Por Alex Noguera
Periodista
A veces pareciera como que la historia se repitiera y recordase hechos pasados. En este caso, nos trasladamos hasta la China de inicios de 1900, al movimiento conocido como "Levantamiento de los bóxers", plasmada por el director Nicholas Ray en la película clásica "55 días en Pekín" y protagonizada por tres de los más grandes actores: Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven.
Según la historia, los chinos se cansaron de la influencia foránea que se extendía sobre el comercio, la política e incluso la religión, a tal punto de que los misioneros cristianos –en su "misión" por evangelizar– llegaban a destruir las estatuas de Buda. Eso colmó la paciencia de los locales, que se levantaron en armas y obligaron a los civilizadores a huir, refugiándose en Pekín, que fue sitiada. Allí estaban las delegaciones extranjeras, que se pertrecharon para resistir en vista de que tenían noticias de que estaba en camino una columna de 2.000 soldados que las defenderían.
La revuelta fue tan virulenta que dejó como saldo la muerte de entre 50.000 y 100.000 orientales y 230 occidentales. La relación de bajas en uno y otro bando es abismal teniendo en cuenta dos aspectos: que los extranjeros se atrincheraron detrás de los muros de la ciudad cerrando todos los accesos y tenían la superioridad tecnológica, ya que contaban con fusiles, contra lanzas de los chinos.
En la versión hollywoodiense, Matt Lewis (Charlton Heston) es un mayor de los marines de los Estados Unidos que pretende evacuar su embajada, pero el diplomático británico sir Arthur Robinson (David Niven) convence a los demás embajadores y se quedan con la ilusión de recibir la ayuda.
En este libreto, así como en la vida real, la tinta de la traición es indeleble y escribe oscuros trazos en los episodios de la vida. Y es que el ministro de Asuntos Exteriores chino, nombrado por la emperatriz viuda Tsu Hzi, ataca la columna salvadora y lo que debía ser un rescate se convierte en una larga agonía de 55 días para los europeos. En un esfuerzo heroico, Lewis organiza a los 500 soldados para continuar la defensa.
Pero la heroicidad tiene límites, más cuando la comida y las medicinas escasean y sobre todo cuando día y noche son asediados por los exaltados chinos. Estos, apoyados por el ejército regular, realizan la carga final. Son 6.000 bóxers que derriban todas las barreras. Es el final. Todo está perdido. Pero por arte de magia, de pronto y sin ninguna explicación el ataque se detiene y los orientales emprenden una inexplicable y presurosa retirada.
Los asediados no entienden qué sucede. En el aire, el humo de la pólvora se mezcla con un tenue, pero cada vez más fuerte sonido. Son los músicos de la columna perdida que marcan el ritmo de la marcha. Se acercan en formación de desfile y cada legación reconoce a los suyos en medio de vítores y hurras.
Es el fin del duro asedio. La emperatriz es obligada a rendirse y a aceptar las condiciones de los extranjeros. Fueron 55 interminables días de lucha que marcaron el comienzo del siglo XX, en una historia de valor, de rebeldía, de exigencia por los derechos considerados justos contra la opresión.
En los comienzos del siglo XXI, una historia parecida protagonizaron actores reales en Asunción del Paraguay. Eran estudiantes de la UNA, que lucharon contra la tiranía de un sistema colonialista, que beneficiaba a las delegaciones en su propia tierra, la universidad.
A diferencia del levantamiento de los bóxers, fueron ellos los que cerraron los accesos. En una de las embajadas, en la de FIUNA, el decano y sus partidarios quedaron sin alumnos, sin medicina, sin trabajo. Resistían a abandonar sus privilegios a pesar de tantas bajas, ayudados por una emperatriz con otros intereses llamada CSU y su ministro de Relaciones Exteriores, el rector.
Esta vez no fueron 55 días de asedio, sino el doble. Si, tras 110 días de lucha, esta historia tuvo un giro tan sorprendente como el final de la película de Nicholas Ray. Cuando todo estaba perdido, llegó la música desde el Gobierno y la columna del Cones llegó con un ritmo diferente para sentenciar la intervención.
Las negociaciones, apenas empiezan. Esta emperatriz no querrá perder sus privilegios, así que los bóxers estudiantes deberán estar muy atentos.
En China, después de 100 años, ninguna delegación foránea sobrevivió. Y es que el colonialismo, en esa y en cualquier otra historia debe de ser desterrado, ya sea en Pekín o en la UNA.