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Las órdenes que llegan desde arriba pueden dar forma a la economía china. En el 2013, el presidente Xi Jinping dijo que las ciudades deberían ser más como esponjas, que absorbieran el agua de lluvia para reutilizarla cuando estén resecas. China ahora está trabajando en unas 30 "ciudades esponja".

Luego, en el 2014, Xi dijo que el gobierno debería alentar a las empresas para que invirtieran en proyectos estatales. Desde entonces, China ha anunciado planes para miles de "asociaciones público-privadas" (APP), incluidas las ciudades esponja. Sin embargo, los inversionistas no parecen interesados y las ciudades esponja están pasando apuros para absorber capital privado.

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Este mes, Guyuan, una ciudad en Ningxia, una región del noroeste que está seca la mayor parte del año, lanzó la primera APP para una ciudad esponja en China. Sin embargo, como es el caso con otras que están en proyecto, el lado "privado" de la asociación no fue lo que se esperaba: el inversionista, Beijing Capital, de hecho es una empresa propiedad del gobierno; y, para hacer viable el acuerdo, el gobierno echó una mano con un subsidio con valor de casi una quinta parte del costo total de 750 millones de dólares.

Esto apunta a un problema más grande: una pronunciada desaceleración en la inversión privada en China. Nuevos datos dados a conocer el 13 de septiembre subrayaron la tendencia. Durante los primeros ocho meses del 2016, la inversión del sector privado se elevó solo 2,1 por ciento respecto del mismo período un año antes, virtualmente el aumento más bajo desde que empezaron los registros en el 2005. Mientras tanto, la inversión respaldada por el Estado ha aumentado.

Podría parecer poco sorprendente que el gobierno esté impulsando a la economía de China, pero marca un gran cambio: el sector privado fue responsable de aproximadamente dos tercios de la inversión durante la última década. Ya que la inversión representa casi la mitad del PIB, la cautela privada enturbia la perspectiva de crecimiento.

La explicación más sencilla para la desaceleración es que el Estado ha desplazado al sector privado. Las entidades respaldadas por el gobierno han tenido desde hace años un mejor acceso a los bancos. En el pasado, las compañías privadas han compensado usando sus propios ingresos y recurriendo a prestamistas sombra. Ambas rutas son más difíciles este año: las utilidades no están creciendo a las estimulantes tasas de dos dígitos de no hace mucho tiempo y, a la vez, los reguladores han frenado a los bancos sombra, recelosos de los riesgos que se fraguan dentro de ellos. Un efecto colateral ha sido privar a algunas compañías privadas de financiamiento.

No obstante, eso es solo parte del problema. Muchas compañías tienen dinero pero no lo gastan, según Zhu Haibin de JP Morgan Chase. Están profundamente conscientes de la capacidad excesiva en industrias que van desde la minería carbonífera hasta la producción de paneles solares. Los rendimientos sobre el capital han caído en un tercio desde el 2011 a alrededor de 7 por ciento, según Société Générale. Con las tasas de crédito bancarias promedio solo un poco más abajo en 5,25 por ciento, muchos están conteniéndose, a la espera de que la rentabilidad mejore.

Las compañías estatales pueden permitirse poner menos atención en el balance general. Pese a rendimientos más débiles que los de sus contrapartes privadas, han seguido invirtiendo.

La política de los grandes proyectos de infraestructura también es un obstáculo. Los gobiernos locales son renuentes a conceder sus proyectos más prometedores a inversionistas privados. Muchos funcionarios están recelosos de las compañías privadas. El municipio de Beijing firmó recientemente un acuerdo APP para una nueva autopista, y eligió a China Railway Construction Corp., una gigantesca empresa estatal, como su socio. El funcionario a cargo sugirió que las compañías privadas no tenían la capacidad ni el capital necesarios.

Además, con empresas como las ciudades esponja, no está claro para los inversionistas privados cómo obtendrán rendimientos. A diferencia de las carreteras de cuota o las estaciones eléctricas, que son normalmente proyectos atractivos para los acuerdos APP, los mejores drenajes y las presas no son fácilmente convertibles a utilidades.

Tratándose de China, hay, como siempre, dudas sobre la calidad de los datos sobre la inversión. Algunos economistas creen que la brecha público-privado es exagerada debido al rescate bursátil del gobierno el verano pasado, cuando el Estado adquirió mayores participaciones accionarias en las compañías. Conforme estos cambios en la propiedad se filtren a los datos, podrían estar sumándose al aparente aumento en la inversión estatal.

Por separado, las cifras catastróficas de Lianoning, una provincia del noroeste, han causado estragos en las estadísticas nacionales este año. La inversión ahí bajó en casi 60 por ciento, pero esto podría reflejar en gran medida una limpieza de las cifras anteriormente adornadas, no un desastre económico.

El propio gobierno, sin embargo, está comportándose ciertamente como si el problema fuera más que un accidente estadístico. Este verano, envió a equipos de inspectores a 18 de las 31 provincias para ver por qué las compañías privadas no estaban invirtiendo. A principios de este mes, el Gabinete dio a conocer medidas para alentarlas a gastar más. Prometió tratar a las empresas privadas que inviertan en sectores como salud y educación de la misma manera en que trata a las públicas, e hizo un llamado a los bancos para que les presten más. También dijo que lanzaría más proyectos APP, atrayendo a los inversionistas privados con subsidios estatales más grandes.

Estas promesas bien podrían mostrar algunos resultados en los próximos meses, especialmente ahora que el gobierno está hablando tan abiertamente de la necesidad de estimular la inversión privada. Sin embargo, muchos economistas dicen que se necesitan cambios más grandes.

Para empezar, China pudiera facilitar más que las empresas privadas inviertan en sectores controlados por el Estado como las finanzas y el transporte. El gobierno también pudiera desintegrar algunas de las empresas estatales que actualmente dominan estos sectores. Por el momento, sin embargo, está moviéndose en la dirección opuesta, fusionando compañías estatales para crear conglomerados nacionales aún más grandes.

El aspecto positivo en todo esto radica en lo que dice sobre la visión de los inversionistas privados de China. Su cautela revela cuán grande es el papel que ahora juegan las fuerzas de mercado, en oposición a las órdenes desde arriba. Al gobierno le encantaría ver a las compañías abrir sus bolsillos. En vez de que se comporten como las empresas sensatas en cualquier parte, guardando su efectivo y esperando que surjan mejores oportunidades que las ciudades esponja.

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