Por Esteban Aguirre

@panzolomeo

Hace casi un mes empecé un proceso único en lo que va de mi vida, un decir hola y adiós a muchas cosas al mismo tiempo. Una especie de reloj de arena en un lugar de dudosa gravedad, con énfasis en ese pequeño embudo del medio, que se siente apretado subiendo o bajando.

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El mismo día en que este "¿qué lo que pasa aquí... ah?" empezó el nuevo álbum de la

banda Kings Of Leon salió a la luz, un álbum llamado "Walls", y para ser sincero, en sus 7 discos a lo largo del tiempo esta sureña banda de hermanos y primos ha acompañado momentos intensos, no solo míos, sino también de un grupo de amigos, hermanos por elección, con quienes algún tiempo atrás creamos el movimiento gastronómico Guarará.

Una barra con la que hace tan solo 15 minutos me subí a un avión para ir a la tierra del lúpulo llamado Patagonia, brindar hasta olvidar y volver a recordar que hace 5 años, un primer lunes del mes decidimos decirle "salú" a la amistad.

"Take the time to waste a moment", tomáte el tiempo de perder un momento, la

primera idea que emerge del primer tema del álbum de KOL mejor describe, casi como eslogan de este viaje, el destino al que nos embarcamos y la necesidad de perderse para encontrarse, una y otra vez.

"Mira hacia estos lagos", el resumen del obturador verbal de Raúl hacen que las dos

botellas de whisky que hacen del segundo tramo del viaje (2 horas desde Buenos Aires hasta Bariloche) se sientan a un pequeño recreo en el aire. La mirada desafiante de aeromozas que sospechan de nuestro duty –muy– free es como la cereza encima del helado de un viaje con actitud de fiesta de fin de año.

"...Tan linda la bolsita para vomitar, ¿no?", André toquetea los contenidos del avión en el intento de comprobar si es que no estamos viviendo un sueño, o si la vida por un momento en sueño se convirtió. 6 trovadores del caos descienden sobre las nubes de la Patagonia.

La cordillera, los copos de nieve y Lore, nuestra paciente guía al nirvana, se preparan para testificar en el después más tarde.

Describir lo vivido es faltarle al respeto a todos aquellos que ya fueron, quieren ir, o tienen una postal de este lugar en el mundo guardada en algún baúl. Es simplemente un lugar que cada uno vive, así como son estos destinos turísticos que cartel tras cartel nos dicen "eju ko'ápe chamiwis", muchas veces tienen razón, pero es fundamental, antes de embarcarse a cualquier futura alteración del destino, saber la razón propia, el norte del viaje de uno mismo. A veces, o al menos en mi caso, la brújula está de retiro espiritual.

I'm just here to fight the fire. Oh, a man ain't a man unless he has

desire. Las líricas del álbum parecen perseguir nuestro andar, solo vine a combatir el

fuego (precisa descripción de la sed del grupo entrando por primera vez a la cervecería Patagonia que decidió fijar residencia a orillas del lago Nahuel Huapi), un hombre no es un hombre a no ser que tenga deseos. Una cerveza artesanal tras otra llegan como bocanadas hedonísticas, cada una maridada con su propia pareja. Un matrimonio de emociones duran el tiempo que dura el brindis, y después, casi como un aniversario, vuelven a empezar. Los deseos ya no son alcohólicos, son de vivir una vida cargada de razones por hacer sonar los vasos.

Parados al borde de aquel infinito que representa el cerro Campanario, con una cerveza en mano miro a la derecha y veo a Eleá, CK, el Poto, Raúl y André (rebautizado Le Big Magic), todos mirando perdidamente encontrados, parados encima de una "¡maldita montaña loperro!", rodeados de nieve, llenos de esperanzas en las ideas. Una extraña sensación de conquista, de colonización amalgamaban tácitamente a aquel grupo de amigos. Un momento de reflexión compartida, en donde uno puede entender que a veces a las cosas hay que darle su lugar, su momento y por sobre todo, ¡tiempo!

"Cada día es 24 horas a la vez", aquel sonido de palabras me sacaban de la montaña,

abriendo los ojos me encuentro sentado a solas en una aerosilla, mi destino es el asfalto, el auto, un futuro avión y el retorno a esta tierra colorada a la que llamo hogar. Miro a la izquierda y una pareja de sexagenarios me mira, sonriendo en complicidad, casi a sabiendas de la perfección de esa frase y el justo momento en que la vociferaron. Los miro, sonrío y por un momento todo fue ahora.

¡Salú!

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