Por Richard E. Ferreira-Candia
Periodista, analista y docente
@RFerreiraC
Todos los días nos alegramos o nos quejamos de algo que pasa a nuestro alrededor. Es normal que nos moleste alguna publicación, o nos ponga de buen humor alguna noticia que vemos o leemos en los medios, aunque esto último es poco común en estos días.
Somos parte de una sociedad, somos la sociedad misma, que requiere una convivencia medianamente ordenada. Para que esto funcione se necesita al menos un mínimo grado de comunicación y cooperación. Al buscar noticias, estamos, de cierta forma, intentando conocer qué pasa en la sociedad. O más bien, qué pasa en ella, según el reflejo que brindan los medios de comunicación.
Sociedad viene del latín "societas", dijo el comandante, quien interrumpió su explicación para agradecer a nuestro amigo el mozo del Café Literario por las dos tazas de café negro, sin azúcar, que había dejado en una de las mesas en el altillo donde nos encontramos de nuevo para conversar.
Hablábamos sobre el poder y la disgregación que se observa en la sociedad. No quedó atrás lo que hoy generan los medios de comunicación. Recordamos una vieja frase que sostiene que si leemos tres diarios, es como estar tres países diferentes.
Hay una suerte de separación de ideas, de luchas, de intereses, una "disgregación mediática" que contribuye irremediablemente a sostener una "sociedad disgregada".
El comandante continuó. Necesitamos de otros para vivir y sobrevivir. Y necesitamos de los medios para saber qué está pasando a nuestro alrededor. La cuestión es qué y cómo nos cuentan, y su afecto en la sociedad, cuestionó.
Los medios, fuera de la importancia que cumplen para informar y denunciar, relatan y colaboran últimamente para crear un estado de confusión, sostuvo y agregó inmediatamente: Esta situación es abonada no solo por los medios, sino por el mismo sistema de poder existente.
Se tomó un poco de tiempo que aprovechó para sorber un poco del café, miró hacia un costado, pensativo, y luego retomó su análisis: En su libro "La tiranía de la comunicación", Ignacio Ramonet, ya en los noventa, advertía sobre el cambio en el orden del poder. El escritor, periodista, geopolítico y sociólogo español, en su obra publicada en 1998, sostuvo que "hay crisis y, finalmente, disolución o incluso dispersión del poder, lo que hace que difícilmente podamos determinar dónde se encuentra realmente".
Sin embargo, en ese mismo artículo, afirmó que por lo que estaba pasando en el mundo se notaba que el primer poder era el económico y el segundo el mediático. Es decir- enfatizó el comandante- si alguien tiene poder económico buscará el poder mediático para sostenerse y ampliar su poder. Eso es lo que estamos viviendo no solo en el país, sino en el mundo, acotó. Hoy, la información es poder.
A nivel local, -añadió- en el tercer lugar del poder se puede ubicar a la religión, a la Iglesia (la Católica sobre todo), que si bien no cuenta con medios de comunicación masivos con mucha fuerza, tiene diariamente por su convocatoria y credibilidad un escenario ideal para la transmisión mensajes: las liturgias.
Hizo una pausa, y continuó: Recién en cuarto lugar se está ubicando, a duras penas, la sociedad, que cree que está en primer lugar. Su fuerza, reflejada cada cierto tiempo en los votos, empieza a cobrar notoriedad mediática sobre todo a partir de la aparición de las nuevas tecnologías que le permite osar en poner en la agenda de debate (por encima de los medios) temas de su interés, aunque está muy lejos aún de conocer el poder que puede tener.
Pero lo que sucede es alentador. La gente no es tonta y sabe en qué momento estamos. Su reacción es bastante curiosa hacia los medios de comunicación. Ya no discute ni participa activamente, sino que reclama o rechaza a los medios, o a los propios periodistas, cuando sabe que lo que dicen no está siquiera cercano a la verdad. El ciudadano se informa, pero probablemente ya no cree.
Tomó su último sorbo de café y puntualizó: En la medida en que el ciudadano asuma su rol como ciudadano, e interprete el poder que puede tener para lograr que la sociedad se fortalezca por sí misma, podremos encaminarnos hacia otro escenario. Eso.