El exministro Antonio Palocci siempre renació de sus cenizas. Cuando las denuncias de corrupción le sacaron del gobierno de Lula, resurgió como mano derecha de Dilma Rousseff hasta que la sombra del fraude volvió a tumbarle. Reconvertido en polémico consultor, ahora es la policía quien le corta el paso.
Hombre fuerte del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), Palocci, de 55 años, fue detenido en San Pablo acusado de haber recibido multimillonarios sobornos de la gigantesca trama corrupta en Petrobras.
El influyente ex ministro fue un hábil estratega en el complejo ajedrez de intereses y partidos sobre el que se construyeron los gobiernos del PT. Fue el ministro de Hacienda del primer gobierno izquierdista de Brasil, en los cruciales años que abrieron la era Lula (2003-2010).
Por el camino, participó en la construcción del PT y fue coordinador de la campaña ganadora del líder metalúrgico, que acabaría seduciendo al mundo con el milagro económico del gigante sudamericano, pero cuya llegada al poder era temida por los mercados. Temerosos ante la irrupción de un presidente sindicalista en Brasilia, el astuto Palocci se reveló como un bálsamo para los inversores.
"Puente" perfecto con mercado financiero
Como ministro, mostró una inesperada habilidad para servir de puente entre los sectores más alineados con Lula dentro del gobierno y el mercado financiero, siendo visto como uno de los más influyentes integrantes del gabinete. A fines del 2005, sin embargo, surgieron las primeras denuncias en su contra, por supuesta participación en una red de pago de sobornos a políticos aliados, en lo que se conoció como el escándalo del "mensalao". En marzo del 2006, Lula acabó cediendo a las presiones y pidió su renuncia. Su sustituto entonces fue Guido Mantega, detenido el viernes pasado durante unas horas, también por sus supuestas conexiones con el fraude a Petrobras.
Apenas meses después de su salida en el 2006, Palocci logró ser elegido diputado, al tiempo que creaba una empresa de asesoría para asuntos financieros. Lula le convocó en el 2010 para coordinar la campaña de la entonces ministra Dilma Rousseff. Como reconocimiento por su papel central en la campaña, Rousseff lo designó para ocupar el cargo más importante de su equipo, el de ministro de la Casa Civil (jefe del gabinete). Su regreso triunfal, solo duró seis meses. Acusado por la prensa de haber multiplicado por veinte su patrimonio en cuatro años, la sombra de la corrupción volvía a bajarle en marcha de un gobierno del que era uno de sus arquitectos.