Por Alex Noguera

Periodista

Nadie quedó insensible a la catástrofe de la que el mundo fue testigo apenas hace apenas unos días. Consternación, sorpresa y dolor salieron con el sol esa mañana en la que se esperaba hubiera aterrizado el avión que transportaba a la delegación del equipo de fútbol Chapecoense, que debía llegar para disputar la gran final de la Copa Sudamericana.

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No era posible tanto horror. Todos los jugadores titulares y suplentes, así como el cuerpo técnico, se estrellaron contra un cerro antes de alcanzar Medellín. Lo que iba a ser una fiesta se convirtió en un dantesco escenario del que apenas 6 actores milagrosamente lograron sobrevivir.

A medida que transcurrían las horas, muestras de solidaridad llegaron desde todos los rincones del planeta. Historias personales, imágenes, anécdotas invadieron las redes sociales y los equipos en Europa rendían su homenaje a los compañeros caídos con un minuto de respetuoso silencio.

Desde todas partes surgían conjeturas de qué pasaría en adelante. El equipo rival pidió que se otorgara el título en disputa a los héroes fallecidos.

Sentidos homenajes se rindieron en Colombia y en Brasil a los jugadores. La hinchada expresaba su dolor de diferentes maneras y contagiaba de sensibilidad al resto de la comunidad deportiva. Y no es para menos, ya que 71 personas cayeron esa noche al abismo eterno.

Los periodistas no son noticia. ¿Ni aunque mueran 20? No, ni aunque mueran 20. Es la triste y lapidaria respuesta. En realidad fueron 22 las personas de prensa que perdieron la vida en ese vuelo.

Para ninguno de ellos el mundo solicitó una medalla póstuma de campeón, sólo las lágrimas de su familia, en silencio, regarán las flores de su tumba. Para algunos ni siquiera eso; será el rocío mañanero la lágrima ausente de una soledad compañera tan cotidiana y conocida en la labor periodística.

Para algunos ni siquiera eso; será el rocío mañanero la lágrima ausente de una soledad compañera tan cotidiana y conocida en la labor periodística.

Los periodistas deben pasar desapercibidos para que la noticia resalte, así como el árbitro que cumple a cabalidad su cometido, para que el espectáculo sea como debe. Para eso, los técnicos estuvieron allí, antes que los controladores de los portones de acceso, antes que el público, armando sus equipos, desenrollando cables, viendo de dónde van a alimentar con energía los aparatos, calibrando cámaras y micrófonos.

Y cuando todo acaba, tras la euforia de la victoria o la congoja de la derrota, ellos permanecen en su labor inversa juntando cables, ya tarde en la noche, cuando la voz del locutor ha callado, miles de dedos mastican teclados y los ojos de los correctores auscultan páginas en la vorágine de la prisa por entrar a imprenta.

Los periodistas no reciben medallas. Ellos esperan pacientes un móvil que los acerque al lugar de trabajo y más de las veces el colectivo que no le perdona ningún pasaje. Es que no tienen autos ostentosos, apenas los que pagan en cuotas interminables, si pueden. Tampoco viven en mansiones, sino en la redacción o en la calle. Comen de paso, duermen sentados, viven trabajando.

A manera de advertencia, a los estudiantes de comunicación les dicen que el periodista no tiene amigos porque debe estar dispuesto a sacrificar esa relación si en un momento dado tiene que denunciar una acción incorrecta por parte de ese "amigo". El periodista con ética asume ese apostolado, pero no le advierten que esa cláusula incluye a la familia, a la que abandona muchas horas al día, y con la que queda en deuda en los momentos más importantes. Tampoco le avisan que no se hará rico con la profesión, por el contrario, se hará de enemigos poderosos cuando ejerza su labor para desenmascarar la corrupción.

Nadie llamará a la tarima de los campeones a Victorino Chermont, Rodrigo Santana Gonçalves, Devair Paschoalon, Lilacio Pereira Jr., Paulo Clement y Mário Sérgio, de la cadena FOX; ni a Guilherme Marques, Ari de Araújo Jr. y Guilherme Laars, del diario Globo. Tampoco a Giovane Klein Victória (reportero de RBS TV de Chapecó), Bruno Mauri da Silva (técnico de RBS TV de Florianópolis), Djalma Araújo Neto (camarógrafo de RBS TV de Florianópolis), André Podiacki (reportero del Diario Catarinense), Laion Espíndola (reportero de Chapecó), Rafael Valmorbida, Renan Agnolin, Fernando Schardong, Edson Ebeliny, Gelson Galiotto, Douglas Dorneles, Iván Agnoletto y Jacir Biavatti. Fueron 22 los que dieron la vida cumpliendo su labor de prensa. Para ellos no quedan medallas, solo la satisfacción del deber cumplido. Como todos los días. Sin feriados. Sin domingos.

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