En algún momento de nuestras vidas todos nos propusimos incorporar un nuevo hábito que nos ayude a ser más saludables, menos olvidadizos o más efectivos. ¿Lo logramos? Esa es la parte difícil.
Hay cosas que sin duda todos nos propusimos realizar y por alguna razón ajena a nosotros, no pudimos concretarla. Salir a caminar todos los días, procrastinar menos, levantarse más temprano o dejar de comerse las uñas.
¿Por qué es que nos cuesta tanto? Empezamos y lo logramos durante los siguientes tres días como mucho, para luego olvidarnos completamente de nuestro intento y vernos obligados así a volver a empezar, lo cual, por supuesto, nunca más hacemos.
Si nos fijamos con atención en nuestra vida, estamos compuestos por hábitos que, de tan arraigados en nosotros, ya ni los meditamos antes de hacer. Como cuando te levantás y vas directo a cepillarte los dientes, o encendés la radio todas las veces que subís al auto, desayunar café todas las mañanas o apagar las luces antes de salir de casa.
Esta rutina diaria que todos tenemos se debe a que esas acciones ya dejaron de ser sólo actividades para converstirse en hábitos. Si buscás en tu memoria, te darás cuenta de que cuando estabas todavía en el colegio te costaba muchísimo levantarte a la mañana, quizás nunca escuchabas el primer pitido de la alarma; pero ahora que ya vas al trabajo tu hábito hasta te juega una mala pasada despertándote temprano de igual manera aunque no sea un día laboral.
Esa es la ventaja mayor de los hábitos, se automatizan, de tal manera que ya llega un momento en el cual lo hacés sin pensar. No necesitás una motivación o fuerza de voluntad para ello, pero llegar a ese instancia cuesta trabajo y requiere constancia.
¡Quiero un hábito nuevo!
Bueno, para ello, hay que ser, antes que todo, constante. Si una acción continúa siendo parte de tu rutina, poco a poco te darás cuenta de que cada vez es más fuerte y difícil que te olvides de realizarle, y de repente ¡pum! Ya es un hábito.
Según la psicología, para poder lograrlo se necesita de esa repetición. Antes se creía que con 23 bastaba para incorporar un hábito pero ahora se sabe que la parte difícil es reemplazar uno malo, lo cual podría tomar 60 días. Y para conseguir esa repetición existen dos ayudantes: el recordatorio y la recompensa. El recordatorio sería el estímulo que inicia el comportamiento, y la recompensa,el beneficio que se obtiene luego de realizar la acción.
¿Por qué son importantes estos ayudantes? Porque el cerebro establece una conexión neuronal permanente para iniciar, ejecutar y terminar una acción repetida; siempre que se tenga el mismo impulso o recordatorio. Si el resultado de la acción es positivo, la siguiente ocasión que identifique el mismo recordatorio, repetirá la rutina.
Un dato sumamente importante: un hábito libera espacio mental para que pienses en cosas más importantes en tu vida, como un examen que te espera o una reunión laboral, y no en cómo deberías cepillarte los dientes. Te cepillás sin pensarlo y ya.
¿Cómo empezar?
Ahora que está terminando el año seguro ya te pusiste a analizar qué cosas no lograste y qué cosas sí. Y ya estás haciendo una lista de cosas que quisieras incorporar a tu rutina diaria el año siguiente, pero un paso a la vez.
Es importante empezar por incorporar un sólo hábito en tu vida, y cuando lo consigas, andá por el siguiente. Enfocate en cuál de todas esas actividades es una prioridad y trazate una meta. Por ejemplo, si querés hacer ejercicio todos los días, empezá por animarte a salir a caminar cuando llegues del trabajo. (Seamos sinceros, si estamos saliendo de una vida sedentaria, que la meta sea trotar 5K por día es destinarse a la frustración).
Bien, ahora que ya está la meta, pasá a determinar tu recordatorio. Podría ser una alarma en tu celular o bien dejar tu ropa preparada para salir a caminar sobre la cama ya a la mañana, antes de ir al trabajo.
En cuanto a la recompensa, podés pensar en algo que te gustaría hacer. Puede ser algo como que a la vuelta de la caminata de 25 minutos que hiciste vas a ver tu serie favorita. Así estarás poniendo en práctica el recordatorio y la recompensa, para que sea más fácil que tu cuerpo pueda repetir a diario esa acción y se convierta así en hábito.
Mejor que nunca
Una amiga que estaba en el proceso de preparse para correr su primera maratón y todo lo que eso implica (una serie de adquisición de nuevos hábitos, ya que era la primera vez que lo haría), me comentó que un libro le ayudó muchísimo en ello:
Mejor que nunca (Better than before), de Gretchen Rubin.
Publicado el año pasado, y bestseller del New York Times, el mismo busca entender ¿qué tan rápido se puede cambiar un hábito? ¿Por qué me resulta difícil crear un hábito de algo que me gusta hacer? O ¿Por qué podemos mantener los hábitos que benefician a otros pero no los que son para mí? Y no desde una perspectiva lejana o demasiado teórica, Gretchen usó para sus experimentos a su esposo, a sus hijos y a sus amigas. Su hija quería dejar de comprar tantos dulces por el camino, su amiga quería sentarse a escribir todos los días.
Con un toque humorístico y vivencial, y mucha investigación de por medio, ella identifica estrategias que ayuden a las personas según su personalidad, a ser más efectivas en la adquisición de hábitos. Cosas como identificar cuál es el momento perfecto para iniciar con un nuevo hábito, preparar un sistema intuitivo de recompesas o usar el placer de las mismas para fortalecer buenos hábitos, son las cosas que ella revela en el libro.