La sociedad paraguaya viene soportando un inusitado recrudecimiento de la acción de los llamados "motochorros" o "motobandis" en los últimos días. En algunos casos, el ataque derivó en la muerte de la víctima o en lesiones de gravedad, como sucedió con un joven a quien los médicos debieron amputarle la pierna.

Se trata de una modalidad delictiva que apareció hace algunos años en Paraguay –sobre todo con la popularización de las motocicletas– y que consiste en asaltos rápidos y por lo general muy violentos perpetrados por dos sujetos a bordo de una motocicleta. Mientras el conductor mantiene el motor en marcha, el acompañante armado con un puñal, un revólver o a mano limpia despoja a las víctimas de sus pertenencias o ingresa a un local comercial donde se apropia del contenido de la caja.

En cuestión de segundos, los delincuentes huyen del lugar, perdiéndose en las calles oscuras o en el tráfico de la ciudad. Con frecuencia, dado que el golpe se basa en la sorpresa y en la rapidez, los motochorros primero atacan físicamente a la víctima antes de concretar el robo para evitar cualquier tipo de reacción. Operan en la vía pública y en estaciones de servicio o comercios similares en las principales ciudades del país.

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Por sus características, este tipo de asalto resulta sumamente difícil de combatir. Más allá de las confusas grabaciones de alguna cámara de seguridad, no se puede saber mucho de los motochorros, quienes actúan casi siempre con los rostros cubiertos por gorros y lentes oscuros. Después de adueñarse de maletines, bolsos, carteras y dinero, pueden hallarse a varios kilómetros de distancia en pocos minutos, cuando la Policía –que en estos casos se moviliza en camionetas– no ha atinado la más mínima reacción aún. La persecución de los ladrones termina siendo imposible.

Esta modalidad delictiva impone a las fuerzas de seguridad y a las autoridades la necesidad de extremar la creatividad a fin de hallar nuevas formas de combatir el flagelo.

Por todo ello, esta modalidad delictiva impone a las fuerzas de seguridad y a las autoridades la necesidad de extremar la creatividad a fin de hallar nuevas formas de combatir el flagelo.

Hace poco, por ejemplo, surgió en la Policía de San Lorenzo la idea de integrar un equipo de policías movilizados también en biciclos, una suerte de unidad de "motopolicías" encargada de patrullar zonas de mucha aglomeración de personas, las salidas de bancos y comercios, paradas de buses, etcétera. Si bien la iniciativa quedó suspendida, lo rescatable aquí es sobre todo el esfuerzo por hallar soluciones apropiadas y eficaces a un tipo de acción criminal que la Policía no puede afrontar con los medios habituales.

Merecen también un análisis mesurado y profundo otras propuestas, como la que plantea una ordenanza que prohíba la circulación de dos personas en una motocicleta, al menos en los horarios pico. Es evidente también que estos delincuentes no pueden ser vencidos sin nuevos métodos, porque una vez cometido el robo tienen todas las ventajas a su favor para escapar impunemente de la escena.

Tal como está el tráfico hoy en las avenidas de Asunción y el Área Metropolitana difícilmente una patrullera podrá dar alcance a ladrones que huyen en moto. Es pues preciso pensar en acciones diferentes para obtener mejores resultados.

Es indispensable además hacer una firme exhortación a la población –y muy en particular a los jóvenes– a mantenerse en alerta en las calles y avenidas, ante la posibilidad de un ataque repentino.

Y sobre todo a utilizar los celulares solo lo extremadamente necesario cuando se transita en la vía pública.

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