• Por Clari Arias, @clariarias

Las redes sociales se han convertido en el escenario ideal para denostar contra el enemigo, ya sea con la responsabilidad plena de una identidad verdadera o a través de perfiles falsos (los favoritos a la hora de calumniar). Nadie está a salvo de un fulminante tuit o de alguna encendida publicación en el muro del Facebook, y cuánto mejor si se acompañan con fotos comprometedoras o escabrosas. En términos literarios, estamos viviendo nuestra propia versión de "La mala hora".

El premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez publicó la novela "La mala hora" hace ya más de cincuenta años, inspirado por los descabellados hechos de violencia en Sucre, un pueblito en el que le tocó vivir junto con su familia, y que cada mañana sufría con las publicaciones anónimas de panfletos que denostaban contra la moral y la integridad de sus más connotados habitantes. Hoy, con toda la masividad de las redes sociales no hace falta pasar al mimeógrafo ningún documento, y mucho menos hace falta esperar la romántica oscuridad para pegar los pasquines por paredes y puertas, sino que sencillamente con un teléfono móvil e internet se pueden herir de gravedad las más ilustres reputaciones.

Hace pocas horas, el senador Adolfo Ferreiro se anotó como una de las últimas víctimas de los pasquines en las redes sociales cuando, desde un perfil en el Facebook, publicaron una fotografía en donde el senador posaba con una totémica mujer, acusando a esta de ser su "paquita", y que gracias a esa "relación" su hermano el intendente le dio un puesto municipal a la susodicha. Debo admitir que mi primera reacción a la publicación fue un sentimiento de insana envidia hacia el senador, ¡ya que la señorita en cuestión tenía más piernas que toda la selección nacional! El senador Ferreiro no tardó en reaccionar ante la publicación y respondió en el Twitter, desligándose de la cuestión al aclarar que no tenía ningún tipo de relación con la hermosa dama de la foto (en realidad las fotos, porque aparecieron dos). Con el trascurrir de las horas se confirmó que la publicación era una patraña de inicio a fin: la mujer no es la novia del senador y no trabaja en la Municipalidad de Asunción. ¡Fin de la envidia!

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Pero no solo las redes sociales sirven para calumniar. Aunque arcaicos, más peligrosos y más costosos, los pasacalles han resurgido en los últimos tiempos como forma de ensuciar reputaciones. En la semana que pasó me llamaron la atención dos pasacalles que se colgaron en distintos puntos de la ciudad, aunque con la misma intención, dañar la reputación de ciertos médicos de nuestra sociedad.

Uno de esos pasquines colgantes hablaba de un reconocido doctor al que acusaban de acosador de sus colegas y alumnas, situación difícil de creer, ya que su trayectoria es tan intachable, que lo ha llevado a ocupar los cargos más importantes en su área (salvo el Ministerio de Salud). Otro pasacalle madrugador fue colgado en el centro de la ciudad y se refería a una supuesta relación extramatrimonial entre dos médicos del Hospital de Clínicas. Fue al momento de ver ese trapo calumniador que entendí que esto podría tratarse de una campaña de terrible maldad, encarada vaya uno a saber por quién, pero que claramente tenía su epicentro en la Facultad de Ciencias Medicas de la UNA y el motivo podría ser el terremoto llamado #unanotecalles.

Nadie en esta tierra puede predecir lo que mañana se publicará en las redes sociales o en un pasacalle. Y nadie puede creerse blindado de una injusta calumnia en estos días en donde una reputación construida por años, con la paciencia de un orfebre, está en manos de algún resentido del teclado. Es triste, pero es el siglo que vivimos.

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