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Si escuchaba las noticias acerca de Arabia Saudita hace una década, probablemente habría oído de un príncipe relativamente joven, de mentalidad reformista que se empeñaba en asegurar el futuro del reino. Muhammad bin Nayef era un líder que enfrentaba el desafío más apremiante del país: el terrorismo. Él era inteligente, conocedor de los medios y ambicioso. No había duda de que quería ser rey.
En abril del 2015, cuatro meses después de que el rey Salman, su tío, había ascendido al trono, se convirtió en príncipe de la corona. Esa fue una dramática ruptura con la tradición, ya que los últimos seis reyes de Arabia Saudí habían sido todos hijos del monarca fundador y varios más todavía estaban vivos, esperando su turno, alineados en una fila fraternal. Al final, sin embargo, se decidió que la sucesión saltaría una generación. Muhammad bin Nayef, de 57 años, es oficialmente el príncipe heredero, el próximo rey de Arabia Saudita.
Solo que, de repente, parece no ser tan así. En el último año, un hijo mucho más joven de Salman, también llamado Muhammad y de solo 31 años, irrumpió en la escena política como ministro de Defensa y príncipe heredero sustituto de la corona, con la tarea de destetar al reino del petróleo. Eclipsando a su primo mayor, acaparó el centro de atención, con la promesa de una serie de reformas drásticas. Hasta parecía que el rey estaría preparando a su sucesor inmediato.
Por otro lado, parece poco probable que el príncipe heredero de la corona considere renunciar a su condición. Él ya estuvo antes en situaciones difíciles. Sobrevivió a varios intentos de asesinato. En el 2003, reforzó su reputación aceptando personalmente la rendición de un líder de Al Qaeda. En el 2009 casi fue asesinado en una reunión similar, cuando un terrorista supuestamente rehabilitado detonó una bomba que llevaba aparentemente en el recto.
Esta semana, el príncipe heredero Muhammad - conocido como M.B.N. en los círculos diplomáticos – representó a Arabia Saudí en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, donde los líderes mundiales se reúnen, disminuyendo la especulación de que podría haber sido dejado de lado formalmente en favor de su joven primo. Aunque tal especulación es tabú en el reino, los saudíes susurran sobre las intrigas en palacio. Cada príncipe respeta al otro en público, pero los signos de tensión abundan.
Ahí está, por ejemplo, la guerra liderada por Arabia Saudí en Yemen, la cual es liderada por Muhammad bin Salman -también conocido como M.B.S. – y comenzó solo semanas después de que él se convirtiera en ministro de Defensa, el año pasado. Al principio, alardeaba acerca de su liderazgo, reuniéndose con generales y visitando las capitales extranjeras, siempre con la prensa a cuestas. A medida que la intervención en Yemen se volvía ácida, sin embargo, se la recicló pasando a ser vista como una decisión colectiva. Es decir, la culpa, en otras palabras, debía ser compartida.
"La noticia era que Muhammad bin Nayef no vino corriendo a decir: "Sí, eso es correcto'", comentó Bruce Riedel, del Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington.
En diciembre, M.B.N. parecía caer en un estado de malhumor. Fue a Argelia, permaneciendo allí llamativamente durante seis semanas y descuidando sus deberes en casa. Desde entonces, se instaló un esfuerzo por mostrar armonía en la familia real. Si el príncipe heredero de la corona se convirtiera en rey, sin embargo, bien podría correr a su joven primo. El rey Salman, de 80 años, cuyas facultades se dice están desapareciendo, puede que tenga que moverse rápido si quiere que su muchacho tenga éxito.
Pero, puede que no sea tan fácil. El reino ha sido tradicionalmente gobernado por un consenso real. Muchos príncipes son reacios a dejar que M.B.S. corte la línea. La guerra en Yemen ya es un lastre alrededor de su cuello y sus reformas económicas están causando un dolor real.
Por otra parte, el príncipe heredero de la corona es muy apreciado. La familia real saudí y los diplomáticos occidentales lo alaban como serio y trabajador. Los sauditas ordinarios lo ven como un protector. Él consolidó su posición en septiembre, supervisando una tranquila peregrinación musulmana a la Meca, la cual fue empañada en el 2.016 por una estampida mortal.
Los grupos de derechos humanos están menos impresionados, acusándolo, entre otras cosas, de la ejecución en enero de un clérigo chiíta acusado de terrorismo.
Claro que parece más estable que su primo joven. A medida que el reino atraviesa una reorganización económica, nadie está seguro de quién habrá de liderarla. De lo único que se puede estar cien por ciento seguro es que primer nombre será Muhammad.