudes, a conseguir imposibles.
Hay que saber perder reza la máxima del deporte, pero también hay que saber ganar, y eso es para pocos. Para muy pocos. Los ganadores verdaderos no se extasían con la primera victoria, quieren más, siempre más. Como si se tratase de una compulsión enfermiza de repetir una sensación perdida. Una adicción, una energía especial que rompe el orden establecido. Los de afuera muchas veces no los entienden. Su estilo provoca sensaciones ambiguas, amor y odio, tomarlo o dejarlo. Si estás conmigo, lloraremos juntos; si estás enfrente, llorarás por mí.
El líder arrastra y convence, el ganador obsesivo contagia. La pregunta es inevitable, ¿estás dispuesto a hacer lo necesario para ganarlo todo? ¿Estás dispuesto a resignar amor, dinero, tiempo, familia, protagonismo, amigos, para pertenecer a la última categoría?