Por Jaime Egüez
Socio del Club de Ejecutivos
Ante la pregunta reiterada que me vienen efectuado extranjeros sobre la posibilidad de invertir en el Paraguay, aparte de las ventajas y las bondades de nuestro país como su gente, muchos quieren entender qué tipo de amenazas reales pueden encontrar para poner en su matriz de riesgo su plan de inversión. Este punto es quizás la parte gris del libro romántico sobre nuestro país. Si lo miramos como oportunidad de cambio para pasar de un gris a un blanco en algunos años sería positivo. Pero si lo miramos como un problema sistémico sin un plan de acción concreto de solución puede ser un gran capítulo negro para el país.
¿Por qué las personas en condición de autoridad y los grupos empresariales poderosos aún no hemos puesto estas partes grises de nuestra sociedad en la mira de una agenda de cambio? La respuesta que he encontrado es que muchos hablamos de esto, debatimos, sugerimos, pero no hemos sido capaces de articular acciones concretas para anular o neutralizar temporalmente estos puntos. O eventualmente darlos por solucionados. Esto se da porque no entendemos todavía cómo se administra en una República el poder más allá de lo estrictamente formal.
Entre estos puntos grises, los principales que podemos citar son la falta de capacidad para incidir en las autoridades del Poder Legislativo para definir una agenda país más acorde al desarrollo que necesitamos, y no que respondan a sus intereses personales o de bancada. La respuesta ante un sistema masivo de reclamos por el tema bonificaciones hizo tambalear a la estructura completa de gestión tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo. Y generó una reacción, más allá de ser considerada correcta o incorrecta, acorde con la agenda que el país en general pide, como es la austeridad pública.
Otro punto crítico que no podemos dejar de poner en la mesa, en carácter de urgente, es el incremento de la impunidad total en el sistema jurídico paraguayo.
Es increíble cómo cada parte que es un interlocutor importante como lo es el Poder Judicial, la Fiscalía o mismo el organismo de fuerza pública como es la Policía, se debatan en quién es el que tira la "pelota tata" más rápido. No hemos podido articular una sola acción concreta que indique que este índice de violencia, impunidad, violación de derechos vaya en una tendencia a la baja.
La cantidad enorme de juicios, imputaciones de fraudes, robos descarados al Estado, procesos donde no se han ejecutado correctamente un fondo de inversión o gasto crece. Así como la absoluta incapacidad de la Contraloría en liderar un proceso de cambio para evitar la impunidad total en la gestión del dinero público nos indica que estamos fallando como sistema. Estamos enfermos, pero no hacemos nada para curarnos. No tenemos capacidad de gestión como nación para enfrentar estas gravísimas irregularidades.
La falta de capacidad operativa del Ejecutivo en la ejecución de tareas por una falta de contrapartida económica que está sujeta a una aprobación vía Legislativo nos indica que realmente el sistema carece de una autonomía que permita la continuidad de las acciones planificadas. La administración siempre dependerá de obtener una autorización extra que le permita ejecutar correctamente un programa planificado.
No es mi intención instalar públicamente que debemos ir a un modelo presidencialista, pero lo que sí debemos plantearnos es que este modelo como está ahora adolece de graves problemas funcionales. Y a esto también se suma la falta operativa de la propia estructura administrativa con lo que tiene.
Proyectos aprobados con flujo de dinero disponible se han demorado años en ser ejecutados tanto por una incapacidad de articular acciones concretas para avanzar en los trabajos como en corregir errores o inconsistencias en los propios proyectos. Algo no funciona y no vemos –más allá de las buenas intenciones– vocación y planes concretos de cambio que nos permitan asegurar que el país va a transformarse para una mejor gestión, incluso en el ámbito de la infraestructura.
Necesitamos urgentemente encontrar un modelo nuevo. Un modelo irreverente. Tan radical que nos permita el cambio a blanco de todas estas estructuras grises. Y ello antes de que la oscuridad se apodere de la República y ya no podamos aprovechar todas las cosas buenas que hemos sembrado en estos años.