Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

En cada acción hay una elección. Así se produce la vida en el instante, ahí está la plena satisfacción de ser, de estar, de habitar, de convivir, de ilusionarse, de errar, de aprender, de juzgar, de realizar, de trabajar, de querer, de ayudar y de todo lo que cada uno considera que identifica su existir.

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Es notable cómo el devenir de lo que vamos viviendo trae consigo innumerables aprendizajes. Y mucho tiene que ver nuestra capacidad de razonar, de analizar, de interpretar y de apreciar lo que nos pasa. Todo momento puede dar a luz una nueva opción y para poder emitir un juicio razonable, que nos impulse al obrar, debemos estar preparados conforme a lo que las circunstancias requieran.

Esa naciente acción pide una justificación que la avale. Y en ese requerimiento aparece la grandiosa maquinaria del valor razonado y orientado hacia los principios que fortalecen el pensar. El psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg (1927-1987), uno de los discípulos de Jean Piaget, explicaba que cada justificación de una decisión tiene sus propias particularidades, que no todas pueden ser iguales y que eso sucede durante todo el trayecto de vida.

Hay un proceso de crecimiento que fluye en cada etapa de la misma y que avanza hacia la concreción del bienestar que el ser humano desea alcanzar. No hay una similitud en la toma de decisiones dado que existen estadios que caracterizan el grado de madurez de los razonamientos morales que genera cada persona.

Por lo que evidentemente no es lo mismo respetar una norma porque hay que obedecerla dado que se teme un castigo a cumplir una regla porque hay una necesidad de satisfacer un interés propio.

En el primer caso se carece de autonomía, hay algo que impone miedo y ese algo es externo y necesita valerse del mismo para impedir cualquier transgresión. En el otro supuesto se asume lo estipulado porque sirve para el que lo cumple.

Es interesante abordar la teoría de Kohlberg. El maestro esbozaba un profundo análisis sobre el desarrollo moral del ser humano y lo dividía en tres grandes niveles, a los que denominaba Preconvencional, Convencional y Postconvencional. Y cada uno de ellos le anexaba dos estadios. Por ejemplo, las suposiciones citadas precedentemente integran el primer nivel, es decir el Preconvencional.

En el segundo nivel surgen las decisiones que tienden a sostenerse en las expectativas interpersonales, en donde se quiere complacer a los demás, donde se necesita sentirse estimado por otros. Por ello la vida grupal es preponderante. Lo que permite que se produzca la vivencia del siguiente estadio de lo Convencional y es aquel que tiende a cumplir las normas sociales establecidas y lo hace porque se siente responsable y actúa consecuentemente. Es el surgimiento de la conciencia social.

Para el profesor Lawrence durante el nivel Postconvencional se comprende el valor de los derechos prioritarios y de los principios éticos universales. En los estadios que lo componen se resalta el valor de la vida, de la libertad, la importancia de los consensos sociales y la vivencia sostenida en el respeto hacia la vida de uno mismo y del otro.

El proceso evolutivo expuesto necesita tiempo y su maduración requiere la experiencia de cada estadio, porque de esa forma facilita el progreso en cada paso de las correspondientes etapas.

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