• Por Clari Arias
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"Los menonitas nacidos en el país serán ciudadanos paraguayos de religión menonita", sentenciaba el entonces senador Eusebio Ayala en la mañana del 12 de julio de 1921, cuando en la sesión de la Cámara de Senadores se aprobaba la Ley 514, que permitiría la llegada de los primeros colonos provenientes de Canadá.

Esta ley garantizaba razonables privilegios a los inmigrantes, como por ejemplo el derecho a la preservación de su sistema educativo en idioma alemán, o la exoneración del servicio militar. No es difícil afirmar que, sin la visión de futuro de Eusebio Ayala –junto con la del presidente Gondra–, las colonias menonitas del Paraguay jamás hubieran existido, ya que fue él quien interesó al banquero neoyorquino Samuel McRoberts (propulsor y financista de los menonitas) para que tuviera en cuenta al Paraguay en la búsqueda de tierras alrededor del mundo entero.

En el último día del año 1926, desembarcarían al infierno chaqueño los primeros 309 colonos menonitas, comenzando así una historia de sacrificado éxito en territorio paraguayo.

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En 1948, en los montes agrestes del Caaguazú se fundan las colonias menonitas Sommerfeld y Bergthal. Esta última, la Sociedad Civil Bergthal Komitee, tiene actualmente más de 700 asociados, en su mayoría "menonitas paraguayos", si vale el término (son hijos de los fundadores, nacidos aquí). Desde siempre estos compatriotas menonitas han dado muestras de una disciplina laboral inquebrantable, y el resultado está a la vista: 68 años después son un grupo económico multimillonario, con grandes influencias en el departamento de Caaguazú. Pero donde hay dinero siempre habrá problemas, aun cuando el hermetismo de hierro de los menonitas intente minimizarlos, usando hasta la fuerza de la religión que los une.

En un hecho que parece alejado de la pasividad de los menonitas paraguayos, 6 colonos decidieron romper la disciplina del "rebaño" y comenzaron a cuestionar el manejo displicente de millones de dólares por parte de los directivos de la Sociedad Bergthal. Cuestionar, en el cerrado círculo de los menonitas, es asegurarse severas sanciones que incluyen la expulsión de la comunidad de todo aquel que pregunte demás.

El detonante para que estos colonos llegaran al extremo de salirse de "sus leyes" y denunciaran ante el Ministerio Público a sus líderes fue la toma de un crédito de alrededor de 5 millones de dólares de un banco de plaza, para la compra de tierras que acrecentarían el poder económico de los menonitas de Bergthal.

Al día de hoy, no existen ni las tierras ni el dinero, al decir de los 6 denunciantes. Hecha la denuncia en la Fiscalía, y ante la primera intervención, se detectaron hechos que podrían enmarcarse en delitos tan graves como lesión de confianza, evasión y hasta lavado de dinero. El Ministerio Público, presuroso siempre en imputar a cuanto prójimo de a pie ande por la vida, se ha tomado excesivo tiempo para los hechos denunciados, y al día de hoy no ha imputado a un solo directivo de la Sociedad Bergthal.

Por supuesto que los menonitas son buenos, pero no tontos, y a lo largo de casi un siglo en el país, han sabido hacer un acercamiento con el poder político, por si acaso tuvieran que necesitar de los "paraguayos". En el caso de los mandamases de Bergthal, no dudaron un instante en contratar al estudio contable H&E, cuyo socio principal es el Lic. Hugo Ramón Giménez, rector de la Universidad Nacional de Caaguazú, brazo derecho del influyente senador colorado Silvio "Beto" Ovelar. El estudio contable del rector Giménez está acusado de inventar y clonar facturas para justificar gastos de la Sociedad Bergthal. Y para que no quepan dudas de que los directivos buscan protección política, han contratado al abogado Víctor Raúl Portillo, quien actualmente es concejal del PLRA en Cnel. Oviedo, también con grandes influencias en el quinto departamento.

De ser un entramado regional, el caso de estos menonitas está ahora en manos del fiscal de Delitos Económicos Martín Cabrera, alumno aventajado de la escuela mediática de Arnaldo Giuzzio, ya que si no hay cámaras de televisión, su trabajo fiscal entra en una lentitud que pone en riesgo cualquier persecución penal.

Insisto, cuando hay mucho dinero de por medio, no importan ni los credos ni las creencias. Y aunque los menonitas quieran minimizar este hecho, ya no podrán hacerlo. Todo este embrollo me recuerda al vate madrileño Francisco de Quevedo, "poderoso caballero es don Dinero".

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