Por Benjamín Livieres Plano

Periodista

En apenas 18 días y a tan solo 2 meses de ser electo presidente del radicalismo auténtico, Efraín Alegre provocó una crisis profunda en su partido, convirtiéndose en el principal artífice de su fraccionamiento interno. Un verdadero récord que no tiene precedentes en dicha organización, al menos en lo que va de la etapa democrática, y que de no ser revertida prontamente, lo que por ahora no se vislumbra, le resta toda posibilidad de desempeñar un rol gravitante con miras a los comicios generales del 2018.

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En términos cronológicos, las primeras grietas afloraron en la reunión que mantuvo el Directorio del PLRA el pasado 9 de setiembre, en la cual, con el respaldo del sector liderado por Enrique Salyn Buzarquis, integró el Tribunal Electoral Independiente y el de Conducta, excluyendo de dichos organismos al "Equipo Joven" o "llanismo", la segunda fuerza política del radicalismo auténtico, a la que había vencido por estrecho margen en las pasadas internas. Y como era de esperarse, los marginados no se limitaron a denunciar la maniobra antiestatutaria, sino que además accionaron ante la justicia, que les dio la razón, por lo que la composición definitiva de dichas instancias aún es materia pendiente.

La segunda crisis, tan o más grave que la primera, estalló en la Convención liberal del 18 de setiembre. Días antes, Alegre se había comprometido a que no se incluiría en el orden del día el caso de los 6 diputados del PLRA que no asistieron a la sesión de la Cámara en la cual se analizó la intervención a la Municipalidad del Este.

Sin embargo, un convencional propuso tratar el tema sobre tablas y, sin que él dijera una sola palabra, ni se les otorgara el derecho a la defensa a los acusados, los 6 fueron inhabilitados para competir por cualquier cargo electivo en las próximas elecciones generales, a pesar de que algunos de esos legisladores fueron los más votados en sus respectivos departamentos en el 2013.

A la luz de estos hechos, el comportamiento de Efraín solo puede calificarse de antidemocrático e intolerante, lo que en un partido liberal es una completa contradicción.

Pero se equivoca si piensa que puede obrar de esa manera, con total discrecionalidad y sin que le represente un alto costo político, aunque sus limitadas capacidades políticas e intelectuales no le permitan ver.

El sector al que discriminó de los tribunales partidarios y al que pertenecen los diputados sancionados por la Convención "para cortarle las manos al cartismo", como él dijo, no es una corriente minoritaria, ni mucho menos marginal, en cuyo caso igual debiera ser merecedora de respeto, sino una fuerza muy importante, que aglutina al 32% de su partido, frente al 37% (150.000 votos) que lo ungió como presidente.

A propósito del supuesto "cartismo" del "Equipo Joven", sus principales referentes le devolvieron rápidamente el favor a Efraín, como la senadora Blanca Lila Mignarro, quien le recordó que cuatro diputados "efrainistas" (Jorge Ávalos Mariño, Amado Florentín, Dionisio Amarilla y Juan Félix Bogado Tatter) votaron por el proyecto de gravar el tabaco con un impuesto del 13%, mientras ellos, los atacados de ser "cartistas", promovían que se aumentara al 20%, lo que hubiera afectado en mayor proporción a una de las industrias del presidente. Y otros trajeron a colación la postura de legisladores del grupo de Efraín a favor del proyecto para la duplicación de las rutas 2 y 7, cuestionado por la oposición, argumentando que la empresa adjudicada pertenece al padre del ministro de Obras Públicas.

Al margen de estas incoherencias, que no hacen al fondo de la cuestión, lo cierto es que a Efraín le bastaron apenas 60 días para provocar la división de un partido que merece un presidente que rescate al menos parte de su rica historia, en lugar de destruirlo. Pero él no parece ser consciente del camino por el cual transita.

Obnubilado por el insignificante poder que le otorga el título que ostenta, se comporta como si fuera un virtuoso emperador romano, una especie de Marco Aurelio, de los mejores, cuando encajaría mucho mejor en el papel del hijo, llamado Cómodo, un personaje ruin y de pocas luces, considerado como lo opuesto a su padre.

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