Whitney Johnson
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Recientemente, estaba conversando con un cliente que me dijo, "uno realmente no quiere que haya confrontaciones, ¿verdad?"
Bueno, no. Como muchas personas, llegaré muy lejos para evitar la confrontación de cualquier tipo.
En mi juventud aprendí que, si no podía obtener lo que necesitaba por medio de la persuasión o la amabilidad, podía negociar o intercambiar. Ambas son habilidades buenas, valiosas y muchas veces necesarias, pero están limitadas en cuanto a su efectividad. Algunas de las mejores ideas resultan de la voluntad para iniciar en un lugar de conflicto psicológicamente doloroso –ese punto de confrontación inherente, donde lo que sabemos colisiona con lo que no queremos saber.
Suelo esforzarme para evitar los desacuerdos, buscando el ganar/ganar, que significa que nadie debe sentirse como perdedor. Sin embargo, la verdad es que, si ninguna idea pierde, ninguna otra –incluyendo a la mejor– puede ganar.
Por nuestro propio bien, esto significa que debemos enfrentarnos con nuestra indisposición a confrontarnos. Tenemos que enfrentar la idea de que los desacuerdos simples son un juego de suma cero, con un ganador y un perdedor. ¿Cómo hacerlo?
Para comenzar, podemos definir algunas diferencias más matizadas. En "The Right Fight," Saj-nicole Joni ofrece un marco de trabajo para decidir qué desacuerdos pueden ser productivos. Los criterios son que usted esté peleando respecto algo que genuinamente importe, que sea algo que alguno de los combatientes tenga el poder para cambiar y que usted esté siguiendo reglas de guerra claras.
En estas situaciones, entrar a la lucha significa que algo nos importa lo suficiente como para arriesgarnos a la incomodidad del conflicto, en busca del bien mayor.
Dibujar esta clase de distinciones puede ayudarnos a cambiar cómo pensamos acerca del conflicto y reconocer que dicha incomodidad –dicha disonancia– tiene valor. En mis antecedentes está originalmente la música, como pianista; en la música, la disonancia suele ser la fuente de la belleza.
El crítico musical Anthony Tommasini, al escribir sobre la larga evolución de la música occidental, señaló: "si el compositor y el escucha simplemente dejaran ir sus amarres mayores y menores, todos podríamos deleitarnos en la atrevida e intensa belleza de la disonancia."
Todos amamos esas ideas; nos aferramos a nuestros amarres de opinión como si de ello dependiera nuestra sobrevivencia. Sin embargo, ser capaz de verdaderamente escuchar, sin quejarnos o tomar afrenta, las ideas contrarias de los otros, facilita el éxito y enriquece la vida. Incluso podríamos encontrarnos de acuerdo con cosas que inicialmente nos desagradaban –si nos atrevemos a darnos, a nosotros mismos y a los demás, una oportunidad.
(Whitney Johnson es la autora de "Disrupt Yourself: Putting the Power of Disruptive Innovation to Work". Recientemente fue incluida en Thinkers50, como una de las pensadoras directivas más importantes a nivel mundial.)