Unos días históricos se viven en Colombia y en toda Latinoamérica con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de ese país y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), iniciando así el cierre de una película que ha causado dolor y muerte por más de 52 años de guerra interna.

Como testigos del acuerdo participaron 13 jefes de Estado, más de 30 cancilleres y 2.500 invitados. El hecho no es un mero acto protocolar, sino el inicio de una nueva etapa para Colombia, nación que debió soportar un negro período en el que se sucedieron enfrentamientos, muertes y secuestros, en lo que es considerado el conflicto más largo del hemisferio occidental.

Aún con la firma del documento, los colombianos tendrán que ratificar el domingo en un plebiscito si ratifican o no el acuerdo. De ganar el "Sí", se confirmará la iniciativa del gobierno y de las FARC, en caso del "No" el panorama se volverá de vuelta en incertidumbre. Está demás señalar que quienes desean que finalmente prime la paz en Colombia irán por dar el voto de confianza a lo planteado por el gobierno de Juan Manuel Santos.

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El pueblo colombiano, en medio de una ilusión de lograr la verdadera paz, se encuentra en este momento en un clima de escepticismo sobre lo que puede pasar en el futuro, pero indudablemente el deseo de lograr la ansiada tranquilidad se encuentra en todos los ámbitos.

Hay que rememorar que el proceso de negociaciones se inició en febrero del 2012 y tuvieron como enlaces varios referentes del continente y del Viejo Mundo, quienes fungieron de mediadores. Ya un hecho histórico se registró el 23 de setiembre del año pasado cuando por primera vez el presidente Santos y el líder de las FARC, Timochenko, se encontraron y se estrecharon la mano con la intención de firmar el acuerdo el 23 de marzo, cosa que finalmente no se dio.

"No queremos que haya una víctima más en Colombia (...) El fin del conflicto supondrá la apertura de un nuevo capítulo de nuestra historia. Se trata de dar inicio a una fase de transición que contribuya a una mayor integración de nuestros territorios".

El 23 de junio se llegó al acuerdo de cese al fuego, con lo que se daba inicio a una nueva oportunidad. Ahora, con la firma del acuerdo, se rubrica la intención de lograr la paz, aunque con ciertas dudas sobre lo que puede pasar, por la compleja situación en la que también paralelamente están involucrados los llamados disidentes de las FARC.

El acuerdo es sustantivo, por lo que consideramos importante reproducirlo en parte. El documento de casi 300 páginas señala en su parte resolutiva: "El Gobierno de la República de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, hemos acordado: - Suscribir el presente Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, cuya ejecución pondrá fin de manera definitiva a un conflicto armado de más de cincuenta años (…). El presente Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera se suscribe por el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), como Acuerdo Especial en los términos del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949".

Igualmente detalla que "luego de un enfrentamiento de más de medio siglo de duración, el Gobierno Nacional y las FARC-EP hemos acordado poner fin de manera definitiva al conflicto armado interno. La terminación de la confrontación armada significará, en primer lugar, el fin del enorme sufrimiento que ha causado el conflicto".

Se admite que "son millones los colombianos y colombianas víctimas de desplazamiento forzado, cientos de miles los muertos, decenas de miles los desaparecidos de toda índole, sin olvidar el amplio número de poblaciones que han sido afectadas de una u otra manera a lo largo y ancho del territorio, incluyendo mujeres, niños, niñas y adolescentes, comunidades campesinas, indígenas, afrocolombianas, negras, palenqueras, raizales y rom, partidos políticos, movimientos sociales y sindicales, gremios económicos, entre otros".

Hay un mensaje claro, expresado de esta manera: "No queremos que haya una víctima más en Colombia (...) El fin del conflicto supondrá la apertura de un nuevo capítulo de nuestra historia. Se trata de dar inicio a una fase de transición que contribuya a una mayor integración de nuestros territorios, una mayor inclusión social –en especial de quienes han vivido al margen del desarrollo y han padecido el conflicto– y a fortalecer nuestra democracia para que se despliegue en todo el territorio nacional y asegure que los conflictos sociales se tramiten por las vías institucionales, con plenas garantías para quienes participen en política.

Se trata de construir una paz estable y duradera, con la participación de todos los colombianos y colombianas. Con ese propósito, el de poner fin de una vez y para siempre a los ciclos históricos de violencia y sentar las bases de la paz, acordamos los puntos de la Agenda del Acuerdo General de agosto del 2012, que desarrolla el presente Acuerdo".

Rescatemos parte del documento para suscribir igualmente desde este espacio la necesidad de que culmine la confrontación armada y que verdaderamente signifique el fin "del enorme sufrimiento que ha causado el conflicto". Como enseñanza, como sociedad toda debemos tomar que con una confrontación de esta naturaleza no gana nadie, sino más bien, perdemos todos. Colombia, con mucho sufrimiento, fue un ejemplo de esa negra historia.

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