Matthew Goldstein y Alexandra Stevenson

© The New York Times 2016

Algunas de las personas a quienes Andrew Caspersen estafó millones de dólares están pidiendo a un juez federal que demuestre misericordia hacia el ahora deshonrado descendiente de una conocida familia de Wall Street.

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En cartas al juez, amigos y ex compañeros de Wall Street, así como hasta la madre de Caspersen, sugerían la imagen de un hombre modesto que tenía una "firme comprensión de lo que era 'correcto' hacer". Incluso su fotógrafo de bodas y el portero de la casa en el edificio del Upper East Side donde vive Caspersen escribieron en su apoyo.

Sus descripciones están en desacuerdo con las del gobierno, que detalló cómo Caspersen dirigió un esquema parecido al Ponzi para robar casi US$ 40 millones, sólo para perderlos completamente en arriesgadas operaciones en el mercado de valores. En julio, él se declaró culpable de una acusación de fraude con valores y de otra de fraude electrónico.

La carta más importante de todas, sin embargo, puede ser una del doctor Marc N. Potenza, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, quien calificó las fallidas operaciones llevadas a cabo por Caspersen como un "juego severo" (de apuestas) decurrente de una enfermedad mental.

El abogado de Caspersen sostiene que las cuestionadas operaciones fueron el resultado de una extrema compulsión de negociar opciones sobre acciones que llevó a su cliente con un pedigrí de Ivy League a mentir y robar a sus amigos, familiares y a una fundación propietaria de un fondo de cobertura.

En un inusual abandono de la típica sentencia de cuello blanco, el juez Jed S. Rakoff aceptó escuchar testimonios del doctor Potenza sobre lo que constituye una adicción al juego antes de imponer una sentencia a Caspersen, de 40 años. El juez Rakoff deberá anunciar la sentencia para Caspersen este viernes, en el Tribunal Federal del Distrito de Manhattan.

No se sabe si los fiscales federales de Manhattan llamarán a sus propios testigos o si simplemente buscarán contrainterrogar al psiquiatra.

El testimonio podría ser crítico para el intento de Caspersen de persuadir al juez Rakoff para dictaminar una sentencia más indulgente que los más de 15 años de prisión que los fiscales federales aseveraron sería lo apropiado.

Caspersen fue arrestado en marzo en el aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, cuando regresaba de unas vacaciones familiares en Florida. Se declaró culpable en julio, diciendo al juez Rakoff que estaba "avergonzado por mis crímenes" y por causar daño a las personas cercanas a él.

Poco antes de su detención, Caspersen redactó una nota de suicidio a su esposa y una "carta a sus acreedores (sus víctimas de fraude)", en la que dijo que estaba "profundamente avergonzado" y reconoció que había "cometido un fraude absoluto", según arguyó su abogado en el tribunal.

La nota de suicidio fue un recordatorio extraño de su padre, Finn M. W. Caspersen, quien se suicidó en el 2009, mientras luchaba contra un cáncer. El anciano Caspersen hizo su fortuna dirigiendo lo que solía ser conocido como Beneficial Finance y más tarde dio una buena cantidad de dinero al Harvard Law School. El anciano Caspersen y todos sus hijos, incluyendo a Andrew Caspersen, asistieron a la escuela de leyes de Harvard.

El abogado de Andrew Caspersen, Paul Shechtman, comparó los impulsos de su cliente de negociar decenas de millones de dólares en opciones de acciones como una adicción no menos agresiva que el alcohol o las drogas. Aunque esa conducta adictiva no excusa la conducta de Caspersen, es una circunstancia atenuante que el juez Rakoff debe tomar en consideración, expresó.

"Nunca quiso perjudicar a nadie, pero no pudo detenerse", sostuvo Shechtman en una presentación que acompañaba las cartas del Dr. Potenza y las de otros asociados de Caspersen.

El abogado Shechtman también dijo que su cliente ha sido sometido a tratamiento desde su detención.

El pedido de indulgencia del abogado no ha tocado a los fiscales que trabajan para Preet Bharara, el fiscal de los Estados Unidos en Manhattan. Ellos están pidiendo al juez Rakoff que imponga una severa condena dentro del rango establecido por las directrices federales para la sentencia. Los fiscales, en su propia presentación judicial, están tomando una posición más dura que el departamento de libertad condicional para los tribunales federales, el cual ha recomendado una sentencia de siete años.

Algunos jueces federales han expresado su frustración con las directrices porque potencialmente maniatan a los magistrados y no toman en cuenta las circunstancias atenuantes.

Uno de esos críticos ha sido el juez Rakoff, quien, en julio, calificó dichas pautas como "irracionales", cuando Caspersen se declaró culpable.

Pero no todas las más de una docena de víctimas de Caspersen presentaron cartas de apoyo.

Cabe destacar que los argumentos del abogado defensor no incluyeron una carta de Louis Bacon, un multimillonario operador de fondos de cobertura, cuya fundación había dado casi US$ 25 millones a Caspersen.

El relato de Caspersen ha confundido a Wall Street, donde se lo conocía, apreciaba, y donde también él se relacionaba con mucha gente adinerada. En muchos sentidos, su historial privilegiado (asistió a Groton y Princeton antes que Harvard) le ayudó a mantener el esquema fraudulento durante años sin que nadie se diera cuenta.

La adicción al negocio de valores comenzó en Princeton, dijo Shechtman, pero fue "amplificada" por 2,7 millones de dólares, fruto de un reparto de dinero que Caspersen recibió de un fideicomiso familiar. Era entonces 1999 y él estaba en Harvard.

Durante los años siguientes, Caspersen recibió otra suma de dinero en idénticas circunstancias y la perdió también. Pronto, se volvió a los amigos y a la familia para las inversiones, consiguiendo un millón de dólares aquí, varios millones de dólares allá. El dinero llegó fácilmente de su red de trabajo y, durante años, él tapaba las pérdidas consiguiendo más dinero prestado.

En febrero, cuando Caspersen era considerado un exitoso ejecutivo que trabajaba en el Grupo Park Hill, una división de PJT Partners, hizo tanto dinero negociando opciones de acciones que podría haber pagado sus compromisos con todos sus acreedores y todavía le quedarían US$ 60 millones para sí mismo. En lugar de eso, siguió "negociando", perdiéndolo todo.

Caspersen mantuvo alejados a su familia y amigos de sus compulsivas operaciones en el mercado de valores. Incluso persuadió a su esposa de que deberían presentar declaraciones de impuestos separadas, en gran medida para mantener sus frecuentes operaciones en secreto, según se afirma en documentos presentados ante la corte.

Pero la fachada detrás de la cual estaba el verdadero Caspersen comenzó a caer este año. Un antiguo operador de opciones de Wall Street revisó los registros de negocios de Caspersen –a petición de Shechtman– y dijo que las operaciones "carecían de racionalidad".

"Si la definición de locura implica hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes", señaló Bruce Rosen, ex director gerente de Tiger Ventures Capital, "entonces las operaciones con valores de Caspersen no eran unas que una persona cuerda haría", añadió.

Sin embargo, Caspersen tiene sus defensores.

"Andrew siempre me trató con respeto", escribió John Colby, un portero en el edificio de apartamentos de Manhattan donde Caspersen vive con su esposa y sus dos hijos. Colby describió cómo, en un Día de Acción de Gracias que le tocó trabajar a la noche, hace varios años, Caspersen y su esposa le trajeron la cena de Acción de Gracias "en un plato real, con un verdadero vaso y servilleta y cubiertos de plata", agregando que el gesto fue "muy conmovedor para mí".

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