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Al apagar el sonido, tal vez pensará que estará viendo un blog de videos de un hipster que se alimenta de aguacates y gusta de andar en bicicleta de piñón fijo, de un activista medioambiental o hasta de un periodista de música.

Sin embargo, Martin Sellner no tiene nada de liberal. El jugador de 27 años de edad, que reside en Viena, utiliza sitios de medios sociales como YouTube, Facebook, Twitter e Instagram para promover el movimiento "identitario" del cual es líder. Los partidarios de tal corriente política son la respuesta de Europa al "Alt-right" americano, el cual ayudó a llevar a Donald Trump a la Casa Blanca.

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Lo que los alemanes llaman la Identitäre Bewegung (IB) surgió por primera vez en Francia en el 2003. Impulsado por la crisis de refugiados y de los ataques terroristas islamistas, se extendió por todo el norte de Europa en los últimos años. Sus grupos locales tienen todos los mismos sitios web en amarillo y negro y mensajes antimigrantes, antimusulmanes y antimedios.

Al igual que su contraparte transatlántica, el IB ejerce una influencia desmesurada de dos maneras. En primer lugar, conecta la derecha tradicional a políticos populistas en el escenario nacional. En segundo lugar, ayuda a ambos grupos reformulando sus ideas para un público más joven.

Su misión declarada es preservar las diferencias nacionales. "Los derechos humanos incluyen el derecho a una patria" es un mantra típico del movimiento. Cuando otros consideran a las naciones europeas como el producto de siglos de intercambio e interacción, los del grupo "identitario" idealizan un pasado mítico en el que las fronteras eran absolutas y claras, incluso en Alemania, donde históricamente han cambiado con tanta frecuencia como los engranajes de un BMW. Las fronteras claras permitieron a los que estaban dentro de ellos establecer normas religiosas y culturales, argumentan los identitarios. Hablan de que los europeos blancos fueron "reemplazados" en gran número por inmigrantes con tasas de natalidad más altas, de "etno-pluralismo" – que confusamente significa algo cercano a lo opuesto al "pluralismo"– y de la necesidad de una "reconquista", una referencia a la recaptura cristiana de España de los moros.

Sellner cita a Greenpeace como modelo. Al igual que el grupo ambientalista, los "Ibsters" (miembros de la IB) recurren a la acción directa. Han colgado una pancarta que dice "fronteras seguras, futuro seguro" en la Puerta de Brandenburgo, en Berlín, bloquearon las carreteras en Calais para oponerse a un campamento de migrantes, interrumpieron representaciones teatrales en Berlín y Viena y ocuparon mezquitas de Leiden y Poitiers. Ellos tienen sitios web accesibles desde teléfonos inteligentes y venden camisetas y bolsos con su logotipo, la letra griega lambda (?), que apareció en los escudos de los espartanos que repelieron a los persas en la batalla de Thermopylae en el 480 AC.

También adoran a sus iguales, se tiran contra la "McDonaldización" e idealizar la vida rural. Un video reciente de su capítulo bávaro muestra colinas ondulantes y hombres jóvenes entusiasmados boxeando en bosques.

El movimiento tiene una forma hábil de hacer que las causas xenófobas parezcan agradables a los moderados. Sellner utiliza el hashtag de Twitter #remigration para "alentar" a los inmigrantes africanos y asiáticos a invertir la fuga de cerebros volviendo a sus hogares. Como defensa de los derechos de las mujeres, remarcan insinuaciones de que los inmigrantes musulmanes son chauvinistas y violadores. Un IB en Paderborn, cerca de Hanover, distribuyó recientemente latas de gas lacrimógeno a mujeres que andaban de a pie. En el contexto político actual, el mensaje era claro: las mujeres alemanas necesitan protegerse de las bestias extranjeras.

Esta sutileza relativa les abre las puertas a la sociedad respetable que permanecía cerrada a los "cabezas rapadas" tradicionales. Aquellos como Sellner y Marion Maréchal-Le Pen, uno de los principales identitarios franceses, son invitados a hablar por los principales medios de comunicación. Por lo tanto, son útiles para los partidos antiinmigración que avanzan en gran parte del continente, como el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) y el Frente Nacional (FN) en Francia. Ellos promueven y, a veces, proveen candidatos para sus partidos y acosan a sus rivales.

LOS POLÍTICOS LES DEVUELVEN EL FAVOR

"Entiendo sus preocupaciones", dijo la líder del FN, Marine Le Pen, que también es la tía de Marion Maréchal.

Heinz-Christian Strache, el líder del FPÖ, comparte sus videos y defiende la ocupación del teatro vienés. Políticos locales del FN han contratado activistas identitarios como asesores de prensa.

Más allá de todo la perorata sobre el "etno-pluralismo", las viejas alegorías racistas y las prácticas siguen ahí. En Alemania, los identitarios describen a la inmigración como la "muerte de la nación" y en Francia hablan de "franceses de sangre pura". Marcharon junto a los cabezas rapadas en manifestaciones contra el Islam en Dresde y pusieron una cadena en una escuela musulmana en Rotterdam.

En agosto, el organismo de control constitucional de Alemania puso el IB bajo la observación formal –nada sorprendente– porque el NPD, un partido alemán neonazi, ha compartido videos del movimiento como ejemplos de "buena técnica".

En comparación con la derecha de los Estados Unidos, los identitarios son menos centrados en la web: tienden a reunirse en persona, en grupos locales y están menos abiertamente obsesionados con la raza. Sin embargo, las afinidades son más numerosas que las diferencias. Breitbart, el sitio web favorito de la estadounidense Alt-right, muestra al IB en tonos chispeantes y está planeando lanzar su propia división europea. Sellner organizó una fiesta pro Trump en Viena la noche de las elecciones estadounidenses.

Esto apunta al rasgo más curioso del movimiento. Sus activistas pueden predicar el amor por la patria y su carácter único, pero en la práctica son internacionalistas impecables, mezclando e intercambiando ideas como otros "millennials". Los identitarios de Austria tomaron prestada su apariencia de contrapartes en Francia, como Sellner, hablando un buen francés, lo admite en una de sus apariciones de YouTube.

Los activistas de Alt-Right a ambos lados del Atlántico muestran a una rana de dibujos animados, Pepe, como una especie de mascota. De Indianápolis a Innsbruck, comparten la misma política de código abierto, tienen las mismas quejas y se burlan con sus mismos chistes privados.

Su movimiento es un aullido de angustia por la integración de pueblos diferentes, pero también lo encarnan.

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