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El 23 de octubre pasado, la policía llegó hasta una casa cercana a la ciudad argentina de Mendoza solo para hacer un sombrío descubrimiento. Dentro de la vivienda encontraron el cuerpo de Claudia Arias (31), una madre de tres hijos, junto a los cadáveres de su tía y de su abuela. Las mujeres habían sido golpeadas y apuñaladas hasta la muerte. Dos de los hijos de Claudia, un niño de 11 años y una niña de 10 meses, resultaron gravemente heridos.
Daniel Zalazar, su ex pareja, fue arrestado bajo sospecha de asesinato. La policía cree que el motivo que desencadenó la tragedia fue que el hombre dudó que la niña menor fuese su hija. Los niños sobrevivieron a la masacre y se están recuperando en un hospital.
El triple asesinato dejó en estado de shock a los argentinos. Tan solo cuatro días antes, miles de manifestantes, en su mayoría mujeres vestidas de negro, habían marchado por Buenos Aires y otras ciudades para exigir que el gobierno hiciera más para prevenir la violencia contra las mujeres. Claudia Arias estaba entre ellas.
Fue la tercera marcha convocada por "Ni Una Menos" desde junio del 2015, cuando cientos de miles de personas protestaron en Argentina, Chile y Uruguay. La última manifestación, llamada "Miércoles Negro", fue una respuesta a la violación y asesinato de Lucia Pérez, una joven estudiante de 16 años, cuya vida fue segada en Mar del Plata, Argentina, el 8 de octubre último.
El año pasado se estima que 235 mujeres argentinas fueron víctimas de "femicidio", definido como el asesinato de una mujer debido a su sexo. Aunque la cifra es horrenda, la Argentina es menos peligrosa para las mujeres que la mayoría de los países latinoamericanos. La tasa de asesinatos de mujeres en el país rioplatense es alrededor de una décima parte de la de El Salvador y Honduras, y es menor que en Estados Unidos. Donde Argentina destaca es en el activismo generado tras los reiterados actos de violencia contra las mujeres.
Según Maxine Molyneux, socióloga del University College de Londres, Argentina tiene niveles relativamente altos de educación, fuertes grupos de la sociedad civil y una "larga historia de activismo feminista" que se remonta a La Voz de la Mujer, Un periódico anarquista-feminista publicado a finales del siglo XIX.
Las recientes protestas obligó al gobierno a actuar, con lentitud al principio, pero con creciente urgencia.
Hasta ahora se ha centrado en la aplicación de la ley. En el 2009, el gobierno de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner promulgó la "Ley de protección integral de las mujeres", que se comprometió a "prevenir, castigar y erradicar" la violencia de género. En el 2012 su gobierno se unió a otros en América Latina en la introducción de leyes antifemicidio, lo que elevó la pena de prisión máxima de 25 años a condenas de por vida. Al año siguiente, lanzó una línea de fonoayuda para las víctimas de la violencia doméstica.
El progreso ha sido lento. El financiamiento gubernamental para el Consejo Nacional de la Mujer, organismo encargado de poner en práctica la ley de protección, fue nominal hasta el año pasado, cuando se triplicó su presupuesto. Aunque la ley obligó a la presentación de informes anuales sobre las estadísticas de feminicidios, la escasa coordinación entre el Instituto de Estadística y la Corte Suprema, que expide los datos, retrasó la publicación hasta el año pasado. Las mujeres que llaman a la línea de fonoayuda esperan hasta media hora para que se las atienda.
La policía todavía no toma en serio la violencia doméstica. Al menos una quinta parte de las mujeres asesinadas el año pasado se quejaron a la policía de los hombres que más tarde fueron acusados de sus asesinatos. Muchos oficiales todavía creen, erróneamente, "que la violencia doméstica es un asunto privado", dijo Sabrina Cartabia, líder de Ni Una Menos.
El presidente Mauricio Macri, que sucedió a Fernández a finales del 2015, está tratando de hacer mejor las cosas. Bajo un nuevo plan, el gobierno gastará US$ 50 millones en tres años para construir 36 refugios para mujeres y aumentar el etiquetado electrónico de hombres violentos.
Los activistas dicen que el impulso de cometer violencia proviene de una cultura de machismo que fomenta la mala conducta masculina. Para erradicar tales actitudes, Molyneux dijo, "tienes que empezar joven".
Macri, que una vez sugirió que las mujeres tendrían de hecho una tendencia a exhibirse, ahora está prestando atención a esa lección. Su nuevo plan introduciría "perspectivas de género" en el currículo nacional, alentando a los maestros a "referirse constantemente a ambos sexos" y a abjurar de los estereotipos sexuales.
Se necesitará más que eso para desarraigar el machismo, pero invertir en las aulas, así como en las comisarías es una buena idea.