Por Benjamín Livieres

Periodista

Y pasó lo peor. A partir del próximo 20 de enero, Donald Trump, un personaje grotesco y peligroso desde el ángulo que se analice, reemplazará a Barak Obama al frente de la mayor potencia del mundo, lo cual generó estupor en todos los rincones del planeta, excepto Rusia, donde la televisión estatal se regocijó con el espectáculo electoral de los estadounidenses y celebró sin disimulo el triunfo del candidato republicano.

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Las reacciones a las "malas nuevas" ya comenzaron a sentirse durante el conteo de los votos y se expresaron con toda intensidad en la mañana del miércoles. Fue como un baldazo de agua fría para los mercados financieros. Las bolsas asiáticas, las únicas abiertas durante el escrutinio, sufrieron un fuerte golpe, como las de Tokio (-5%), Hong Kong (-2,8%) y Seúl, (-2,7%).

Sin embargo, donde la alarma sonó de manera ensordecedora fue en México. Y no es para menos. Se trata del tercer socio más grande de los Estados Unidos, después de Canadá y China, cuyas transacciones comerciales superan los 530 mil millones de dólares al año. Su moneda, el peso mexicano, experimentó una devaluación del 13%, mientras el pánico se apoderaba de los gremios empresarios.

Existen sobradas razones para tamaña conmoción. Ocurre que Trump, el hombre de hablar soez, el que no dejó pasar un discurso sin dar riendas sueltas a su desprecio enfermizo hacia las mujeres y su racismo exacerbado, también repitió hasta el hartazgo que inmediatamente después de llegar a la presidencia acabaría con los tratados comerciales internacionales; como el ALCA, con México y Canadá, y el TTIP con la Unión Europea, el cual bien puede darse oficialmente por sepultado, a la luz de los resultados del pasado "martes negro".

Si a esto sumamos sus promesas de levantar un muro a lo largo de la frontera con México, de repatriar los capitales estadounidenses radicados en China, volver al proteccionismo, suspender los compromisos con los aliados de la OTAN, expulsar a los inmigrantes y prohibir el ingreso de musulmanes a Estados Unidos, usted bien podría hacerse al menos un par de preguntas. La primera, ¿qué sucedió para que semejante patán puede ser ungido presidente de los EEUU y, por su intermedio, de todo el mundo? Y la segunda, de carácter más dramático, ¿cómo será que una persona de sus singulares características manejará el tenebroso maletín desde el cual se administran nada menos que 7.000 ojivas nucleares?

El premio Nobel de Economía Paul Krugman le atribuye al voto de un amplio sector de la población blanca, predominantemente de zonas rurales y numerosas ciudades pequeñas, sumidos en el atraso cultural y político. Esa misma noche dijo: "No sé qué nos espera. Pensamos que la nación, si bien lejos de haber trascendido los prejuicios raciales y la misoginia, se había vuelto mucho más abierta y tolerante con el paso del tiempo. Resulta que estábamos equivocados".

Por su parte, gran parte de los analistas internacionales no ocultan su preocupación hacia la futura gestión de Trump. En nuestro país, algunos en cambio alientan la esperanza de que, uno ha sido el candidato y otro, muy distinto, será el presidente. Otros sostienen que las instituciones de la democracia estadounidense y los organismos internacionales no van a permitir que haga "locuras".

Sin embargo, la realidad indica que mantuvo los mismos rasgos por décadas y que llegó a la presidencia muy a pesar de las instituciones de los EEUU y de la voluntad mayoritaria de la comunidad internacional, por lo cual, esperar que desde el 20 de enero se convierta en "estadista" no es más que sembrar falsas ilusiones.

Más serio sería centrar las expectativas en la reacción del propio pueblo norteamericano, en aquellos que se expidieron a favor de Hillary Clinton, quien por cierto obtuvo 300.000 votos más que Trump en las generales, aunque después perdió en el Colegio Electoral, así como en los que se desencantarán pronto de éste, como sucedió con sus pares que impulsaron el Brexit, en Gran Bretaña.

Esta historia recién comienza. Esperemos que no sea de "sangre, sudor y lágrimas".

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