Ni el menosprecio, la humillación o los insultos racistas de Donald Trump, han impedido al director general de Cementos Chihuahua de México Enrique Escalante, lanzar el guante al presidente electo estadounidense para colaborar en la construcción del muro que pretende levantar en la frontera entre EEUU y México: "No podemos ser selectivos. Tenemos que respetar a nuestros clientes en ambos lados", dijo.
La cementera, con sede en el Estado fronterizo que le da nombre, ve una oportunidad de negocio en la propuesta del magnate, señala El País.
Un tercio de los 3.000 kilómetros de frontera entre ambos países ya está marcado por una barrera de placas metálicas, levantada por la Administración Clinton en 1993.
El plan original de Trump era completar definitivamente el muro y costearla con las remesas de los migrantes mexicanos en EEUU. "Vamos a levantar ese muro y México aún no lo sabe, pero lo va a pagar", dijo el rubicundo empresario metido a político en un acto electoral horas después de su sorprendente visita al vecino del sur invitado por el presidente Peña Nieto. Ya como ganador de las elecciones, la semana pasada rebajó su tono al matizar en una entrevista televisiva que en algunas partes "podrá ser una valla".
Pensando en los intereses de Cementos Chihuahua, le convendría más que finalmente cumpliese su promesa y la barrera fuera alta, gruesa y de hormigón armado. La empresa, que cuenta con un 70% de su negocio en EE UU y el 30% en México, es especialista en concreto, morteros y cemento de alta resistencia.
El desierto fronterizo de Chihuahua es una de las zonas donde no hay muro. Los 50 grados de la llanura desértica sirven de impedimento natural. Unos 8.000 migrantes murieron en los últimos 20 años al intentar cruzar este paso. "Para el negocio en el que nosotros estamos, Trump es un candidato que favorece bastante la industria", dijo Escalante, refiriéndose a los otros proyectos anunciados por el magnate en infraestructura.