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¿Y ahora qué? Tras del uno-dos del Brexit y Trump, los europeos están observando todas las próximas elecciones, desde Austria, los Países Bajos a Francia, por temor de que podría convertirse en el próximo lugar en la larga marcha hacia el antiberalismo. Los centristas de Europa han empezado a verse como defensores modernos del Álamo (23 de febrero — 6 de marzo de 1836. Conflicto militar crucial en la Revolución de Texas.), defendiéndose desesperadamente mientras los populistas saqueadores avanzan por todas partes.

El asedio del Álamo terminó cuando el ejército mexicano invadió la fortaleza, matando a los valientes texanos que había dentro. El equivalente de hoy podría ser la elevación de Marine Le Pen, lideresa del Frente Nacional de extrema derecha de Francia, al Élysée en las elecciones presidenciales del próximo año. La victoria para Le Pen, prácticamente dada como un hecho, anunciaría una nueva edad del nacionalismo anti-europeo. Hasta podría significar la desintegración de la propia Unión Europea (UE).

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Sin embargo, Le Pen ha demostrado ampliamente que no necesita la victoria electoral para doblegar la política francesa hacia su voluntad. Aunque la lección de otras partes de Europa es que las responsabilidades del poder pueden ser venenosas para los populistas: el apoyo al partido nacionalista finlandés se ha reducido a la mitad desde que se unió a una coalición en Finlandia el año pasado. Tienen más éxito criticando todo mirando desde afuera, torciendo políticas a su favor, mientras se reservan el derecho a arrojar bombas políticas cuando es conveniente a sus intereses.

Del comercio y a la migración a los presupuestos nacionales, los populistas de Europa ya están moldeando la política a un grado que no se refleja en su éxito limitado en las urnas. Pocos todavía han penetrado en la fortaleza, pero lanzan misiles infectados por las paredes y los liberales ya están sucumbiendo al virus.

Es solo atender al comercio. Durante años los gobiernos europeos han discutido entre sí sobre si aumentaban o no los aranceles sobre las exportaciones subvencionadas por el Estado, como el acero chino. Ahora, sin embargo, el asalto populista a la globalización ha dado al debate una nueva urgencia. En octubre, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, dijo que la UE necesitaba mejores instrumentos de defensa comercial para enfrentarse a "populistas estúpidos". Y ahora el problema es Chefsache (una red de trabajo de líderes la industria, la ciencia, el sector público y los medios de comunicación comprometidos para elevar el balance de género a una prioridad gerencial). Es tan importante que se negociarse entre los líderes europeos antes que entre sus ministros, quienes a menudo están mejor informados.

Mientras tanto, los agitadores anti-comercio de izquierda han obligado a los gobiernos a abogar por acuerdos defensivos con Estados Unidos y Canadá. Los funcionarios ahora argumentan que, sin freno alguno, el dumping (vender a precios inferiores al costo) chino matará el consentimiento público necesario para lograr acuerdos comerciales.

En cuanto a la migración, también, la presión populista ha transformado un debate sobre cómo administrar los movimientos de refugiados en un enfoque casi exclusivo para mantener alejados de sus fronteras a los migrantes. Aunque por ahora la atención está en los extranjeros de fuera de Europa, los populistas fácilmente explotarán los miedos franceses de los plomeros polacos o la angustia alemana hacia los turistas rumanos, si resultare conveniente.

Para evitar esta ansiedad, la UE probablemente pronto obligará a las empresas que emplean a trabajadores temporalmente desplazados de otros lugares de Europa a igualar las condiciones y salarios locales. La comisión, respaldada fuertemente por Francia, ha dicho que la medida es necesaria para hacer frente a lo que denomina "dumping social", pero los gobiernos de Europa oriental consideran esto un escandaloso incumplimiento de las normas del mercado único.

El efecto populista también aparece en lo que los políticos deciden no hacer, señaló Heather Grabbe, directora del Open Society European Policy Institute, un grupo de análisis.

Explicó que, mirando temerosamente y de soslayo hacia la amenaza populista, los gobiernos se apartaban de las decisiones controvertidas o retaceaban su apoyo a los compromisos de los tratados, como ayudar a los refugiados, por ejemplo. El Banco Central Europeo ha advertido que el populismo frenará el entusiasmo de los gobiernos por las reformas fiscales y estructurales necesarias para inyectar un poco de vida en las economías marginales y reducir la dependencia de la zona euro del dinero barato. Las recientes disputas comerciales darán a la mayoría de los líderes una pausa antes de declararse a favor del próximo acuerdo.

La amenaza populista también proporciona a los gobiernos una excusa del tipo "Après nous, le déluge (Después de nosotros, el diluvio)" en sus disputas entre sí o con Bruselas. Tanto Francia como Italia han abogado exitosamente por la tolerancia fiscal ante la Comisión Europea, la cual controla el temido límite del déficit presupuestario en la zona euro, que es del 3% del PIB, para así ayudar a calmar sus insurgencias políticas internas.

"Prefiero tener una Francia con un déficit de 4,4% hoy, que una Francia con Marine Le Pen mañana", dijo el primer ministro italiano Matteo Renzi.

La mejor explicación para la línea dura que los 27 miembros restantes tomarán en las próximas negociaciones del Brexit es su temor de que un buen acuerdo de salida para Gran Bretaña dejaría a sus propios eurospépticos quejándose por tantas modificaciones y exenciones que la EU quedaría como un cuerpo sin vida.

Sin embargo, el empujón populista no siempre es peligroso. Jean-Claude Juncker puede tener razón en que la UE necesita revisar su política de defensa comercial: Estados Unidos se permite imponer aranceles mucho más altos a las importaciones chinas de acero que Europa. En cuanto a la migración, los expertos habían destacado durante mucho tiempo los peligros de eliminar la mayoría de los controles fronterizos dentro de la UE antes de reforzar sus fronteras exteriores. Si se necesitaba una crisis para exponer la locura… bueno, mejor tarde que nunca.

El problema es que, en todos estos casos, los gobiernos han perdido el control del debate y cedieron terreno político a los partidos cuyos reclamos no entienden. Permitir que los populistas marquen el tono mientras deploran sus opiniones presenta a los votantes una propuesta confusa. Observando la construcción de barreras comerciales o cercas fronterizas, algunos pueden preguntarse por qué deberían temer a los grupos que propusieron tales ideas en primer lugar.

Europa sufrido crisis durante años y las crisis raramente contribuyen para hacer política de manera inteligente. Sin embargo, cuando el miedo en Europa aumenta, sus líderes tendrán que encontrar el coraje para manejar la amenaza populista en lugar de ser liderados por ella.

El Álamo pudo haber terminado en un desastre, pero los texanos se reagruparon y finalmente lucharon para llegar a la victoria. Quizá con el tiempo los liberales asediados de Europa puedan encontrar el coraje para hacer lo mismo.

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