Con lo expuesto en Londres, Murray dejó en claro que no hay mejor jugador que él en la actualidad tras batir con gran autoridad a Djokovic por 6-3 y 6-4, en 1 hora con 42 minutos y certificó su primer título de la Copa de Maestros, después de siete intentos fallidos.
Para Andy esta fue su oportunidad de demostrar que su reinado no era pasajero, que si llegó ahí era porque es el más fuerte, no solo el más regular, mientras que el de Belgrado tenía la opción de recuperar el crédito después de una mala segunda mitad de temporada; pero de ambos, fue el británico el que dejó sentada su condición de maestro y rey.
Murray cerró una temporada 2016 de ensueño en lo más alto, con una secuencia positiva de 24 triunfos consecutivos, y consolidó su reinado.
No hizo más que corroborar lo que ha ido construyendo a lo largo de todo este último ejercicio, en el que conquistó nueve títulos, totaliza ya 44, y donde por fin se quitó ese estigma de perdedor que le perseguía desde que intentó filtrarse en el baile de los tres gigantes, Roger Federer, Rafael Nadal y el propio Djokovic.
Ahora, después de una ascensión esculpida a base de trabajo, observa a los tres desde arriba, porque actualmente nadie es mejor que él, el que gana sobre tierra, hierba o pista rápida, y el decimoséptimo jugador (desde que se inició la contabilidad, en 1973) que logra finalizar en la cima de la ATP World Tour.