La escritora paraguaya Ester de Izaguirre falleció el pasado miércoles en Buenos Aires, Argentina, donde residió la mayor parte de su vida. "Adoptó a la Argentina para habitar y dejar su poesía", escribió ayer el poeta argentino Rolando Revagliatti. Por su parte, la poetisa Marina Fons, escribió: "Esa mujer dejó un rastro maravilloso, como un camino de estrellas que guíe a quien la lea", respondiendo a un sentido posteo de la escritora Isabel Krisch

Nacida en Asunción en 1923, se radicó en Buenos Aires desde los cinco años. No obstante, sus poemas y cuentos reflejaron una cosmovisión netamente paraguaya. Publicó obras como "Un país que llaman vida", "Trémolo" y "Último domicilio conocido", entre muchas otras.

La Sociedad de Escritores del Paraguay, SEP, la despide con este texto: "Siempre mantuvo vivos sus lazos con nuestro país y su cultura. Y mostró ese nexo profundo en su obra vasta, sensible y admirada. Como en aquel poema que escribió al despedirse de Asunción, culminando una de sus visitas: Me voy de mí/ cuando pierdo de vista la morada,/ aquel enarbolado idioma/ las palabras que me llegan/ del tabacal y las capueras.

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/ Volveré a Buenos Aires,/ cepo reverenciado, tierra hurtada/ de mi primer insomnio./ Tenía cinco años y me hacían hablar/ para reírse de mi pobre respuesta./ -Cómo te va paraguayita./ -Bien nomá./ Y me ahogaban el guaraní de las muñecas./ -Bien nomá./ Desangrada y triunfante./ - Bien nomá./ Aquí se quedarán mis ojos/ y no sé de quién son cuando se despiden/ con lágrimas ajenas,/ a las cenizas de mi abuela india,/ al balbuceo de mi infancia muerta.

La SEP dice su emocionado y agradecido adiós a la gran poeta paraguaya que supo mirar y honrar a nuestro país con la sensibilidad y la voz exquisita de los elegidos. Cosechadora de un gran respeto en el ámbito literario latinoamericano, es merecedora de nuestro compromiso por mantener vivo su invalorable legado poético. Hasta siempre, Ester de Izaguirre".

"Mágicamente bella"

Por Nila López, escritora y periodista.

El tiempo se detuvo en su figura alegre y luminosa. Fuimos tan amigas que cuando ella venía al Paraguay se quedaba en casa, y viceversa. Fue mi abeja maestra y creo que todos la admirábamos por su poética manera de concebir la vida en todos los sentidos.

Fue una mujer de la ilustración, cultísima, refinada, noble y bondadosa, con una generosidad sin límites. "Describirla en sus altos valores humanos, espirituales, intelectuales y literarios, nos llevaría páginas y páginas.

A pesar de las muchas palabras que nos unieron, con Ester supe también que los silencios están preñados de ardor y de razón. Mis aguas van sin cauce por selvas y praderas de páginas en blanco, escribía ella.

Su partida me hace recordar un texto de Roberto Juarroz, y es verdad, hemos amado juntas tantas cosas que será difícil amarlas separadas.

El amor fue su centro y por eso nunca le temió a la muerte. Leámosla...

Qué importa que la muerte me espere en una esquina como en alguna cita querida y postergada.

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Si todavía me asombra la lluvia amanecida, si los ojos del perro me devuelven confianza

en el disfraz absurdo que me miente la vida.

El legado de Ester es inconmensurable. Y ahora, déjenme llorar un rato.

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