• Por Juan Luis Ferreira E., Socio ADEC

La violencia callejera no es nueva. En los últimos días hechos puntuales de consecuencias lamentables han puesto sobre la mesa, otra vez, y en un lugar preferencial, un tema que nos afecta a todos. Esa violencia hace que uno camine con temor, o peor aún, que no camine.

Es bueno hacer ejercicio, pero no se puede sin riesgo. Antes, el riesgo era que te muerda un perro rabioso, quizás que alguien te pida el reloj o la cadenilla, a veces un 30 o un 27 intentaba acertarte. Ahora, te disparan o acuchillan antes de preguntar nada. El robo perjudica y duele, pero la agresión criminal innecesaria es inadmisible.

Esa violencia perjudica la relación entre vecinos. Perdimos la vereda. Perdimos los parques y plazas. Gradualmente nos hemos armado de perros, murallas, rejas, cercos, filmaciones, guardias, armas y alarmas. Hay 25 mil vigilantes, pero muy pocos vigilan. Están acuartelados. El sistema penal es garantista, incorporamos un modelo que se usa en países donde no hay delincuencia, con otras culturas, educaciones y tradiciones.

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  • Que Dios nos ilumine para recuperar veredas y calles, ayudar a los que más necesitan y castigar a los delincuentes.

Esa violencia daña el medio ambiente porque nos obliga a inventar cualquier tipo de vehículo para evitar la vereda y la calle. Ataca a los que no tienen nada, o a los que tienen muy poco. En todos los hogares precarios, y en todos los lugares carenciados la gente trata de poner una reja, hacerse de un arma, dejar un foco prendido, organizarse en autodefensas. Son tan víctimas como cualquiera.

No se trata de las motos. No se trata de las remeras de clubes. La delincuencia callejera es un delito que debe castigarse y basta con las leyes actuales. Y una vez más: tiene muy poco que ver con la pobreza. La gente pobre en gigantesca proporción no comete delitos.

Existe un sistema de esclavitud, recolección, reducción, comercialización, y protección que garantiza la presencia del delito diario. La solución es cumplir la ley y permitir que 9 millones de habitantes vivan mejor castigando a unos cuantos autores materiales y morales, y después rehabilitar a los que quieran. Muchos creen que la resignación y la paciencia son eternos e infinitos. No es así, ni aquí, ni en ninguna parte.

La inseguridad, la violencia, la falta de medicamentos y médicos, 6 meses sin clases en la universidad, 87 millones de dólares al año en viajes de muy discutible utilidad, falta de buenos maestros, falta de oportunidades para micro-emprendedores, cortes de luz, ómnibus chatarra.

Estos son los temas que la gente quiere una solución inmediata, y se puede. Dejemos de distraernos con la reelección, autoaumentos, justificar agasajos y viáticos, crear esquemas de corrupción, perfeccionar la impunidad, evadir obligaciones y culpar al pasado.

Pequeñas acciones concretas inmediatas. Coraje, capacidad, acción. Eso nomas.

Que Dios nos ilumine para recuperar veredas y calles, ayudar a los que más necesitan y castigar a los delincuentes.

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