Peter S. Goodman

MILÁN.

Victor Massiah ya está harto de que digan que el sistema bancario italiano está tan gastado y lleno de préstamos terribles que amenaza a Europa con otra crisis financiera.

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La mansión que sirve de oficinas generales del banco que maneja, UBI Banca, uno de los establecimientos de crédito más grandes de Italia, no parece un lugar a punto de quedarse sin dinero. Una chimenea con incrustaciones de mármol domina la sala de conferencias, bajo las vigas de madera que bien podrían encontrarse en un castillo. La estatua de la diosa griega Atenea dominante triunfante sobre una escalera.

"Como puede ver, no necesariamente estamos en bancarrota", comenta el banquero mostrando la escena con la mano.

Entre los responsables políticos en busca de señales del próximo desastre financiero, el montón de deuda incobrable de los bancos italianos es un tema que se discute con el tono generalmente reservado para hablar de las reservas de plutonio. Los bancos parecen demasiado grandes para quebrar y, a la vez, evidentemente capaz de irse a la quiebra, amenazando con ello a la economía global.

Por años, las instituciones de crédito italianas se las han arreglado para salir adelante, con la esperanza de que el tiempo cure sus aflicciones. Pero la economía de Italia ha estado terminalmente débil, sin crecer para nada durante un periodo de trece años. Los préstamos incobrables se han enconado y los buenos se han deteriorado.

Los problemas de Italia son los problemas de Europa. Casi la quinta parte de todos los préstamos en el sistema bancario italiano están clasificados como problemáticos, un problema con un valor de 360.000 millones de euros, a fines del año pasado según datos del Fondo Monetario Internacional. Eso representa más o menos el 40% de todos los préstamos incobrables en los países que forman la zona euro.

En las últimas semanas, la atención del mundo se desvió hacia el banco más grande de Alemania, Deutsche Bank, por miedo a que pueda verse obligado a buscar un rescate. Pero si el Deutsche Bank se ha convertido en la crisis del día, Italia es la amenaza permanente que, en cualquier momento, podría darle al mundo una desagradable sorpresa, tan fuerte que enviaría a legiones de funcionarios a Roma a tratar de contener los daños.

El gobierno italiano ha tratado de gastar más dinero para estimular la economía. Pero las potencias europeas, encabezadas por Alemania, han aplicado reglas para limitar el déficit presupuestal. Y los bancos italianos se aferran al dinero y son reacios a prestarlo, asfixiando una economía de por sí anémica de capital.

Todo lo anterior pone a Italia y a Europa, y en cierta medida a la economía mundial, en un formidable apuro. Europa no va a recuperar el vigor económico en tanto los bancos de Italia sean una emergencia en cámara lenta. Pero los bancos de Italia no pueden ser saludables sin crecimiento. Y la economía de Italia no puede crecer si no cuenta con bancos saludables.

Massiah no tiene paciencia para historias que presentan a la banca como la causa del peligro. Haciendo a un lado a unos cuantos casos irresponsables, las instituciones crediticias de Italia no son la causa del problema, insiste. Más bien, son víctimas de sus tiempos.

Una recesión que duró siete años arrasó con casi la cuarta parte de la industria italiana. El índice de desempleo está por arriba del 11%. La población envejece y muy pocas mujeres trabajan, lo que limita el poder adquisitivo. Demasiados negocios son operaciones pequeñas que resultan especialmente vulnerables a la globalización. Las fábricas familiares de artesanías y ropas han sido destruidas por la competencia barata de China. Las tasas de interés negativas, mantenidas por el Banco Central Europeo para fomentar el crédito han erosionado los márgenes de ganancia de los bancos.

"Este es un país centrado en los bancos y hubo una enorme crisis", afirma Massiah. "Cuando baja la marea, no todo lo que vemos en el mar es bonito".

"UN SÍNTOMA, NO UNA CAUSA"

Los problemas bancarios de Italia son un síntoma del estilo de negocios italiano que tradicionalmente ha favorecido las relaciones y los vínculos comunitarios por encima del análisis desapasionado del renglón de ganancias. Pero el país está ansioso por cambiar esta noción. Visitar a los altos funcionarios en sus oficinas engalanadas como una versión personal de la Capilla Sixtina es escuchar un rosario de quejas de que las reformas no han sido debidamente apreciadas. Revelan el resentimiento de que Italia sigue siendo presentada con la caricatura de la debacle imprudente que está en el centro del declive económico europeo.

Ya se despachó al basurero de la historia al ex primer ministro Silvio Berlusconi, que fuera cómicamente inefectivo. Ahora está al mando el joven tecnócrata Matteo Renzi, que ha llevado a cabo una serie de reformas políticamente peligrosas que por mucho tiempo buscaron los serios funcionarios de Bruselas.

Bajo la dirección de Renzi, Italia ha facilitado despedir a los trabajadores. Esto ha disminuido en cierta medida un importante obstáculo para dar empleos: el no tan irracional miedo de que un empleado problemático tuviera que quedarse para siempre. Italia también ha acelerado los procesos civiles en sus tribunales, famosos por ineficientes.

El primer ministro ahora está buscando un cambio constitucional que remodele todo el proceso legislativo en un esfuerzo por acabar con un atasco en la cámara alta del parlamento. Él sostiene que eso eliminaría obstrucciones para tomar más medidas que favorezcan el crecimiento.

Los italianos votarán sobre esos cambios el próximo mes. Si rechazan la propuesta, Renzi ha dado a entender que tendría que dimitir.

Empero, en opinión de algunos economistas, las reformas son un aspecto lateral: el verdadero problema está en los bancos. Estos apuntalan a las llamadas compañías zombis, que jamás van a pagar sus deudas pero a las que se les extiende solo el crédito necesario para mantenerse al corriente con sus pagos.

Pero dígale esto al hombre encargado del sistema bancario, Ignazio Visco, gobernador del Banco de Italia, y este recula como si alguien hubiera arrojado un objeto ofensivo en su elegante alfombra de seda. El grueso de la deuda incobrable de Italia está respaldado por garantías, asegura. La mayor parte de lo que queda tiene buenas posibilidades de ser deuda cobrable, habida cuenta de que regrese el crecimiento económico.

"Esto es resultado de malas condiciones económicas, de siete años de recesión casi continua", afirma Visco. "La banca es un síntoma, no la causa".

La banca es también una actividad en tales condiciones que parece formada a partes iguales de matemáticas y de esperanza.

Massiah, el director de UBI Banca, se enfrenta a una serie contradictoria de imperativos. Su banco está fuerte en el norte de Italia, región que concentra algunas de las áreas más productivas de Europa. Si se preocupara demasiado por limitar los riesgos, podría despojar a las empresas que podrían forjar un futuro más vibrante. Pero si se pone muy dinámico con la concesión de créditos, se arriesga a crear más préstamos incobrables.

Él le está apostando a Darwin. "Las compañías débiles se están muriendo", dice. "Las que sobrevivan serán las de mayor calidad".

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