Por: Aura Zelada*

Hace un par de años hice uno de los viajes más memorables en lo que va de mi vida. No, no recorrí Europa ni conocí la selva del Amazonas; fui a Buenos Aires, por tres días, con seis amigas. La pasamos genial y yo, entre tantas cosas que podría contarte de esa aventura, decidí compartir con vos lo siguiente: Me sorprendió -gratamente- lo organizada y planificadoras (quizás al extremo) que somos las mujeres.

Memorable porque fue la primera vez que viajaba sola con amigas después de convertirme en mamá. Muchas comprenderán el revoltijo emocional que tuve para decidir ir de viaje con amigas yo, que ahora soy una madre de familia.

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Luego del milagro de que entre siete amigas nos pongamos de acuerdo y definamos una fecha para ir, sólo quedaba planificar. Mucho ayudó la promo relámpago de la aerolínea con pasajes ultrabaratos que se agotaban. Si no, vos sabés que para juntarse a tomar un café son necesarios al menos unos 300 mensajes de Whatsapp, y tampoco es garantía de que surja.

Así que, un par de semanas antes del despegue, nos reunimos un domingo en la casa de una de ellas a planificar: Merienda, laptop, planilla Excel compartida en la nube, y un montón de apps y blogs de las actividades para disfrutar la ciudad porteña.

Planificamos desde en qué confitería íbamos a desayunar el primer día, hasta el último paseo exprés al centro antes de partir hacia el aeropuerto. Se debatió qué tipo de viaje queríamos hacer (vida nocturna, artes, compras), cuánto estábamos dispuestas a gastar. Se decidieron algunas cosas por votación y otras actividades se dividieron según los diferentes intereses. Fue una planificación muy democrática.

Si yo le propongo a mi marido o a mis hermanos para hacer algo así, ya veo que me dicen algo como: "¿Estás loca? ¡Vamos a vivir una aventura, no a trabajar! Vamos nomás, y allá vemos qué hacer." Pero la realidad es que, en algún momento tendrás que decidir qué hacer, cuánto vas a gastar, si vas a almorzar o cenar a tal lugar, si vas al teatro o al museo. ¡Mucho más si son sólo tres días!

Lo mejor que podés hacer es planificar esto antes, trabajar en ello estando en tu casa, no en el hotel antes de salir o dentro del taxi, cuando el tiempo ya corre y te estás perdiendo de disfrutar. ¡Es mucho más fácil si tenés una hoja de ruta pre-hecha!

Pero, ¿qué pasó en la práctica finalmente?

¡Desde luego que hubieron cambios! Podría decir que se cumplió un 85% de lo programado. Una cosa es planificar y otra concretar. La mayoría de las cosas las hicimos el grupo completo, pero otras se dividieron según los intereses (y energías) de cada una.

Por ejemplo; a mí ya no me dio el cuero ni me moría de ganas de ir a farrear a Las Cañitas después de haber estado desde las 9:00 recorriendo toda la ciudad caminando. Otras sí encontraron esas energías. Algunas, que creyeron que iban a despertarse el domingo temprano para hacer la visita guiada del teatro Colón, decidieron quedarse con Morfeo a último minuto, y otras, demostrando sus capacidades todoterreno, tuvieron energía para las actividades de la mañana, tarde, noche y madrugada de todo el viaje.

Pero lo más importante de todo, fue que así como todas planificamos al extremo cada minuto, todas tuvimos la flexibilidad de cambiar las cosas sobre la marcha, cuando algo no salía como estaba escrito. El clima, el tráfico, perder más tiempo de lo pensado en tomar un simple taxi, o incluso las energías pueden hacerte cambiar de planes, y la riqueza está en saber seguir disfrutando, a pesar de que algo no salga como se planificó.

En ese viaje, amé aún más a mis amigas por eso. Porque son tan planificadoras y organizadas como (me gusta serlo la mayoría del tiempo) yo, y porque ante las adversidades… ¡siempre ponen la mejor onda!

*Bloguera en www.frugalisima.com

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